9. Promesas

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Mis piernas flaquearon y tuve que sostenerme de la pared para no caer al suelo.
Escuchaba los gritos de Erick y Joel llamándome. No podía pronunciar palabra alguna, sentía como si tuviese un nudo en mi lengua impidiéndome hablar.

–Acá estas –escuche unos pasos aproximarse y pronto unos brazos me rodearon.

–¿Qué pasó? –pregunto Erick aún sin deshacer el abrazo.

–¿Estas bien? –llego Joel con la respiración agitada. Recargó su peso en sus muslos por un momento y volvió a caminar hacia nosotros.

Pronto Renato se nos unió, me examino con la mirada y alumbro mi rostro cegándome por un instante.

–¿Tu...? –murmuró Joel señalando el cuerpo sin vida de la pelirroja. No hizo falta decir alguna palabra para que tomará por hecho que yo lo había causado.
Sentí sus brazos rodearme, depósito un beso en mi frente y se alejó un poco de mi.

–Está bien. ¿Okay? –asentí sintiendo como tomaba mi rostro y lo apegaba a su pecho.

–¿Me perdí de algo? –pregunto Erick con confusión. Solté una leve risita, ni siquiera yo sabía que estaba pasando pero la respuesta más certera, era que sólo nos estábamos dejando llevar por el momento y la desesperación que poco a poco nos consumían.

–Creo que lo mejor será parar, cada vez que avanzamos perdemos a alguien –murmuré con la esperanza de que Renato decidiera esperar un poco antes de dar otro pasó seguro a la muerte.

–Tiene razón –apoyó Erick. Claro que tenía razón, cada pasó era una muerte segura.

–Está bien –cedió–. Sólo un momento.

Aunque sea ese momento valía demasiado. Nos ahorraba unos minutos.

Aún la duda seguía creciendo.
¿Quien era el causante de todo esto?
Peor aún. ¿Porqué?

–Ven acá –Joel estiró sus brazos y no hice más que fundirme en su abrazo.

No podía evitar sentirme de esta manera, podía que esto terminara tan fácil como empezó.

–Tengo hambre –murmuró Erick.
Estaba segura que no era el único que la tenía, pero no podíamos hacer mucho, nadie cargaba con un pedazo de comida, mucho menos podíamos regresar a donde principalmente estábamos.

–Pronto saldremos y podrás comer todo lo que se te plazca –afirmó Renato dándole esperanzas al más chico.

Apenas era un adolescente intentando vivir en este frío y doloroso mundo.

–¿Lo prometes? –dijo con un brillo de esperanza en sus ojos.

–Si –afirmó el–. Lo prometo.

Erick pareció sentirse mejor con lo que Renato le había dicho anteriormente. Aunque no creía para nada en las palabras de ese hombre, dijo lo mismo con los chicos y ahora no están.

El sólo se preocupaba por el y si alguien saldría de aquí sería el a toda costa. Algo escondía.

–¿Y bien? Ya descansaron lo suficiente –pregunto después de un rato.

–Sólo han pasado treinta minutos –murmuró Joel.

–Eso es más que suficiente –se levanto del suelo y volvió a alumbrar el camino.

No quería seguir, no quería que la vida de alguien más acabara.

–Ven –dijo Joel tomándome de la mano derecha, sentí como alguien más me tomaba de la mano izquierda, sonreí al ver a Erick.

Sin duda tenía a los mejores ídolos.

–Ya casi termina esto –escuche decir a Erick. Asentí sintiendo que la salida estaba cada vez más cerca.

M&G |Joel Pimentel Место, где живут истории. Откройте их для себя