16 SALDAMOS CUENTAS

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Mientras mi padre y yo regresábamos al templo, una sensación extraña nos invadió a ambos. Las luciérnagas que volaban a nuestro alrededor apagaron sus luces repentinamente y comenzaron a caer muertas.

—¿Que sucede?— Pregunté.

Apolo miró a sus alrededores nuestras me rodeaba con un brazo de manera protectora.

—Ticio no esta muerto— Confirmó.

—¿Que? Yo mismo lo maté— Me defendí.

Él puso sus dedos en su barbilla. Podía reconocer la preocupación en su mirada por la manera la que arrugaba la mirada.

—¿Que sucedió cuando lo mataste?

—Explotó como una bola de luz—Le contesté.

Apolo abrió los ojos como platos. Luego, me llevó con mas prisa dentro del templo. En su interior seguían estando mis amigos rodeados de una manada de lobos.

—Roger Mcgee y Román Filoworth—Llamó Apolo— Vengan con nosotros.

Roger volteó a mirarme junto con mi padre divino. En su mirada no hubo mas que impresión. Abrió los ojos y la boca, luego nos señaló con un dedo levemente tembloroso.

—Usted...es...el papá de Arion.

Román dejó de acariciar a un lobo con el que estaba, y luego miró a Apolo de manera despectiva. La ira recorrió su rostro como cuando el agua comienza a hervir a alta temperatura. Así que alimentado de este rencor, Román tomó la espada de Roger y se elevó por los aires utilizando sus alas.

—¡AAAAAGG!

Román blandió la espada en dirección a Apolo. Mi padre lo recibió cubriéndose con su arco dorado que había aparecido de la nada. Muy similar a como había invocado mi espada de luz en el coliseo, y luego fue recibiendo los repetidos ataques.

—Roman, ¿Que estas haciendo?—Le grité.

—No me importa que sea tu padre, me las pagará por quitarme a mi mamá—Me contestó.

Volvió a desplegar sus alas y bajó de picado hacia mi padre. Apolo no se inmutaba ante sus ataques, pero no tenia una postura arrogante al respecto. Se veía compasivo ante su ira.

Luego, entre un momento, Apolo levantó su mano y convocó una red de luces que envolvieron a Román. Mi amigo cayó al suelo debido a que sus alas quedaron inmovilizadas.

—¡Agh, sueltame!—Gritó Román.

—Román Filoworth, debes escucharme— Dijo Apolo.

—¡Tu no me das ordenes!—Riñó.

—Muy bien, hijo de Eros. No te daré ordenes, pero debes escucharme, por favor—Suplicó Apolo.

Incluso con esas precisas palabras Román quedó impresionado. Supuse que no esperaba que un dios conociera la palabra «por favor», así que dejó de revolverse. Sin embargo, su rostro seguía enfurecido y lleno de lágrimas. 

—Román, se por qué cargas con este odio—Prosiguió Apolo— Vengo a decirte que yo no fui quien mato a tu madre.

—¡Mentiras! —Rugió Román— Ella enfermo de la nada. Ningún hospital supo ayudarla. Nos decían que su enfermedad no estaba registrada, que no sabían curarla.

—Eso es porque fue Eros quien la envenenó— Le explicó Apolo.

—¿Qué?

—Lo que oyes. Eros sabía que un gigante trataría de acabar con mi linaje, y también sabía que habría una profecía que nos salvaría. Conocía el dato de que tú serias parte de ella.

—¡No te creo! Eros me dijo que tú la mataste porque odias a mi padre.

En ese instante hubo una corriente de viento que alerto a los lobos e hizo que se dispersaran. El viento tenía un olor dulzón, pero tenía una potencia tan fuerte que parecía que un tornado estaba a punto de comenzar dentro del templo.

Pude divisar plumas blancas que comenzaron a revolotear en el aire y comenzaron a dar vueltas sobre su eje, uniéndose todas y formando una figura.

Eros.

El dios del amor alado nos miró a todos con cierta diversión, como si estuviera observando un programa de televisión. Venia vestido con un traje blanco con una corbata negra. Sus dos enormes alas emplumadas resaltaban enormes y majestuosas en sus omoplatos. Llevaba el cabello oscuro y lacio hasta los hombros. Su piel era blanquecina y tenía unos penetrantes ojos rojos sangre.

—Creo que le debes unas explicaciones a tu hijo, Eros—Dijo Apolo con enojo.

—No veo porque—Contesto el dios con un gesto, quitándole importancia—Solo hice lo que debía.

—¿Padre, a que te refieres? — Dijo Román.

—A que tu padre mato a tu madre mortal para vengarse de mí. A eso se refiere, Román—Le contesto Apolo.

—¿Es cierto? —Le dijo Román a Eros.

Eros se limitó a sonreír a Apolo con arrogancia. Luego, mi padre se tambaleo hacia atrás como si hubiera sido empujado levemente.

Una flecha blanca con rojo atravesaba su hombro.

—¡Papá! — Me alarmé.

Fui junto a Apolo y le mire el icor dorado que se derramaba por su desnudo torso.

—¿Qué rayos te pasa? — Le grité a Eros.

—Pruebo quien es el mejor arquero, eso es lo que hago.

Estaba a punto de sacar a Dupkri para atacar al dios, pero Apolo me detuvo antes. Se sacó la flecha del hombro, el cual se curó inmediatamente.

—Eros. Admito que fui muy arrogante al decirte eso hace años. Pero ahora soy otro y te pido mi más sinceras disculpas—Le dijo Apolo con serenidad.

—Sí, sí, sí. —Hizo un gesto molesto Eros—Desde que Zeus te hizo mortal un año te hiciste todo un santo, bla,bla,bla. ¡No me interesa! ¡Nadie es mejor arquero que yo! ¡Nadie!

—Eros. Debes dejar este rencor. No te servirá de nada.

Pero Eros no escuchó. De pronto su figura desapareció en el viento, y el sonido de flechas siendo disparadas llenó el aire. Apolo me empujó hacia un lado, debido a que una flecha estaba a punto de atravesarme la cabeza.

—¡Vayan al campamento! Ticio aún no está muerto. Sé que va a atacar allá ahora—Nos dijo Apolo mientras le disparaba a su invisible enemigo.

—¡Vamos, Arion! —Me dijo Roger.

Me llevo junto a Román, y luego lo libere de las redes de luz. Mientras corríamos fuera del templo, Román miro hacia donde se encontraba su padre. Su ira ya no estaba dirigida a Apolo. Ahora era hacia Eros.

—Vamos Arion. Pateémosle el trasero a ese gigante. Luego me encargo de mi padre—Me dijo.

ARION ELAINE: EL HIJO DE APOLODonde viven las historias. Descúbrelo ahora