admito estar celosa de todo
aquel que ha tenido el privilegio
de besar tus labios, de escucharte
reír más allá de la línea telefónica
y tomar tu mano con dulzura.
mi alma se envuelve en llamas
al saber que tus besos no son
de mi pertenencia y que tus
luceros ya no me miran ni con
admiración ni anhelo.
dime, niña de ojos triste, ¿qué
puedo hacer para que me mires
a mí? aunque sea por cinco
segundos, quiero que por al
menos cinco segundos me elijas
a mí de entre toda la multitud,
pero ¿cómo puedo hacerlo
cuando para ti me he vuelto
igual de ordinaria que el resto?
soy simple, no resalto de entre
los demás, tengo el mismo color
de ojos que los otros, mi
cabello no es dorado ni de un
rojizo llamativo, es castaño y
vacío al igual que mis cuencas
que te lloran cada noche.
quizás soy demasiado ingenua
y terca cómo para darme cuenta,
sin embargo, yo sigo con la
esperanza latente de que algún
día me elegirás a mí, que con
mi simpleza brotando de mis
poros me amarás y verás que
el café de mis ojos es como
un verde, y que el vacío de
estos mismos se puede completar
con los tuyos.
