Mundo Rojo [KiriBaku] - BNHA

Parte Única

El mundo de Kirishima Eijirou siempre había sido rojo.

Un rojo brillante y hermoso, como el de los rubíes o el cabello de su ídolo Crimson Riot. Siempre había sido explosivo, pero en un buen sentido. El rojo estaba lleno de vida, por eso es que había teñido su cabello y tomó su color favorito para su nombre de héroe.

El mundo seguía siendo rojo para Kirishima. Pero ese día, su mundo se había transformado en un rojo como la sangre.

Y era gris, gris como las cenizas y la muerte, cuando la piel se empieza a enfriar por la falta de calor. Le había tocado verlo no muchos minutos atrás.

Pero en ese exacto minuto, su mundo era negro. Negro como el vacío eterno, o simplemente negro como sus párpados no pudiendo mantenerse abiertos por los hilillos de sangre que caían de su frente y el intenso cansancio de usar su Particularidad.

Había estado feliz de tener que luchar para salvar a aquella ciudad en caos, pero apenas entonces se estaba dando cuenta de lo inexperto que eran él y el resto de sus compañeros. Todo era un desastre mayor, y la gente gritaba y chillaba por sus heridas o seres queridos muertos en el ataque.

Y Kirishima no podía hacer absolutamente nada, más que huir y tratar de reponer sus fuerzas para poder endurecer sus músculos ya que era básicamente lo único que sabía hacer.

Deseó haber tenido una habilidad más útil, como la de Mina —a la cual siempre había admirado y envidiado de pequeño— o una más fuerte, como la de Bakugou Katsuki. Si bien era un arma de doble filo, más en manos de alguien tan cabezota como él, Kirishima deseó ser menos inservible.

Una explosión no muy lejana le llamó la atención. Principalmente porque ese estruendo había hecho volar un edificio pequeño en pedazos y eso no podía ser obra de otra persona.

Quizás no fuera la compañía más idónea, pero Kirishima no podía pensar en nadie más con quien estar en ese momento. Poco importaban los insultos, berrinches o explosiones que esa persona pudiese provocar. Con todo eso, él sabía que podría olvidarse por un par de segundos el campo de batalla que tenían alrededor.

El simple pensamiento envió una boba sonrisa a su magullado rostro.