Único

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— Disculpe, podría darme su hora, por favor.

— Pero... señorita, no puedo darle algo que no me pertenece. –respondió con llana melancolía el señor de traje azul marino-

Cabizbajo, el señor de traje azul marino, tomó asiento en una banca lejana, y después de un apesadumbrado suspiro, esperó el próximo tren. Fingiendo leer el periódico, observaba cómo giraba el mundo al otro lado de la vía, un mundo secreto que sólo él y el andén conocían.

Pasado el amanecer, dos cucharadas de café oaxaqueño en la cafetera italiana que compró en Veracruz; la radio encendida en la misma estación. El locutor anuncia las 7:30 y, con el primer trago, canta Bob Dylan. La taza vacía a las 8:30. Y si el café dura sesenta minutos...

— Disculpe, podría darme su hora, por favor. 

 — Caballero... – contestó sonriente la pelirroja- Me gustaría con un terrón de usted, para que sorbito a sorbito, su café pueda quitarme el sueño.

"El buen café, como el sexo mañanero, deben tomarse sin azúcar" pensó decepcionado el señor, ahora de traje gris Oxford. Y regresó a su mundo secreto, arriba de El Universal, donde no hay pelirrojas ni café endulzado.

Microrelato con caféWhere stories live. Discover now