Black

362 41 8
                                    

Mis sábanas quedaron vacías, intactas, pero, desde el día en que se fue, siempre vacías. Extendidas frente a mí, como me abandonó su cuerpo, ya demasiado tarde para lamentos. Demasiado tarde para perdones o culpas. Demasiado tarde para todo. Pues se fue sin retorno, con la única opción de no mirar atrás.

Jamás las volví a utilizar, siquiera yo, ni quiero hacerlo. Lo normal sería que me aferrase a ellas, sabiendo que son una de las pocas cosas que tuvieron, o tienen, su esencia, y puedo conservar sin que me sea arrebatado. Pero no, no me resulta coherente; ¿por qué querría yo abrazar algo que no es su cuerpo?

Los horizontes rodeando su alma, acariciando su frágil ser, como lo hace la tierra al sol. Fiel a su silueta, a su textura y a su incierta existencia, dejándola ir sin quererlo. Porque, ¿quién querría dejar ir a tan bella criatura?
No sólo hablo por mí; la vida en sí solía amarle, tratándolo dulcemente y otorgándole lo más bello existente y por existir. Ofreciéndole dulces elixires, que sólo él sabía disfrutar. Qué se puede​ decir; era su don el hacer sonreír a cualquiera.
Sin embargo, la muerte también lo deseaba con desespero, como se podrá saber.

Ahora ese gozoso aire, que tantas veces saboreé, ha cambiado demasiado; duele, ahoga, como si alguien estuviera agarrando mi garganta y apretando, quitándome el aliento sin remedio. No me permite respirar, es imposible, es tóxico.
Él era mi luz, mi única luz que me permitía seguir adelante, mi ser comenzó a existir gracias a él; ¿cómo podría vivir sin lo que he nacido para amar?

Siempre supo darme esperanzas hasta en el momento más oscuro; siempre me dio una sonrisa y me brindó su mano.
¿Yo qué pude hacer por él?, ¿alguna vez hice algo siquiera?
Y, Dios, le enseñé todo lo que pude, le ofrecí todo lo que alguna vez supe, y que ahora, con total seguridad, ya no recordaría. Porque me encantaba ser yo quien le llenara de conocimiento.
Me encantaba​ pensar que algún día le devolvería el favor.
Porque nunca supe lo que vio en mí.

Sé que también me dio todo lo que alguna vez llevó, en todos los sentidos. Me dio su corazón, su alma, su mente, su cuerpo; su ser completo me perteneció, a mí, y sólo a mí. ¿Por qué creía que yo valía tanto?
Me enseñó cada herida, cicatriz y recuerdo que pudo.
¿Por qué siempre creyó en mí?

Saco mis manos de los bolsillos de mi chaqueta, llevando con ellas un cigarrillo y mechero.
Están ásperas y en verdad descuidadas, pongo el cigarro entre mis labios y las sacudo entre las nubes, fingiendo tocarlas, imaginando poder alcanzarlas, como siempre he deseado desde que tengo memoria.

¿Para qué fue todo?, ¿para que terminase así? Si es así, ¿con qué sentido? Yo le amé, él me amó, vaya que me amó, ¿no pudo ser eso suficiente?
El amor debería ser todo lo necesario en esta vida, ¿no es así como piensan algunos?
Si todas esas son mentiras que nos dijeron desde niños, ¿por qué siempre tuve la esperanza de que el amor sería suficiente?
Enciendo el cigarrillo de una vez, dando una gran calada con cansancio.
Nunca me ha gustado fumar, en parte gracias a Leo, pero, ¿qué importa ahora?

No hay imágenes, como fotos. Esos recuerdos, todos se han oscurecido por completo, tatuando todas y cada una de las cosas que conozco; todo mi conocimiento manchado en locura y opacidad.
¿Quién podría iluminarlos, si no es él?

Salgo a dar un paseo; no siento que sea divertido, más lo necesito. Tanta soledad comienza a despertar memorias pasadas que prometí no recordar.
Cruzo por un parque donde hay niños jugando, divertidos. Corren de un lado a otro, tan ajenos a tanto sufrimiento.
Su único pesar es no ganar un tonto juego o rasparse las rodillas.
Puedo sentir su alegría, entonces; ¿por qué me marchito?
¿Por qué no pude ser como él y tener una muerte digna?, ¿por qué no puedo sólo descansar?, ¿por qué nunca pude ser puro, como todo ser lo es al comienzo?

Todos esos pensamientos pervertidos rondan en mi cabeza, recorriendo cada vez que algo en mí se rompió; cada herida, traición y golpe de algún conocido.
Me giro violento, sí, estoy girando únicamente para volver a la fría soledad.
Me alejo tan rápido como suele esconderse el sol.

Debo volver a casa.
Me digo a mí mismo, sin siquiera estar seguro si fue un susurro o sólo un pensamiento.

- ¡Tú eres el culpable, tú lo alejaste de nosotros y lo dejaste morir! - gritó una vez Linda, la madre de Butters, con tanto dolor como rencor en su voz.

- ¿Yo el culpable? Así desearía que fuese, no sabe cuánto. He pasado noches sin poder dormir a causa de esto, y que me diga aquello, por el contrario, me reconforta - suspiré y bajé la mirada, con mis ojos comenzando a humedecerse en contra de mi voluntad -. Pero no es así, no soy yo el culpable; no hay uno siquiera. La vida siguió su curso, y por más que desearía que no sea así, todo debe terminar. Porque todo ser, muere solo.

Aquella fue la última confrontación. Después de ello me rehusé hasta a hablar con Karen.

Cuando ya estoy dentro de lo que alguna vez llamé hogar, sólo me aseguro en cerrar la puerta.
Antes hubiese corrido por la casa, buscándolo; lo encontraría dentro de nuestra habitación y lo llenaría de besos, y por fin me sentiría completo.
Ahora sólo puedo resignarme a pensar y quizás dormir un poco.

Voy a la cocina por un poco de agua; mis labios están agrietados por deshidratación.
Pero al tomar el vaso, no puedo ejercer presión suficiente para sostenerlo y este resbala.
Y mis ásperas manos recogen los vidrios rotos, sin importar posibles heridas. Tampoco me doy el tiempo para maldecir o suspirar, sólo limpio y vuelvo al cuarto.

Me recuesto sobre la​ cama y, sin más, las lágrimas caen. ¿Para esto fue todo? Todas esas fotos, esos recuerdos, esos momentos, se han oscurecido; marcaron todas las cosas.
No hay nada que pueda salvar.
Estoy tan vacío como al comienzo; solo, perdido, dañado y más palabras deplorables. Y sin embargo, todas correctas.
El amor, con el tiempo, oscureció mi mundo, lo ennegreció, se volvió malo; lo peor de mi vida. Esa distorsionada forma de amor tatuó todo lo que he visto, lo que he sido, y lo que algún día pude ser.
Pero él me enseñó el verdadero significado, ¿alguien siquiera puede entender todo lo que él hizo por mí?, ¿lo mucho que dependía de él sentimentalmente​? Mi humanidad completa estaba hecha de sus palabras; su moral y sus ideologías de vida.

Sé que pudo tener una vida hermosa, mucho más hermosa que la de cualquiera. Ahora sé que eres una estrella en el cielo, Leo. Adornando el cielo de cualquier persona; la más magnífica estrella.

De cualquier persona, pero, ¿por qué...?

Sollozo y escondo mi rostro entre mis manos, pese a que nadie me observa.

- ¡Dijiste que no te irías, lo dijiste, Leo! ¡Dijiste que no lo harías, pero​ lo hiciste, mierda! - grito afónico, abrazando mis piernas con fuerza y rompiendo en un llanto furioso -Te fuiste y me dejaste aquí solo.

Solo porque sólo podría estar con él.

Quiero irme con él, dormir para nunca despertar otra vez; mas pienso que su vida no dejaría rastro, que todo aquello que me enseñó ya no existiría.
Sin mencionar, esta maldición de inmortalidad que no permitirá que me junte con él nunca.

-Vuelve y ve lo mucho que significas para mí.

De cualquier persona, podría ser, pero, ¿por qué no la mía?
¿Por qué no puede ser mía?
¿Sólo mi estrella?

Cómo desearía poder suicidarme y acabar con toda la mierda que estoy sintiendo.
Si tan sólo tuviera el alivio de que lo superaré.

¿Cómo se puede superar a una estrella?

Black; bunnyWhere stories live. Discover now