II

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     El aroma a pan tostado logró hacerme despertar

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     El aroma a pan tostado logró hacerme despertar. Lo hice con los ojos aún cerrados, guiándome con las manos para no chocarme con nada y con el aroma para llegar a mi destino, los entre-abrí para ver donde estaban las butacas y me senté en ellas. Apoyé la cabeza en la barra de mármol blanco y volví a quedarme dormida, desperté una segunda vez cuando escuché los vasos y platos ser apoyados cerca de donde mi cabeza descansaba. Somnolienta comencé a desayunar.

Finalmente a Leo no se le quemaron las tostadas

     Pensé mientras untaba mermelada en la tostada bronceada y no quemada. El sabor de la mermelada también era diferente, más sabrosa. Tomé el pote y casi me atraganto, era la que siempre Cancer quería comprar pero nunca lo hacíamos por el precio.

—¡Cancer! Habíamos quedado que está marca era muy cara y que no la llevaríamos— exclamé enojada dejando con fuerza el frasco sobre el mármol pálido.

—Un alivió que no sea Cancer— una voz que no reconocí habló y del susto me caí de la banqueta, aunque fui lo suficientemente veloz para llevar mis manos a mi cabeza y por suerte no me rompí la nuca. Una risa estalló en todo el lugar mientras yo me mantenía en el suelo, retorciéndome de dolor.

¿Quién es ese?

—Libra ¿Uno de tus amigos?— vociferé en agonía mientras me sentabas en el suelo, reponiéndome de mí casi muerte.

—Yo no tengo amigos— otra vez esa voz, miré a mi alrededor y me di cuenta que no reconocía nada. Me asusté, me puse de pie muy rápido y me mareé, me sostuve de la barra hasta que unos brazos me ayudaron a sentarme de nuevo en una de las butacas, me giré y vi su rostro. Aries.

     Los recuerdos de ayer se abalanzaron a mi conciencia como leones hambrientos a un pedazo de carne fresca. Me causaron un dolor de cabeza tan punzante que tuve que cerrar mis ojos y fruncir el ceño.

—¿Te duele mucho?— sabía que de refería al golpe, por ello negué con mi cabeza y me alejé de su tacto. Aún no podía permitir el toque de un tercero. —Sigue desayunando, cuando estes lista te llevaré a donde ibas— se sentó frente a mi, del otro lado de la mesada.

     Luego de unos largos minutos de silencio y supuesta tranquilidad y paz me confesé.

—No tengo donde ir— dejé que las palabras salieran de forma rápida pero en un tono suave y bajo, no lo miré a los ojos, no podía, esta situación me causaba mucha vergüenza. Aún así sabía que estaba estudiándome, con una expresión seria.

—¿Eres extranjera? ¿Andas de mochilera?— negué en silencio—¿Te echaron?— negué —¿Huyes?— asentí —¿De tu familia?— negué.

—Pareja y amigos— mis ojos se aguaron, el nudo se ató en mi garganta.

—¿Tienes algún familiar, conocido...— al ver que no contestaba su cara se sorprendió aún más—... o siquiera un plan?

— Empezar se cero, quiero ser quien soy, quiero reencontrarme— sentí la rabia controlarme poco a poco— Esos hijos de puta mataron lo que era, destrozaron mi vida, arrancaron mis bases de raíz— algunas lágrimas de furia cayeron, pero me encargué de secarlas a manotazos.— El primer paso era irme de ahí, no podía estar un segundo más; ahora que estoy lejos veré cómo me armo— jugaba con haciendo añicos el pan en mi plato.

O R A T E // Z SquadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora