Capítulo 1: Empezar.

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Todo mí alrededor se veía como aquello que nunca podría tener

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Todo mí alrededor se veía como aquello que nunca podría tener.

Mascotas que pasear durante la mañana antes de asistir al trabajo, vecinos a los que saludar cada vez que saliera a recoger el periódico, familiares con los que sonreír cuando alguien comentara algo gracioso en la hora del desayuno. Todas las casas que me rodeaban tenían una estructura parecida, sistematizada, pero cada una tenía estos pequeños detalles que las diferenciaban de las otras y las convertía en algo singular que caracterizaba a cada estúpida familia que tuviese la suerte de vivir en este lugar.

Miré la que estaba en frente de mí con cierta socarronería, repasando el bonito buzón que tenía en el patio delantero junto a un precioso jardín repleto de arbustos y flores y un par de aspersores que regaban el césped; del lado derecho, había un árbol alto que tenía un neumático colgando de sus ramas y una mesa de madera con un par de bancos y una ancha barbacoa.

—El lugar perfecto para la familia perfecta —musité con burla.

Mis pies se detuvieron encima de la alfombra boba que estaba en la entrada. Era de color verde, un poco más claro que la hierba, pero tenía el dibujo de un búho con sus alas abiertas y un juego de palabras que exclamaba «¡búhonvenido!» de manera notoria. Alcé las cejas sin dejar de examinar la alfombra, jalando mi labio con cierto escepticismo antes de suspirar y dejar de lado el decorado ridículo para enfocarme en lo que vine hacer.

Toqué el timbre de la casa y todo mi panorama cambió en un segundo.

—¿Sí? —Me recibió una chica.

No sabía que me iba a recibir una chica, pero no perdí el tiempo en deslizar mis ojos sobre su piel morena y darme cuenta de que tenía un cuerpo bastante hipnotizador. Le sonreí de manera casual, admirado su rostro por un par de segundos hasta que amplié mi sonrisa cuando me fijé que también me estaba inspeccionando y se sonrojó con bochorno al verme a los ojos.

—De casualidad, ¿se encuentra Troy Trento aquí?

Ella me observó con curiosidad, ladeando la cabeza. —¿De parte de quién?

—Un viejo amigo —le respondí—, pero tal vez sea más fácil recordarme si le dices que ha venido un tal Riley a verlo. Es de carácter urgente.

—Vale, lo siento, pero, ¿puedes esperar aquí un momento?

—Seguro, encanto. —Metí mis manos en mis bolsillos y la vi irse.

Caray, la parte trasera era igual de arrebatadora que la delantera.

Tuve que esperar en el jardín un par de minutos, probablemente porque había pillado a Troy desprevenido y no sabía qué hacer con esta situación, pero la puerta se volvió a abrir cuando toqué una de las tantas flores que había en el patio y me encontré con el rostro de un hombre en sus cuarenta años que tenía la expresión de haber recibido la peor noticia de su vida hace pocos minutos.

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