/23/ Una vida juntos.

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Narra Becca.

Terminé de guardar mis cosas en el bolso y bajé las escaleras, no faltaba mucho para que Justin pasara por mí. Justo cuando estaba por sentarme en el sillón escuché el sonido del timbre.

Me arreglé el vestido y fui a abrir. Justin llevaba puesto un traje plateado y tenía el cabello peinado de lado.

—Wow —sonreí—, el traje te queda muy bien.

—Gracias —sonrió y sacó la mano izquierda que tenía oculta en su espalda. Me extendió una preciosa rosa—. Ésta es para ti.

—Gracias Jus —la recibí y besé su mejilla.

—Te ves perfecta esta noche.

—Gracias —me sonrojé y me giré para caminar a la cocina y poner mi rosa en agua.

—¿Ya nos vamos? —preguntó aún en la puerta.

—Sí, espera —tomé mi celular y le envié un mensaje a mi mamá.

—¿Tus papás no están?

—No, avisaron que iban a llegar tarde. Me pidieron que les dijera cuando pasaras por mí.

—Bien.

Una vez que estuve lista salimos de la casa y la cerré con llave. Cuando volteé, descubrí una flamante limusina blanca estacionada frente a mí hogar.

—¿Y esto?

—Nuestro transporte, muñeca —me miró y guiñó el ojo.

—¿Estás loco? —reí.

—Mi novia y mi bebé merecen lo mejor.

—Eres increíble Justin —y no me refería al hecho de que hubiera contratado una limusina, sino a que se refiriera de esa manera a mi bebé—. Te amo.

—Yo te amo más.

Nos subimos y nos dirigimos a nuestra cita. En el trayecto estuvimos platicando, besándonos, cantando y tomándonos fotos. En cada oportunidad que Justin tenía, acariciaba mi vientre.

Después de unos minutos paramos en un restaurante, él me ayudó a bajar y caminamos a la entrada tomados de la mano. Ahí había una chica recibiendo a los clientes.

—Buenas noches. Bienvenidos, mi nombre es Marissa, ¿mesa para dos? —preguntó sonriente.

—Tengo una reservación a nombre de Justin Bieber.

—¿Bieber? —buscó en su lista hasta que dio con él— Oh, una disculpa. Siganme.

Entramos al lujoso restaurante y caminamos a través de algunas mesas hasta que llegamos a unas escaleras.

—Suban por ahí —nos indicó—. Disfruten su comida y mucha suerte —sonrió una vez más y se fue.

—¿Suerte? —pregunté confundida.

—No sé —de encogió de hombros—, ¿vamos?

Me sujeté de su brazo y comenzamos a subir. Las escaleras eran anchas por lo que ambos cabíamos perfectamente. Conforme subíamos, se iba poniendo más oscuro.

Yo soy el papá | J.B |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora