Office Dog

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Se encontraba en la sala de su casa, era una habitación bastante oscura ya que tenia las persianas bajas y las ventanas completamente cerradas, solo era iluminado por la luz del televisor. Estaba rodeado de latas de cerveza, todas sobre la pequeña mesa de patas cortas que se encontraba entre el sofá y la pantalla. Sin perderse una sola imagen de la película que había puesto, por decimoquinta vez, abría una nueva lata tomando el primer sorbo frio mientras, sin parpadear, miraba la escalofriante escena con sus típicos gritos. Si alguna muchacha frágil se encontraría con él, saldría llorando encerrándose en el baño, si no es que en dicha película hubiera alguna escena así. Pero ninguna se encontraba con él, estaba solo en la sala, con sus adoradas cervezas y sus adoradas películas de terror. Con esa simple imagen podría verse como un chico extraño y siniestro, las ojeras se le notaban fácilmente y sin dudarlo afirmaría que si aquellas persianas se subieran y el sol entrara en aquella fría habitación el joven se escondería tras el sofá produciendo un quejido muy parecido al de un vampiro.

Tras el último grito, la película termino y el joven suspiro, dejando la botella en la mesa, tirando otra de la punta de enfrente. La miro caer y fue ahí que se dio cuenta del desastre y que debería juntar. Se levanto a paso pesado y recogió una bolsa negra de la cocina, acercándose con desgano a la mesa, tomo cada una de las latas y las tiro allí dentro para luego hacerle un nudo y dejarla a un lado. Parecía una típica noche de soltero pero no lo era, ya era de mañana aunque esa habitación engañara los ojos humanos, y, para ser más exactos, eran las cinco de la mañana del lunes.

Se acerco al baño y se miro al espejo, despeinado y cansado, con la barba dejada haciéndolo aparentar mucho más de su verdadera edad. Se refregó un poco el rostro antes de abrir la ducha y entrar. Agua fría, eso era lo que necesitaba para despejar su mente y así lo haría, se estremeció levemente al sentir el agua sobre su piel, la temperatura no era lo mismo allí que en el rincón del sofá, acurrucado y calentito. Al terminar salió y se cambio a su ritmo, todavía no sabía como había terminado así pero para poder sustentar su adicción a esas noches oscuras debía trabajar y su mugroso trabajo le pagaba lo que necesitaba. Aquella oficina de muchos gabinetes era su lugar, el lugar que le daba lo necesario para poder vivir, para subsistir. Pero realmente no se quejaba, esa era su vida y como era la suya, podría ser la de cualquiera, solo que él sabia que cada uno tenía una historia personal, queriéndola o no contar al resto, la tenia, quisiera o no, como él.

Una vez listo abrió la puerta y salió de allí, bajo las escaleras en mal estado del ruidoso edificio y al llegar a la puerta sacó sus llaves y la abrió, volviendo a ver la luz. Por un instante le consto acostumbrarse, pero ya era algo de todos los días. Al ser temprano tenía todas las escusas a su favor, no tenía que disimular su patética vida de encierro, la gente no pensaría que realmente vivía en aquel pequeño y barato lugar como un ser de la noche, o peor, que era un autentico alcohólico como su padre. Si supieran todo de su vida no habría quien que no le pidiera que fuera a un psiquiatra, pero como era alguien con pocas relaciones y muy cerrado no debía preocuparse por aquello.

Metió las manos en los bolsillos de su sobretodo mientras suspiraba vapor por el frio de la ciudad, estar en un pequeño apartamento con la calefacción encendida todo el día ayudaba a esa característica suya de desconectarse del mundo cuando cruzaba la puerta para dentro. Caminó un par de cuadras hasta la parada del bus, lo espero por unos minutos hasta que lo vio a lo lejos, comenzando a buscar y sacar las monedas para poder sacar boleto más rápido. Al subirse, pidió su boleto, introdujo las monedas en la maquina y una vez lista la operación busco asiento para viajar cómodo. No era muy largo el viaje, pero el hecho de sentarse se había vuelto costumbre y mas con aquella línea que no iba llena de gente como las otras, se había buscado una que lo dejara cerca pero sin la sensación de sardina enlatada que podría llegar a tener en las líneas mas directas al centro. Ya llegado al fondo se sentó en uno de los últimos asientos, no era tan cómodo como su sofá, pero por unos veinte minutos al menos estaría sentado mirando las calles pasar sin tener que preocuparse por su equilibrio al estar parado en esa bestia ruidosa y movediza, hubiera sido mejor que se comprara un automóvil, pero no sabia manejar, hubiera sido mejor que aprendiera pero no había tenido las oportunidades ni posibilidades para hacerlo. Siempre, en esos viajes, pensaba todo lo que podría haber hecho y nunca hizo, haciéndolo sentir uno más de la sociedad, un simple perro de oficina.

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