SOMBRAS

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CAPÍTULO 4:SOMBRAS

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CAPÍTULO 4:
SOMBRAS

Cuando era pequeña me daba miedo la oscuridad, pensaba que eran las sombras de las personas que gobernaban la noche. Tenía miedo de lo que ocultaran, de lo que no podía ver y solo los astros parecían conocer.

Un día mi padre me despertó de noche y yo, aterrada, salí con él al tejado para contemplar un espectáculo de la naturaleza sobrecogedor. La luna estaba en su máximo esplendor rodeada de estrellas que parecían sus fieles guardianes brillantes. Esa vista me hizo sentirme fuerte.

Entonces fue cuando aprendí que sin la oscuridad, las estrellas no brillarían. Desde ese día, espere en la ventana de mi cuarto hasta que se hiciera la noche y convertí a la luna en la musa para mis historias y a los astros del cielo en mis consejeros, alguien a quien contarle mis secretos y dudas. Un apoyo invisible y efímero, pero hermoso.

¿Me salvareis ahora? Susurro a la nada que me envuelve.

Y como si me hubieran escuchado, como si se tratara de una simple ilusión, un juego para mis ojos y para mi cuerpo, el fuego se deshace en un denso humo grisáceo. La sensación de asfixia que impregnaba mi cuerpo empieza a empequeñecer, hasta convertirse en un recuerdo amargo, un nudo en la garganta de emociones inestables. Como en un sueño en el que despiertas con la sensación, pero sin el dolor.

Una mano blanca casi traslúcida aparece entre la bruma. Deja entrever sus venas, las cuales no son azules ni verdes, sino de un color morado tan sobrenatural como el fuego. Son como canales de agua corrompida y electrizante. Palpitan fuertemente y la mano se contrae, retirando así el humo restante que rodea a la criatura.

Quiero correr ahora que veo la salida de este callejón, pero algo en mi interior, un susurro en mis entrañas dice «Quédate»

Toso un poco mientras observo a la chica ante mis ojos. Lo primero en lo que me fijo de ella son sus ojos negros, como la noche, como la soledad, como las pesadillas. Sus cabello es una tormenta de cabellos del color purpúreo de los relámpagos, los cuales le lamen el cuello y los hombros como si fuesen serpientes alrededor de su dueña. Las venas se le transparentan en determinadas partes de su piel excesivamente blanca, pero con un brillo especial.

Sus rasgos afilados son distintos a mi, pero algo...algo me conecta a ella. Algo me hace verla como a mí. Es como si algo en mi interior se hubiera descosido, como una muñeca de hilos se deshace en las manos de un niño, en hilos negros y gruesos, cada cual igual al anterior pero de algún modo, diferente.

No puedo describir la emoción, por qué no es solo una, sino una mezcla de emociones inestables que discuten por dominar en un cuerpo confuso, acabando en un amasijo de sentimientos difícil de desenmarañar.

Monstruos de Tinta  Where stories live. Discover now