Capítulo 11

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Estoy completamente segura de que mi corazón va a hacer un agujero en mi pecho y va a escapar corriendo en cualquier momento. Tengo la certeza de que las ganas que tengo de vomitar ahora mismo, van a ganarme la batalla y voy a hacer el ridículo en el instante en el que ponga un pie dentro de la oficina de Gael Avallone.

Casi puedo verme disculpándome como idiota una y otra vez. Casi puedo verlo a él, con gesto asqueado, mirándome atónito.

«¡Basta!» Grita mi subconsciente. «¡Deja de hacerte historias en la cabeza! ¡No ocurrirá nada! ¡Entrarás ahí y actuarás como si nada hubiera pasado la última vez que estuviste aquí!»

El sonido de las puertas del elevador abriéndose, hacen que todo mi cuerpo se tense en respuesta; sin embargo, me las arreglo para echarme a andar rumbo a la recepción que se encuentra afuera de la oficina del magnate.

Camila, la secretaria del hombre, se encuentra en su lugar de trabajo y el alivio que eso trae a mi sistema es grande e indescriptible.

Me digo a mí misma que el gusto absurdo que siento ahora mismo, es solo porque no deseo verme en la incómoda situación de ver a Gael enrollándose con ella y, con esto en la cabeza, me acerco al escritorio para anunciar mi llegada.

La chica, a la cual no le calculo más de veinticinco, me recibe con una sonrisa amable que no soy capaz de responder con la sinceridad debida. No sé por qué he desarrollado esta extraña aversión hacia ella. No es algo que me haga sentir cómoda u orgullosa de mí misma, pero no puedo evitarlo. No puedo dejar de sentirme incómoda con su cercanía.

—Llegaste temprano —la chica dice, con amabilidad, pero no le respondo, me limito a esbozar una sonrisa que se me antoja forzada.

Ella, a pesar de todo, no parece notar el repele que le tengo y empieza a parlotear acerca de lo insistente que se encontraba Gael por concretar nuestra cita de hoy. Acto seguido, se comunica con Gael por medio del teléfono que tiene en el escritorio y le anuncia mi llegada. Entonces, instantes más tardes, me dice que el magnate está esperándome dentro y yo, sin esperar a que pueda decir nada más, me encamino hasta las inmensas puertas dobles de la oficina.


El hombre que me espera dentro me mira de pies a cabeza en el instante en el que pongo un pie en la habitación y un brillo de algo desconocido se apodera de su mirada casi al instante.

Soy plenamente consciente de que estoy demasiado arreglada para la ocasión, pero no dejo que eso me avergüence ni un poco. Al contrario, permito que la seguridad extra que me da el haberme alisado el cabello y el haberme puesto un bonito labial rojo en los labios, me lleve a alzar el mentón y avanzar hasta su escritorio con toda la naturalidad del mundo.

Una vez frente al inmenso mueble, dejo caer la carpeta que llevo entre los dedos para luego acomodarme en uno de los asientos que se encuentran frente a él.

—No todos los días el universo me concede el placer de verte así de guapa —Gael comenta, ignorando por completo lo que he dejado sobre el escritorio—. ¿A qué se debe?

Me encojo de hombros.

—Saldré con unos amigos de la universidad más tarde —digo, porque es cierto—. Celebraremos que el martirio al fin ha terminado yendo a escuchar buena música al bar Mayas que está en Chapultepec.

—Define buena música.

No me pasa desapercibido el hecho de que está actuando como si nuestra última interacción no hubiese ocurrido. Como si el episodio que tuve aquí mismo, en su oficina, jamás hubiese pasado.

MAGNATE © ¡A la venta en Amazon!Where stories live. Discover now