Descubriéndonos

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El matrimonio Álvarez-Lascurain pasaba por la peor crisis de su vida. Isabel cada día y cada noche notaba la distancia que José Manuel había puesto entre ellos y él por su parte no se tomaba la molestia en disimular tal lejanía. Hubo algún momento en el que pasaron por algo similar, pero entre ellos, a pesar de los problemas, nunca faltó el buen sexo... hasta ahora. Desde el momento en que éste comenzó a fallar Isabel se convenció de que algo pasaba y no pintaba para nada nuevo... pero la vida gira y da sorpresas... y todo puede pasar.

Un radiante rayo de sol penetraba el vidrio que se encontraba tras las cortinas blancas que reflejaban el bello rostro de Isabel, la luz de un nuevo día hacía que comenzará a despertar lentamente... las mañanas no eran lo suyo.
Comenzando a abrir sus ojos se volteó suavemente sobre su costado izquierdo buscando el cuerpo de su marido pero al encontrarse con el espacio vacío tomó más conciencia y escuchó el sonido de la ducha, era su esposo que se había terminado de bañar para luego ir a la oficina.
Fue allí cuando decidió darle los buenos días, unos muy buenos días
Se paró de la cama con su diminuto camisón se seda negro que no dejaba un solo centímetro de su cuerpo a la imaginación. Caminó hacia el espejo mirando como traía su largo cabello arreglándolo un poco y se puso dos gotas de perfume.
En ese momento escuchó unos pasos y era José Manuel saliendo del baño. Traía solo una toalla que le cubría la parte inferior de su torso. Isabel volteó y vio semejante imagen, ella estaba loca por su hombre y lo veía cada vez más hermoso.
- Buenos días mi amor, que bello has amanecido. - dijo mientras se acercaba a darle un tierno beso.

José Manuel al salir del baño lo primero que vio fue a su esposa vistiendo aquel sexy camisón que en otros tiempos había despertado en él las mas bajas pasiones, pero que a día de hoy, solo le mostraban a una hermosa mujer... pero nada más.
- Buenos días gordita. - correspondió al saludo y al beso, como ya le era costumbre.
Isabel notandolo desganado quiso suponer que era por una acumulación de estrés y ella quería que, al menos ese día, tuviera un buen comienzo.
- Sabes que te amo ¿verdad esposo? Y también sabes que me encantas así cuando estás tan sexy, no sabes las cosas que se me ocurren con solo esa toalla... -  decía de una manera muy sensual intentando despertar a la fiera que José Manuel era por dentro
Él por inercia puso sus manos alrededor de la cintura de su aun esposa y acercándola a él la besó como antaño. "¿Por que le haces esto?" se preguntaba mientras la besaba sintiendo como las pequeñas manos de ella acariciaban su torso. "Eres un maldito cobarde" le reprochaba su mente en el preciso momento en una de sus manos se posaba en el gran trasero de la mujer que tenía junto a él y sus labios habían descendido hasta el cuello de ella.
- Oh José... - dijo suspirando un gemido de satisfacción, ella adoraba tanto a ese hombre... Se subió sobre él rodeando su torso con sus piernas y sin dejar de besarlo hizo que se acostara sobre las suaves y aún tibias sábanas blancas que yacían en su cama.
Ambos comenzaron a enredarse uno en el cuerpo del otro, Isabel más entregada que nunca y José Manuel con la cabeza en otro lado. Se sentía un mentiroso, y lo era, su cuerpo ya no respondía como antes en presencia de su mujer y él sabía cual era la razón.
Isabel, que al darse cuenta de que su esposo parecía no estar presente, se apartó de él mirándolo a los ojos desconcertada.
- ¿Qué rayos te pasa Álvarez? ¿Estás aquí o dónde? - preguntó con un tono de molestia, no era la primera vez que sucedía algo así, pero ella seguía creyendo que era a causa del excesivo trabajo que la empresa le demandaba. Fue allí cuando su esposo la miró y no supo que decirle, y en ese mismo instante sonó su móvil, lo cual alteró aún más a su esposa
- No te atrevas. - advirtió Isabel, pero él sin hacerle caso se enderezó y tomó el celular que sonaba sobre el buró. Al ver de quién se trataba su cuerpo se tensó y volvió la mirada para fijarse en su esposa que lo miraba llena de furia.
- Es del trabajo. - se atrevió a mentir una vez más.
Isabel estaba a Punto de estallar del coraje. - ¿De la empresa?, ¡maldita empresa! ¿Te das cuenta de lo que estás haciendo? Una vez más me dejas a mitad de camino con ganas y no solo eso. Ni me miras a los ojos ¡José! Me tocas con pudor, como si no me conocieras. Me besas como si solo cumplieras una obligación y ¡esto me está cansando! Yo quiero a mí esposo y tú ya no sé quién eres. - era tal la rabia que tenía y en el fondo sabía que lo que el llamaba trabajo quizás era una persona, una mujer como tantas otras que lo asechaban siempre a su exitoso y apuesto marido.
Él sin decirle ni una palabra más tomó la ropa que había dejado preparada y salió de la habitación dejando a Isabel caliente y llena de rabia que dio con el puño sobre la cama, su actitud la desconcertaba y llenaba de rabia a partes iguales, pero más allá de eso, otra vez la había dejado caliente y esta vez no se iba a quedar así.
Transcurrido el día ella volvía a la casa luego de una larga jornada de trabajo con preparativos para una campaña de fotos que tenía que hacer Pandora. Llegó y decidió tomar un baño y acostarse ya que sus hijos estaban estudiando cada uno en su habitación, por lo cual no tenía más que hacer que relajarse. Por supuesto no esperaría siquiera con la cena a ese patán que tenía de marido, no se lo merecía y su enojo de la mañana aún no se había pasado.
Entrando en la habitación miró la cama y aun con la rabia latiendo en su interior se recostó en ella para descansar y sin quererlo su mente le jugó una mala pasada formando en su mente imágenes de su marido saliendo del baño en toalla. Su libido comenzó a subir y su cuerpo a encenderse. Lentamente y con los ojos cerrados comenzó a desprenderse de su ropa quedando solo en ropa interior sobre la cama. Su imaginación volaba mostrándole una realidad que no existía. En ella, era su esposo quien la estaba acariciando por los lugares en lo que ella pasaba sus manos. Su cuello, aquel lugar que había sido testigo de infinidad de besos, mordidas y chupones se erizaba ante el tacto de sus dedos. Siguió bajando y tomó sus senos por sobre la tela del brasier y los apretó como siempre lo hacía él. Al instante su espalda se arqueó, momento que aprovechó para llevar sus manos hacia atrás y soltarlo dejando en libertad sus pechos para ser acariciados. Jugó con ellos mirando en su mente a su esposo tomarlos entre sus manos, acariciarlos, apretarlos y jugar con sus pezones como solo él sabía hacerlo. Sus manos no dejaban de moverse en recuerdo y recreación de lo que veía en su mente. Su mano derecha siguió jugando en aquel lugar y la izquierda comenzó a descender por el resto de su cuerpo hasta llegar a su más que necesitada entrepierna. Fue en ese preciso momento en que su imaginación cobró aun más vida, sintiendo como José Manuel comenzaba a acariciarla por sobre la tela con caricias lentas e intensas. Sin dudarlo un segundo corrió sus bragas hacia un costado y comenzó a acariciar su centro sintiendo como el calor comenzaba a apoderarse de su cuerpo y por fin de esa forma quitarse las ganas con las que la había dejado su marido en la mañana.
Estirando la mano, abrió el cajón del buró y saco de allí aquel amigo que siempre estaba disponible para ella y no ponía jamás peros. Encendiéndolo en el mínimo nivel lo acercó a su muy necesitado clítoris y el run run comenzó a hacer de las suyas en aquel lugar. Desesperada avanzó al nivel medio y los gemidos no se hicieron esperar. Concentrando su atención  en aquel lugar subió su otra mano a acariciar sus pezones doloridos por la excitación y así estuvo un rato hasta que las ganas de correrse pudieron más, por lo que introduciendo dos de sus dedos en su interior y subiendo el vibrador al máximo nivel se dejó llevar por un arrasador orgasmo.
Pasados unos minutos en los que logró recomponerse se levantó de esa cama y se dirigió a la ducha, en donde dejó que la lluvia artificial mojara su cuerpo y se llevara todo dejándola como nueva. Al salir de ella decidió acostarse a dormir, al día siguiente tenía un evento al que asistir y debía ir con su marido, necesitaba relajarse para soportar lo que  sería tener que aparentar que todo entre ellos estaba bien.
Era la presentación del nuevo marketing de Sony y contaba en reunir a sus artistas locales y familias para grabar pequeños clips para armar un gran video del paso de las generaciones. Se llevaría a cabo en un hotel donde debían hospedarse durante el fin de semana. Allí estaría solo con José Manuel y la idea le daba cierta esperanza para poder arreglar la cosas.
***
Ya a la hora de almuerzo se encontraban grandes personas del ambiente artístico mexicano, entre ellos estaban Pandora, Yuri, Manuel Mijares, Ha Ash, Sin Bandera, etc, todos se encontraban en grupos conversando y riendo, como era habitual entre ellos. La situación entre los esposos no había cambiando pero el mundo no tenia porqué saberlo, solo Fer y Mayte se dieron cuenta de que algo pasaba pues conocían a Isabel a la perfección.
Luego del almuerzo fueron pasando variados artistas por el escenario deleitando a los asistentes con su voz. En la invitación se había anunciado una nueva adquisición, una joven promesa musical que aun no hacía aparición y ya a todos comenzaba a intrigar.
Fue el turno de Isa, Fer y May de interpretar y la canción seleccionada fue Buena Suerte, que provocó mas de un sentimiento en los corazones que se sintieron identificados; en Isa, al saber que era muy probable que de hoy en adelante  esta fuera su canción y en José Manuel... Pues porque en el fondo sabía que esa era su canción.
Al terminarla Isabel habló con sus compañeras y pidió interpretar otra canción, según protocolo era una por cantante, pero nadie se opuso a escucharlas cantar una vez más. Esta vez la canción fue "El cielo es mío" misma que puso a todos a bailar y subió el ánimo de ese pobre corazón que estaba sufriendo.
Al pasar la tarde el director de Sony Music se subió al escenario a dar unas palabras.
- ... Y hoy con gran orgullo quiero presentarles a ¡Carlos Rivera! - al finalizar el anuncio las luces se apagaron y de pronto un foco iluminó el centro del escenario. Ahí se encontraba un hombre de unos 20 casi 30 años que con una soltura de cuerpo comenzó a cantar "Quedarme Aquí".
Isabel, que junto a su grupo cercano se encontraba en primera fila observando el show se sorprendió al sentirse hipnotizada mirando a ese muchacho. Sin quererlo y disimuladamente apretó sus piernas, la sensación que había recorrido su cuerpo había sido sorprendente.
<¿Que te pasa Isabel? Es un niño pendeja!! La situación con José te tiene mal...> peleaba internamente.
Carlos, que refugiado por las luces del escenario se dedicaba a observar al público se fijó en una mujer de la primera fila y al instante se le secó la boca. Agradeció en silencio que estaba justo en el puente musical de lo contrario podría haber pasado una vergüenza.
<Que mujeron...> Se dijo a sí mismo.
Avanzó un poco por el escenario acercándose al borde y pudo distinguir bien de quien se trataba: Isabel Lascurain, la Pandora.
La energía que entre ellos se creó obligo a Isabel a no apartar sus ojos de aquel muchacho que la miraba con intensidad al tiempo que entonaba "Solo tienes que decir que si." La sola idea de todo lo que aquello provocó tanto en su mente como en su cuerpo la hicieron presionar aun más sus piernas y disimuladamente cruzó sus brazos sobre su pecho, ese muchacho le estaba provocando mil sensaciones, muchas más en un minuto que su marido en años de matrimonio.
- Quiero ser el único que vive entre tus besos y yo quiero ser le huracán que viaje por tu cuerpo y yo quiero ser la otra mitad que buscaste tanto tiempo y quedarme aquí solo tienes que decir que si, mmmm. - finalizó el artista mirando sonriente y de manera penetrante a Isabel queriendo decirle en aquellas letras muchas cosas.
Todos aplaudieron a la joven promesa y este agradeció con una reverencia desde el escenario.
***
- Muchachas ¡Aquí están! - saludó Pedro, director de Sony, a las Pandora que se encontraban en bola conversando junto a sus maridos y amigos cercanos del medio. Todos saludaron al recién llegado y este luciendo su mejor sonrisa se unió al grupo. De pronto hizo un alto llamando a alguien que, cuando Isabel lo vio venir, sintió sus bragas humedecerse de manera instantánea.
- Ven aquí jovencito, quiero presentarte a estas personas. - unió al recién llegado al grupo. - Carlos, ellas son Yuri, Mayte, Fernanda e Isabel.
Carlos, como todo un caballero tomó la mano de cada una depositando un beso en el dorso de su palma. Al momento de tomar la mano de Isabel, que fue la última, una descarga de corriente eléctrica se esparció por ambos cuerpos haciendo que en automático se miraran a los ojos e Isabel quitara su mano de manera repentina.
- Bueno, los dejamos, tenemos que seguir saludando. - comenzó a despedirse Pedro. - Disfruten la tarde.
Ambos se alejaron y el grupo siguió su amena plática, sin embargo para Isabel las cosas no continuaron igual.
Había pasado gran parte de la tarde y ya estaba anocheciendo, y desde aquel saludo con el muchacho no pudo apartar los ojos de él. Para donde se movía, sus ojos lo buscaban, disimuladamente claro, pero no podía evitar la necesidad de saber en donde se encontraba. Para satisfacción de la mujer, Carlos no se quedaba atrás en el mismo tema, durante infinitas ocasiones sus miradas chocaron y desde aquel momento Isabel supo que no iba a poder escapar.
Llevaba encima ya bastantes copas de espumante mezclada con cócteles que, como ya era conocido por ellas y por su círculo, hicieron que el apetito sexual de ella se despertara y por primera vez en años, no era a su marido a quien quería en su cama.
- Me quiero ir. - anunció de pronto y tanto su marido como sus hermanas la miraron sorprendidos.
- ¿Qué tienes Ila? - preguntó Fernanda preocupada. - ¿Te sientes mal?
- Gordita... traes temperatura o ¿Que? tus mejillas están muy rojas. - Mayte se acercó y puso sus manos sobre su cara. Isabel se quitó.
- ¿Me acompañan al tocador? - pidió comenzando a caminar en dirección de los aseos. Al llegar a estos echó a correr el agua y mojándose las manos puso éstas sobre su nuca.
- ¿Que te pasa Isabel? - volvió a preguntar Mayte sin quitarle la mirada de encima.
Isabel, cerciorándose de que no hubiera nadie reconoció: - Estoy caliente, eso me pasa.
En el rostro de las otras dos se asomó una sonrisa que terminó en carcajada.
- Yo no le veo el chiste. - dijo a la defensiva observando como las otras dos intentaban contener la risa.
- ¿Y por eso estás así? - preguntó Fernanda. - Pero Ila, lo extraño aquí sería que no estuvieras caliente, llevas 4 copas de champán, todos sabemos lo que sucede contigo y esa bebida. Isabel las miró.
- Ustedes no entienden nada. - les dijo seria y sin más salió del baño en dirección a su marido que platicaba con Mijares.
- Vámonos al hotel. - dijo nada más llegar a su lado. José Manuel la miró. - Por favor. - suplicó en un susurro. El hombre se despidió de su amigo y tomó a su esposa de la mano guiándola hacia el interior del hotel.
Carlos, que en su lejanía había observado todo decidió también dar por terminada su fiesta, igual y corría con suerte y lograba conversar con ella en el ascensor, pero algo en su interior le gritaba que esa noche sería inolvidable.
Como si el destino estuviera de su parte, alcanzó a la pareja justo cuando tomaban el ascensor por lo que, al verlo, José Manuel puso la mano para que este no se cerrara y el joven alcanzara a entrar.
- Gracias. - dijo sonriendo y mirándolos a ambos. Eran los únicos que abordaban el pequeño espacio por lo que Isabel quedó presa entre esos dos hombres. A un lado tenía a su esposo, y al otro, al culpable de su deseo.
- ¿Puedes marcar el piso 10? - pidió Carlos. Isabel volteó a verlo.
- ¿Piso 10? - repitió la castaña mirándolo.
- Sí. - afirmó el joven. - Tengo la habitación 104, piso 10. - volvió a repetir.
Todo en el interior de esa mujer se revolucionó, ¿y ahora como le haría? tenía a ese hombre al lado de su cuarto y por muy creyente que fuera, la tentación era cada vez más grande.
- Nosotros vamos al mismo piso. - comentó José. - Tenemos la habitación 105, somos vecinos de alcoba.
Ambos rieron e Isabel solo esbozó una sonrisa.
Al llegar la pareja y el vecino se bajaron del ascensor y se dirigieron a sus habitaciones.
- Fue un gusto conocerlos, espero que nos veamos más seguido. - se despidió Carlos junto a su puerta.
- Claro que si hombre, dalo por hecho. - respondió José Manuel y tomó a su esposa por la cintura. Isabel, una vez más, solo sonrió.
***
Dentro de la habitación a José solo le bastó mirar a su mujer para saber lo que pasaba, esta, sin previo aviso se lanzó a sus brazos atrapando sus labios en un beso feroz. Él mismo había sido testigo de la cantidad de alcohol que había bebido y sabía lo que pasaba con eso, y sintiéndose culpable por lo del día anterior y el anterior, y la semana atrás, y el mes pasado, correspondió al beso intentando poder cumplirle.
A medida que avanzaba el beso iba desapareciendo la ropa, dejándolos a los dos solo en ropa interior, él en bóxers y ella en un conjunto de encaje rojo pasión, favorito de él hace algún tiempo. Consciente de todo, José Manuel comenzó a acariciar el deseoso cuerpo de su mujer tomando en su poder aquella cola que antaño lo volvía loco, sin embargo, nada lograba encenderlo y se sentía un miserable.
Rompiéndo el beso la miró a los ojos suplicando perdón.
- Lo siento Isabel, no puedo. - y tomando su ropa salió de la habitación dejándola en medio de la habitación al borde del llanto.
Un par de rebeldes gotas resbalaron por sus mejillas y con rabia se las quitó, definitivamente su matrimonio se había acabado, no aguantaría una humillación más por parte de él y era obvio que en la ecuación había un tercero.
- Si tú fuiste capaz de hacerlo, pues yo también. - pensó en voz alta llena de rabia.
Abrió su maleta y mientras revolvía buscando secaba las lágrimas que seguían cayendo. Al fin encontró lo que buscaba: una bata de seda roja que le llegaba a medio muslo. Sin dilación la puso sobre su cuerpo y ató las cintas en un nudo apretado que hacía ver su cuerpo como un reloj de arena. Calzándose sus zapatillas de dormir abrió la puerta de su recamara y decidida la cerró caminando un par de pasos hasta toparse con otra puerta blanca. Cegada en primera instancia por el deseo y seguida por el despecho, tocó a la puerta con tres toquidos que retumbaron en sus oídos. Segundos después la puerta se abría mostrando a un hombre sin camisa que la miraba estupefacto.
Devolviéndole la mirada intensa, y con la mano izquierda afirmada en el nudo de la bata, se abrió paso hacia la habitación de su vecino que sin decir una palabra la siguió con la mirada cerrando la puerta a su tras. Sus miradas se encontraron, penetrantes, insistentes, una con asombro, alegría y deseo; la otra con deseo, despecho y rabia. Ninguno era capaz de romper el silencio, la tensión que allí se había creado era digna de admirar, casi se podía sentir como cada poro del cuerpo de ambos corría a encontrarse con su homónimo y solo faltaban segundos para que uno de ellos hiciera el siguiente movimiento.
Sin más Isabel desató el nudo de su bata dejándola caer a sus pies mostrando su cuerpo al hombre que tenía frente a ella. Él la miraba embobado, paseaba su mirada por ella sin dejar un solo rincón de su cuerpo desprotegido de su vista. Era Perfecta.
Su pelo con ondas caía por su hombro derecho descansando en el seno del mismo lugar. Su pecho subía y bajaba de manera rápida con cada respiración. Sus caderas prominentes lo incitaban a posar sus manos en ese lugar y perderse allí por siempre, y sus piernas... no podía dejar de imaginarlas alrededor de su cintura mientras se enterraba una y otra vez dentro de ella.  Al finalizar su escaner, volvió a su rostro, aquel angelical pero endemoniado rostro. Volvió a sus ojos, aquellos que lo habían atrapado y que ahora parecían desprender fuego... aquellos ojos que iba a dominar como a toda esa fiera que tenía semi desnuda en el centro de su habitación dónde su piel era reflejada por la más sensual y tenue luz que enmarcaba sus respiraciones llenas de ganas, emanaban una esencia de lujuria, una esencia de pasión.
- ¿Sabes que quiero? - preguntó Isabel con voz entonada y segura en su postura. -Quiero que está noche dejes de lado esa dulzura, esa simpatía encantadora que tienes, quiero que me trates con las ganas que tus ojos reflejan en este instante, quiero que me faltes el respeto con tu cuerpo intrépido, quiero que me tomes con locura y me hagas una y otra vez tuya, quiero que me...
Interrumpiendo su letanía Carlos se acercó a ella quedándose a milímetros de su cuerpo. Levantó una mano y comenzó a enumerar con sus dedos. - No dulzura... no simpatía... no respeto... - se acercó a un más a ella aun sin tocarla. - Isabel... voy a cogerte como nadie lo ha hecho nunca. - sentenció.
Con ambas manos tomó aquella cintura que gritaba su nombre y sin piedad atacó su boca comiéndose sus labios y arrasando con su lengua todo a su paso.
Al contacto de esas manos sobre su cuerpo, éste reaccionó al sentir que eran unas manos nuevas, dándole cierta incertidumbre que estaba loca por conocer. Entregándose por completo a ese beso atrevido que la estaba incinerado por dentro, sus lenguas jugaban el más delicioso de los juegos del placer. Fue así como se apartó solo un milímetro para tomar una bocanada de aire y decirle: - Sí, quiero que me cojas hasta que mí cuerpo este lleno de ti, hasta que mí respiración ya no funcione, hasta que mí garganta ya no pueda decir una palabra y eso créeme que será todo un desafío.
Mientras sus bocas seguían chocando en otro eterno y loco beso, Isabel comenzó a bajar sus manos por aquel torso marcado hasta el borde del pantalón que traía puesto y que sin duda alguna estorbaba. Con prisa empezó a desabotonar ese jeans y a bajar lentamente el zipper. Fue ahí cuando rompió el beso y de sorpresa tomo el miembro de Carlos y empezó a masturbarlo sin dejar de mirarlo a los ojos. De golpe lo soltó y él con un gran desconcierto no sabía qué hacer, porque lo había dejado a mitad de camino. En ese instante Isabel acercó una silla y le ordenó: - Siéntate ahí.
Una sentado y ansioso por continuar con la experiencia, sintió como Isabel se sentaba de espaldas sobre él haciendo precisos movimientos en todo su miembro.
Ella sentía su prominente erección y eso la estaba volviendo loca de placer. Con sus cuerpos pegados, la castaña tomó las manos de Carlos posando una sobre su pecho izquierdo y con la mano derecha lo guiaba tocando cada parte de su cuerpo como si fuera un suave lienzo a punto de ser penetrado por el más oscuro y vivaz de los óleos que pudieran existir.
Sin pensarlo se dejo hacer, él era un macho alfa y siempre llevaba el control en todo, sobre todo en la cama, pero esa mujer había llegado para desestabilizar sus formas. Su piel era suave y tersa como la más fina porcelana que sentía vibrar bajo su toque. Sin demora la mano que tenía sobre el seno se cerró en torno a este apretándolo con fuerza sin causar dolor, provocando un gemido por parte de la mujer que tenía sobre él y que en ese momento movió su cabeza hacia atrás apoyándose en su hombro. Sin dejar de amasar esa parte de su anatomía, su otra mano que vagaba por su cuerpo comenzó a descender por su abdomen llegando al borde de su panty. Iba a seguir su descenso pero la mano de Isabel lo detuvo. Él la miró intrigado.
- Ahhhh... Tranquilo cariño, quién te mostrará lo que le gusta seré yo. - se acomodó meneando sus glúteos sobre aquel joven que estaba extasiado, sentía como el movimiento en círculos no dejaba de sentir a flor de piel ese deseo de estar dentro de ella. Pero Isabel siguió su cometido y volvió a mover su mano adentrándola es su cetro nervioso más preciado, esa era la zona que hacía disfrutar a su cuerpo.
Con movimientos envolventes comenzó a rodear su clítoris entrando en un viaje de ida y sin regreso.
- ¿Te gusta el conjunto de ropa interior que tengo? - preguntó estirando la cabeza sobre el hombro de Carlos.
¿Le estaba hablando? Logró pensar él en aquel momento. Sus áreas cerebrales parecían un rompecabezas desarmado, necesitaba conectar su cerebro con su lengua para poder responderle que ese conjunto lo había vuelto loco. Pero ¿cómo hacerlo si tenía una de sus manos en el centro más que húmedo de esa mujer y su culo presionaba su miembro a punto de estallar? Un movimiento de ella sobre su pene hizo que volviera a la realidad. - Me encanta. - respondió. - Me volvió loco desde que te vi llegar. - continuó pasando saliva. - Realza tu belleza... tu perfección... - finalizó suspirando y giró su cabeza para tomar la boca de aquella diosa mientras sus manos seguían tocando y descubriendo todo de esa mujer.
Un fuerte gemido hizo que Isabel necesitara tomar una bocanada de oxígeno.
- Oye, ¿Y no piensas que esta tela está estorbando entre los dos? - preguntó con un tono jodidamente sexy. Carlos tenía una conmoción de pensamientos, no podía creer la MUJER que tenía a su merced y se encontraba con una pequeña inseguridad de que responder porque cual fuera su respuesta sería el punto de explosión en su cuerpo y mente, sin dudas él quería eso pero aún no era el momento o quizás si; y fue allí donde eligió que sea la primera de las más arriesgadas respuestas que daría a lo largo de todo esa intensa noche.
- Pues debo confesar que te hace ver tan preciosa cómo jamás imaginé, pero quiero verte completamente desnuda y deleitarme con todo este cuerpo - le dijo hablándole con un tono grave al oído.
Ella suspiró y contestó: - Entonces pídeme que me lo quité. - mientras volvía hacer un movimiento de presión con su trasero en la inminente excitación, se paró y quedó frente a él observando a aquel moreno que traía un torso increíble, parecía tallado por el más talentoso de los artesanos.
- ¡Ay señora Lascurain! Cómo que a ustedes le encanta jugar con fuego, ¿verdad? Quiero que te quites todo ese conjunto ahora. - ordenó sin dejar de ver sus grandes senos que eran como el más bello monte recubierto de una piel tornasol en cálidos colores rosados que la hacían ver cómo la diosa que era.
Ella lo miró con una gran sonrisa, esa mirada de deseo sobre su cuerpo le causaba una satisfacción enorme y más aún saber que ese hombre más joven que ella quería poseerla como nunca antes lo había imaginado.
Fue así como comenzó a bajar lentamente los breteles de su bra hasta quitarlo por completo dejando sus pechos al más maravilloso descubierto que ambos habían experimentado. Continuó brindando ese majestuoso show jugando con el borde de su tanga de encaje rojo, lo subía y lo bajaba mordiéndose el labio inferior clavando su mirada en la de Carlos y preguntó:
- ¿Y esto también quieres que me lo quité? ¿O mejor no?
El moreno trago fuerte y dijo:
- Déjala, quiero que hoy sea mí juguete.
Al oír esas palabras no soporto más la lejanía de sus cuerpo y corrió hacia la silla en la que él se encontraba sentado subiéndose a él, abriendo las piernas para rodear su contorno y que sus centros se rozaran más aún dándole un fuerte beso, un beso que era como un trozo más de leña para avivar ese fuego que se había prendido entre los dos.
Carlos saqueó su boca aun más si era posible, ya se estaba volviendo adicto a ese sabor. Sus manos vagaron por su cuerpo llegando a sus pompas, lugar en el que sin previo aviso soltó un azote con ambas manos y apretó fuerte. La cordura ya lo había abandonado y sentía que en cualquier momento iba a explotar de placer. Tenía sobre el contoneándose a una mujer mayor rica en experiencia que lo estaba llevando a lugares inimaginados solo con moverse sobre su sexo y besarlo como lo estaba haciendo.
Buscando aire se separaron e Isabel, sin soltar sus manos de detrás de la cabeza de él, se hizo hacia atrás dándole una perfecta visión de sus senos expectantes de atención... En cualquier momento iba a explotar.
- Que maravilla... - dijo él susurrando al ver aquellas blancas montañas que se erguían frente a el. Subiendo su mano izquierda se hizo paso entre sus cuerpos para jugar a placer con el pezón del mismo lugar. Miró su rostro un par de segundos observando como éste se transformaba por las sensaciones que causaba y acto seguido bajo su boca hasta el seno derecho, apoderándose de él.
- Mmmmm... ¡me encanta! - exclamó Isabel al sentir la lengua de ese hombre jugando con sus pezones haciéndolos erguirse dándole una placentera sensación de ardor. Cada milésima de segundo movía su cuerpo pegándolo más y más a al de él. Pasó sus delicadas manos por del cabello de Carlos tirando la cabeza hacia atrás para encontrar sus miradas apabulladas de excitación, sus pupilas parecían dilatarse como si la droga más fuerte hubiera entrado en ellos, podía asegurarse que jamás o en mucho tiempo, ninguno de los dos había experimentado una aventura así.
Carlos al sentir como esa mujer tiraba su pelo la miró y esbozó una enorme sonrisa de satisfacción.
- Vaya señora usted va por todo ¿Verdad?
- La intensidad es algo que me caracteriza en todos los ámbitos de mí vida. - respondió ella sonriente.
- Eres perdidamente preciosa María Isabel.
- Shhh... - dijo posando su dedo en los labios de el. - ¿Sientes eso?
- ¿Qué cosa?
- Mi interior llamándote a gritos, como me inspiro frente a ti, como me siento empapada y de qué modo me calientas jovencito... - relataba mientras Carlos la miraba embobado. - Ya deja de mirarme así, no era que me ibas a...
- Voy a cogerte como nadie lo ha hecho nunca... - repitió esa promesa una vez más al tiempo que comenzaba a correr hacia un lado el tanga de esa mujer dejando su sexo al descubierto. - No se si primero probarte... - decía dejando mordiscos en su cuello. - O poseerte... - susurraba las palabras en tono grave comenzando a pasar la mano sobre su mojado sexo. - No se si voy a poder aguantar un minuto más sin hacerte mía... Quiero fundirme en ti Isabel... - confesaba comenzando a penetrarla con sus dedos elevando su excitación a niveles superiores.
- ¡Ay por dios Carlos que delicia! - exclamó mientras con una mano se sostenía de su cuello y la otra la metió en su pantalón, tomo su miembro.
- ¡Madre santa cariño! ¿Qué tienes aquí? Esto es todo para mí? - preguntó mientras se saboreaba pasando su lengua por los labios
- Si la señora lo quiere, lo tendrá... Todo.
Se levanto con ella en brazos tal y como la tenía, sin dejar de masturbarla y se dirigió a la cama. - Ya me decidí... - y sin más la lanzó sobre la cama de manera brusca. Isabel asombrada y excitada por la acción se quedó tumbada de espaldas y deseosa de más sin pudor alguno abrió sus piernas. Se inclinó hacia adelante para tomarlo nuevamente del cuello para decirle: - Dame una lección de frescura, una lección de locura, no tiene nombre lo que me excitas. Quiero que entres en mí ya! Quiero que me...
- Que te coja como nadie lo ha hecho. - completó la frase interrumpiéndola.
La intensidad de su voz y su mirada fueron la perdición de Isabel. Sin más demora se abrió totalmente de piernas para él y Carlos sin perder el tiempo quito el tanga lanzándolo por algún rincón. - Ahora vas a gritar tan fuerte como te lo permitan tus cuerdas vocales, porque no pienso detenerme hasta conseguir que te corras como nunca lo has hecho. - acercándose a su boca dijo a escasos centímetros. - Saluda a quien te hará enloquecer de placer querida. - y la besó. La besó con hambre, con deseo, con pasión... Le devoró la boca dejándole los labios magullados y a ella sin respiración.
Al finalizar el beso le sonrió con lujuria y lentamente bajo hasta estar entre sus piernas. - Pero mira que tenemos aquí. - pronunció muy cerquita generando con su aliento cosquillas en aquel lugar. - Mojada y dispuesta para mí... No puedo esperar más.
Lánguidamente acercó su boca hasta aquel secreto paraíso y lo devoró por completo.
Isabel al sentir como se movía esa lengua en su centro hacía que retorciera su cuerpo entero, en cada movimiento pedía a gritos que se bebiera cada gota de su placer. Sus gemidos retumbaban en la habitación, esas ondas sonoras eran el combustible perfecto para que ese hombre la llevará al punto máximo en el cual estalló en un gustoso y fuerte orgasmo. Su cuerpo se tensó  provocándole un latigazo de electricidad que corría por cada rincón de su clítoris e insaciable como de costumbre, eso no le había bastado.
Mientras el moreno subía depositando pequeños besos en su piel Isabel lo empujó a un lado de la cama subiéndose sobre él y pegada a su rostro le dijo: - Ahora la que te hará cosas inolvidables seré yo. Yo te haré ver las estrellas, me vas a suplicar que te deje en paz, te demostraré todo lo que te puede encantar y te...
- Voy a coger como nunca lo han hecho. - la interrumpió una vez más tomándola por la nuca y bajando su rostro hasta dejarlo a escaso milímetros del suyo. - Estoy ansioso por acabar contigo... - una breve risa se formó en sus labios. - Aunque sería mejor acabar en ti... - sentenció volviendo a tomar sus labios.
- ‎Pues entonces hazlo de una vez y acábame donde tú quieras. - dijo aquella  mujer con una mirada desafiante y repleta de ganas que ése hombre la llenará por completo.
- ¿Está segura señora Lascurain? - preguntó con un brillo casi diabólico en los ojos - Le advierto que ha despertado a un monstruo - avisó sin despegar sus ojos de su perfecto y acalorado rostro
Isabel se acercó hacia él y tomó el labio inferior con sus dientes dando una suave mordida y tiro de él hasta soltarlo.
- Siempre estoy segura, dile a ese monstruo que haga lo que más le guste.


María's

Ensordecidos de PlacerWhere stories live. Discover now