Epilogo

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—¿Seguro que estoy bien? —preguntó Niall.
—Cariño, por enésima vez, estás estupendo —sonrió _________, dando un golpecito en la silla—. Siéntate. La señora Klein dijo que tendríamos que esperar unos minutos.
Niall se sentó, intentando controlar los latidos de su corazón. Estaban en Miami, donde unos minutos después vería a su hijo Bobby por primera vez en muchos años.
Habían tardado tres meses en encontrarlo y solucionar todos los problemas burocráticos, pero por fin había llegado el día que Niall pensó no llegaría nunca.
—¿Y si no le gusto?
_________ sonrió, tomando su mano.
—Le vas a encantar, como a mí. Como a Nathaniel.
Niall apretó su mano y cerró los ojos, sobrecogido de emoción.
_________ y él se habían casado un mes antes y se habían instalado en Masón Bridge. Ella trabajaba en la consulta del doctor Edmund Hall y Niall había vuelto al cuerpo de policía. Cada día era un regalo, cada día su amor por __________ y Nathaniel crecía un poco más.
Niall miró entonces a Nate, que estaba jugando en una esquina de la habitación. Nate era un regalo del destino y el lazo que había entre ellos era cada día más fuerte.
Demasiado nervioso como para permanecer sentado, Niall empezó a pasear por la habitación. ¿Y si Sherry, antes de morir, le había dicho al niño que su padre era un canalla? ¿Y si Bobby no quería saber nada de él?
Lo único que deseaba era una oportunidad para querer a su hijo, una oportunidad de ser un buen padre. Esperaba… rezaba para no haber llegado hasta allí y llevarse la mayor desilusión de su vida.
La puerta se abrió en ese momento. Barbara Klein entró y, tras ella, un chico de pelo oscuro y ojos marrones. El corazón de Niall se paró durante una décima de segundo al ver a su hijo.
—Bobby, este es el hombre del que te he hablado —dijo Barbara—. Es Niall Horan.
—Hola.
Bobby le ofreció una tímida sonrisa y Niall tuvo que resistir el impulso de tomar a su hijo en brazos y apretarlo tan fuerte que nada ni nadie pudiera volver a separarlos nunca.
—Hola —dijo Niall, luchando contra una emoción tan intensa que amenazaba con ahogarlo.
—Voy por una taza de café —dijo Barbara entonces.
—¿Le importa si Nathaniel y yo vamos con usted? —preguntó _________. Niall la miró, asustado, pero ella sonrió—. Necesitas estar a solas con tu hijo.
Niall sabía que era verdad y la quiso aún más por saber lo que necesitaba y permitirle estar a solas con el hijo que había amado… y perdido.
Un momento después, ________, Barbara y Nate se habían marchado, dejándolo solo con Bobby.
—¿Quieres sentarte? —preguntó, señalando una silla.
—Vale —dijo el niño.
—¿La señora Klein te ha dicho quien soy?
Bobby asintió.
—Dice que eres mi padre biológico.
«Padre biológico». Aquello sonaba tan impersonal, tan frío.
—Sí, soy tu padre biológico y he estado buscándote, rezando para encontrarte durante los últimos cinco años.
—¿Ah, sí?
Bobby lo miró y en los ojos del niño, Niall vio confusión y recelo.
—Claro que sí —contestó Niall—. Durante todos estos años, ha habido una habitación para ti en mi casa. Cada año, te compraba un regalo el día de tu cumpleaños. Y en Navidad también. Te compraba algo que pensaba que te gustaría.
—¿Dónde vives?
—En un pueblo pequeño, a unas cuatro horas de aquí. Se llama Masón Bridge. Mi casa está en la playa y cuando eras pequeño, te sentaba en mis rodillas y el sonido de las olas te hacía dormir.
Bobby frunció el ceño, pensativo.
—Me parece que recuerdo eso.
Niall hubiera deseado rodearlo con sus brazos para sentir su calor. Pero también sabía que tardaría tiempo en conseguir la confianza de su hijo. Y que tendría que ganarse su cariño.
—La mujer que estaba aquí contigo… ¿es tu mujer?
— Sí. Y tiene un hijo de dos años que se llama Nate.
Bobby pensó un momento.
—¿Y vamos a vivir todos en la misma casa?
—Sí —contestó Niall—. Bobby, sé que todo esto debe ser abrumador para ti, pero te diré una cosa. Te quiero mucho. Te he querido desde el día que naciste y si nos das una oportunidad, creo que seremos felices juntos. ¿Quieres darnos una oportunidad?
Niall contuvo el aliento, temiendo los días, meses, años perdidos. ¿Sería demasiado tarde? Sabía que para un niño, un día podía ser como toda una vida. ¿Habrían pasado demasiadas vidas para Bobby?
El niño lo miró y detrás de las dudas, detrás de la confusión, Niall vio un brillo de anhelo y en ese anhelo vio esperanza.
Tiempo y cariño.
Niall sabía que esos eran los ingredientes que borrarían el recelo y las dudas de sus ojos, el escudo que Bobby había levantado para protegerse. Tiempo y cariño. Y Niall tenía mucho de las dos cosas.
—¿Qué dices? ¿Nos darás una oportunidad? — volvió a preguntar, ofreciendo su mano.
Bobby se quedó pensando un momento y después estrechó la mano que le ofrecía.
—Vale.
El mundo había dejado de girar y Niall sintió que volvía a hacerlo cuando su hijo pronunció aquella palabra.
Un minuto después, Bobby y él salían de la habitación. _________ se puso de pie, preocupada. Niall no la había amado nunca tanto como en ese momento.
Ella era la guardiana de sus sueños, de su corazón, de su alma. Cuando él sonrió, la expresión preocupada desapareció de su rostro.
—Bobby quiere que nos vayamos a casa.
Los ojos de _________ se llenaron de lágrimas.
—Eso es maravilloso.
En ese momento, Nate se acercó a Bobby y se abrazó a sus piernecitas.
—¡Bubi! —exclamó.
—Me parece que a Nathaniel le gusta tener un hermano mayor —dijo _________.
Nate empezó a dar palmaditas, encantado porque su madre había entendido el mensaje. ¡Un hermano mayor! Era lo mejor que le había pasado nunca, además de tener a Papá Niall.
Mientras los cuatro se dirigían al coche, Nate le dio la mano a Bobby con la más encantadora de sus sonrisas. Se daba cuenta de que su hermano estaba un poco nervioso y le hubiera gustado poder decirle que todo iba a salir bien. Pero como no conocía las palabras de los adultos, hizo lo que se le daba mejor, sonreír.
Bobby sonrió también, tímidamente, pero era suficiente. Nate supo que no tardaría mucho tiempo en darse cuenta de que Papá Niall era el mejor papá del mundo y su mamá, la mejor mamá del mundo. Y Nate pensaba ser el mejor hermano pequeño que Bobby hubiera podido desear.
Nate soltó una carcajada infantil. Sí, la vida era estupenda. No solo había conseguido un padre, sino algo mucho mejor. Una familia.
Fin.

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