Capítulo 2

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Fort Carson, Colorado
Prisión militar

Alrededor de cuatro hombres iban con prisa hacia una prisión en Colorado, eran unos hombre de traje y una seriedad alta, y acompañados a ellos iban el general a cargo de la central de operaciones y una joven mujer pagada del gobierno que haría el papel de una abogada. Al llegar a la prisión pidieron el acceso inmediato, algo que no se les negó al ver que venían del gobierno y de un centro secreto.

Un oficial los llevó hasta el patio de la prisión donde una gran variedad de presos estaban alrededor de algo. Subieron a una segunda planta donde podían apreciar lo que los presos veían con tanta emoción.

Era una pelea entre presos, un hombre alto, robusto, pelinegro, con grandes cicatrices por todo su cuerpo, contra un hombre más bajo, delgado, rubio y que le estaba dando una gran pelea a esa gran hombre.

—Ahí está Kuroashi— habló el general viendo como el rubio esquivaba con facilidad cada golpe de su oponente, todo con una sonrisa burlona en su rostro. —¿Lo puedes sacar de aquí, Shakky?

La mujer revisó unos papeles que traía en la mano y asintió.

—Si, no habrá problema alguno. Pero, ¿creés que Kuroashi acepte estar de nuevo en la agencia?— preguntó la mujer con interés. —nosotros somos los que lo pusimos aquí después de todo.

—No le dejaré otra opción— habló firme el general viendo cómo el rubio terminaba ese encuentro cuando su oponente caía al suelo, tal vez noqueado.

Con gritos de parte de los guaridas fue como se dispersaron los presos, sacando al rubio de ahí y dirigiéndolo a la sala de interrogatorios. Era ahí donde esperaba impaciente el general Silvers Rayleigh, y una de las mejores espías del gobierno con el sobrenombre Shakky.

El rubio vio sin expresión alguna a las personas que se encontraban frente a él.

—General, es una sorpresa verlo por aquí— habló con tranquilidad el rubio, sin dejar de enfrentar a ese hombre con la mirada.

—Iré al grano Kuroashi— dijo el hombre peliblanco, dejando en claro que no deseaba perder el tiempo —ha surgido un imprevisto en la base secreta de Libia. Alguien se infiltró en la base de datos y robó toda nuestra información.

El general vio indignado al rubio cuando a éste se le asomó una gran sonrisa en su rostro.

—Esa es una verdadera tragedia— contestó el joven con burla, dejando a la vista sus perfectos dientes.

—Este es un asunto serio, te pediré que lo tomes con más seriedad.

—¿Seriedad?, Acabo de saber que una de las mejores bases secretas ha sido hackeada, no lo puedo tomar con seriedad, ¡es demasiado gracioso!

—Por la situación mencionada, el estado se ha visto obligado a buscar a alguien con la capacidad de enfrentar a aquel sujeto quien se le denominó "Dios".

Con lo último dicho al rubio se le fue la sonrisa burlona para pasar a un gesto molesto y negativo.

—Me niego— pronunció con lentitud cada palabra.

Fue turno del general mirarlo con burla con aquella respuesta.

—No puede negarse Kuroashi. Ya se han hecho todos los arreglos para que vuelva a trabajar para la agencia aunque no acepte— El rubio apartó la mirada pensando su situación. —Necesitamos que encuentre al responsable.

—Mencionó que lo denominaron "Dios", entonces ¿por qué cree que yo soy el indicado para competir contra alguien superior a mi?

—Es el único quién se le puede asemejar las habilidades en informática.

Un largo suspiró fue lo que salió del rubio como respuesta. Ahí estaba el hombre que buscaba, fue el pensamiento que cruzó en la mente del hombre viejo ante el drástico cambio de comportamiento en el rubio.

—Aceptaré con una condición— habló firme el rubio después de meditar todas sus posibilidades.

—No estas en posición de pedir condiciones— habló esta vez la mujer que todo ese tiempo se había quedado callada viendo la conversación de los hombres.

—Es algo simple.

El general asintió —¿Qué es lo que quieres?

—No sigo ordenes. Si hago algo lo haré por mi parte.

—No podemos dejarte hacer algo así.

—¿Quién es el genio de la computación?— contestó de forma brusca el rubio callando lo que quería decir el general —haré lo necesario para rastrear al culpable y encontrarlo, pero nadie va a decirme qué hacer. Mientras haga mi trabajo supongo que no habrá problemas.

—Mientras lo hagas de manera correcta, no importa la forma, encuentra al culpable.

Sin más que discutir el peliblanco hizo una señal su acompañante, que está solo se retiró del lugar a hacer lo que se la había encargado; sacar a Sanji Kuroashi de esa prisión.

—Esperamos toda la cooperación de su parte— dijo mientras se dirigía hacia la salida, pero lo paró de nuevo el joven rubio.

—Después de esto, ¿qué me pasará?— aquella pregunta mataba al rubio, aunque muy en el fondo conocía la respuesta.

El hombre viejo suspiró y miró al rubio por primera vez con una expresión suave e incluso con un brillo de lástima.

—Sabes el protocolo, el gobierno no da segundas oportunidades.

El rubio se quedó admirando por donde había desaparecido aquél hombre, una risa rota salió de sus labios y no pudo evitar golpear sus puños en la mesa que se encontraba frente a él. Se tomó la cabeza y respiró repetidas veces. Claro que sabía la respuesta; al gobierno no le convenía que alguien de su capacidad tuviera en sus manos tanta información. Su único destino al terminar aquel trabajo sería... la muerte.









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JAPÓN, Centro de Kioto.
Departamento 302.

Daba vueltas por todo su departamento, recorría el lugar en un extraño baile que sólo el comprendía, todo mientras tarareaba una canción de vals y una sonrisa surcaba su rostro. Paró para volver a su computador y reproducir aquella conversación que había espiado por una cámara de seguridad de una prisión en Colorado, Estados Unidos.
Exactamente aquella prisión donde se encontraba aquel hombre que por poco tiempo admiró y a quién había obligado a ser su contrincante en esa batalla donde, estaba seguro, él sería el ganador.

«Mencionó que lo denominaron "Dios", entonces ¿por qué cree que yo soy el indicado para competir contra alguien superior a mi?»  se escuchaba la voz del hombre rubio por el video ahora reproducido.

«Es el único quién se le puede asemejar las habilidades en informática»

Una y otra vez puso aquella parte del video escuchando atentamente cómo el rubio lo llamaba "Dios". Sonrió aún más, una casi de psicópata.

—El juego empieza Sanji Kuroashi...veamos quién de los dos es el mejor...

¿Amor o Admiración? :San♡Uso:Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang