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El pequeño cuerpo se sacudía en los brazos de su padre, quien lo penetraba brutal y descontroladamente. Se encontraba borracho, supo Jimin.

Se escuchaban gritos de auxilio y sollozos de un chico pelinegro a la par de los gemidos guturales del hombre. Vio como el desconocido se desmayó, y fue ahí cuando comenzó a reaccionar. Su padre no se había percatado de su presencia todavía, por lo que en un rápido y torpe movimiento tomó una de las tantas botellas de vidrio vacías y la rompió en la cabeza de su progenitor.

Jimin sintió miedo recorrer su cuerpo al ver como perdía algo de sangre debido al golpe, pero luego miró el cuerpo del sujeto desmayado a su lado.

¿Qué sucedería si se llevan a su padre detenido? Si lo meten preso, donde quién sabe qué le harían.

Bien, Jimin sabe en lo que su padre se convirtió, tiene sus razones, pero no lo vuelve un santo. Eso no quiere decir que quiera llamar a la policía en ese momento. Por lo que tomó a su padre en brazos y lo dejó recostado en su viejo sofá, tomarlo no fue complicado, estaba más delgado de lo que recordaba, pero ¿desde cuándo que no lo ve? Unos 3 años, calculó.

Se sintió fatal, culpable. Era todo su culpa. Si no hubiera dejado que su padre cortara todo lazo con él desde el fallecimiento de su madre, él estaría bien, sano, tanto física como mentalmente. Ya nada se podía hacer al respecto, el tiempo pasó y estaba pagando el precio.

Pero era momento de dejar de lloriquear y enfocarse, tenía a su papá perdiendo sangre en el sofá y a un tipo inconsciente en el suelo. Era un gran lio que resolver.

Se movió hacía el baño en busca de, suplicó, un botiquín de primeros auxilios. Milagrosamente, la encontró, aunque llena de polvo. Volvió a la sala de estar junto a su padre para arrodillarse a su lado. Comenzó limpiando la herida, que por suerte era pequeña, no como imaginó al principio.

Puso una venda alrededor de su cabeza, esperando que estuviera bien lo que hacía, ya que no era experto en curar heridas. Luego de cerciorarse que se encontraba bien, más o menos, caminó hasta el cuerpo que se encontraba en el suelo.

El chico, observó con lástima, estaba sucio, realmente sucio. Olía a sangre, alcohol, semen, e incluso orina. Y su estado físico era terrible, repleto de moretones de todos los colores y totalmente delgado, llegando a lo enfermo. En su rostro se esparcía todo tipo de líquidos, desde sangre y semen hasta lágrimas y saliva. Era simplemente espantoso, tanto que Jimin quiso llorar.

No iba a esperar a que su padre despertara, por lo que corrió a la habitación del mencionado a buscar en el armario si todavía se encontraba con su gran manta favorita que tenía de adolecente, y agradeció a todo el mundo de que sí estuviera ahí, intacta y, con toda probabilidad, con polvo.
Jimin volvió y arropó al desconocido con la manta, con cuidado lo levantó y fue directo a su auto. Maniobrando con el tipo en brazos, logró encontrar las llaves del vehículo en su bolsillo. Dejó al chico en los asientos traseros y cerró la puerta con llave. Regresó a su antigua casa para limpiar todo el desastre, lo más rápido que pudo con su cuerpo tembloroso por la prisa y el terror que todo esto le causaba, para luego salir de ese lugar e irse a lo que se considera ahora, su hogar.

Jimin debía agradecer que era rápido al tomar decisiones, sea una situación complicada o no. Eso no quita esa leve sensación de inquietud que llevaba consigo.

Ignoró todo semáforo en rojo y esquivó cualquier obstáculo que se le cruzara, ese día no estaba saliendo como tenía planeado. Por suerte era domingo en la mañana, muy en la mañana, por lo que prácticamente no había nadie.

Le costó un poco, demasiado, subir las escaleras de su departamento, pero cuando logró entrar con el tipo en brazos, soltó un gran y largo suspiro tembloroso. Bien, solo tenía que llegar a su habitación, pan comido.

Cuando el tipo estuvo ya recostado en la cama de Jimin, este mismo se encargó de ir a buscar su propio y pequeño botiquín para limpiar algunas heridas. Quitó la manta de encima del cuerpo ajeno, ahora pudiendo ver por completo cada herida, y eran demasiadas. Santa mierda. Jimin se sentía enfermo con solo mirarlas.

Tomó un algodón y lo empapó en alcohol, así fue tratando de curar cada hematoma en el menudo chico, procurando ser muy cuidadoso. Escuchaba unas pequeñas quejas en unas ocaciones, lo que provocaba que se quedara quieto como estatua, como si fuera un bebé quien está a punto de despertar y Jimin tuviera que hacer el menor ruido posible.

Cada algodón sucio fue tirado al suelo. Él los iba a recoger después, claro.
Fue en busca de toallitas húmedas de bebé, esas que tenía para regalar a la pequeña sobrina de su mejor amigo, y comenzó la limpiar cada zona que no tuviera alguna marca, tarea casi imposible, pero lo logró.

Obviamente no reemplazaba un buen baño, pero algo era algo. Luego el chico podría bañarse por su cuenta.

Después se dio cuenta que faltaba un lugar, uno por el que temió tanto ver.
Separó las delgadas piernas y lo que vio le provocó arcadas. Era increíble lo que provocó su papá en el hombre. Esta vez Jimin sí sintió ira, incluso se le escaparon lágrimas. Lloraba de impotencia.

Jimin fue a buscar una toalla nueva, suave, limpia y seca, la mejor que tuviera, y la pasó por encima del ano del tipo, con demasiada suavidad y cuidado. Estaba tan irritado, herido e hinchado que Jimin no quiso ver más. Era mucho por hoy. Él cubrió al hombre entre las mantas de su cama y huyó de la habitación.


×


¿No hubiera sido mejor llevarlo directo al hospital?, claro que sí, era obvio para Jimin. Pero tenía miedo. El hombre iba a hablar.

Bueno, con todo derecho debería dejar que hable y se haga justicia por lo que sufrió. Sin embargo, se estaba hablando de su papá como abusador, como violador. Y Jimin todavía no lo quería creer. Él tenía un lazo inquebrantable con su padre, eran mejores amigos, el mejor papá del mundo, o por lo menos, el mejor para Jimin.

¿Qué sucedería si su papá fuera a la cárcel?, ¿de qué serían capaz de hacerle ahí dentro? Jimin conocía lo que le hacían a los nuevos, en especial, a los violadores. Claro, muchos de esos reos eran padres, hermanos, hijos, o tenían pareja, ¿por qué estarían felices con alguien que probablemente pudo haberle hecho daño a un ser querido de esa forma tan espantosa? Aún así, Jimin no estaba preparado para tener en su conciencia el peso de haber llevado a su papá a la cárcel, donde sufriría a cada hora, más de lo que sufrió estando solo por tres años, con la muerte de su esposa y la huida de su hijo. Aunque lo último estaba en discusión, fue su padre quien quiso estar solo, algo así como un auto-castigo. Jimin pensó en su momento que su padre era masoquista, incluso, creyó que podría suicidarse. Él lo llamó casi un año después de irse de casa, pero su padre había cambiado el número, y Jimin era algo orgulloso, por lo que luego de varios intentos, desistió. Perdiendo años de contacto.

Escuchó el sonido de algo moviéndose incontroladamente, y se dio cuenta que había pasado como una hora en sus pensamientos cuando vio que la sopa del guiso que estaba preparando se estaba desbordando de la olla.

Apagó el fuego, y estaba a punto de servirse en su plato favorito hasta que escuchó un ruido proveniente de su habitación. Corrió hasta allá y abrió la puerta rápidamente, encontrándose al chico en el suelo intentando incorporarse, hasta que dejó de moverse. Jimin no entendió por qué, cuando se dio cuenta de que lo miraba fijamente, con pánico. Incluso su voz sonó tan aterrada, que Jimin quiso esconderse y desaparecer.

-¿Q-quién eres?

Superhero • Jimsu • Where stories live. Discover now