Capitulo 15

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Andrea había querido consolarlo, pero cuando los labios de samuel se aplastaron
contra los suyos, ese deseo de consuelo se vio reemplazado por una emoción más
fuerte.
Samuel  no le dio ocasión de respirar, ni de pensar mientras tomaba ansiosamente
su boca. La rodeó con sus brazos, apretándola contra él como si quisiera atravesarla.
Andrea  puso las manos sobre su pecho, pensando en empujarlo para protestar
por la caricia. Pero, de repente, sus brazos, como por voluntad propia, empezaron a
subir por el duro torso del hombre hasta enredarse en su cuello. Sin pensar, se
abandonó al sensual asalto.
Se dio cuenta de que quería que samuel la besara. Por instinto, había sabido que él
besaría con una pasión desenfrenada. Y, realmente, no se había equivocado.
Samuel  introdujo la lengua en su boca, haciéndola bailar con la suya. Al mismo
tiempo, había conseguido meter la mano sana dentro de la camiseta para acariciar su
espalda.
La suave caricia, unida al calor del beso, hizo que una ola de deseo la recorriera.
Su cabeza se llenó del aroma del hombre, la masculina fragancia de colonia fresca y
jabón.
Samuel  Coffey podría no ser su príncipe azul, pero desde luego sabía besar.
Entonces, él abandonó sus labios y empezó a besarla en el cuello. Andrea sabía
que lo sensato sería apartarse, distanciarse de aquel roce embrujador, de la magia de
sus labios.
Pero no quería ser sensata y no quería distanciarse. Ni siquiera estaba segura de
poder dar un paso atrás porque le temblaban las piernas.
Sin pensar en las consecuencias, echó hacia atrás la cabeza y cuando enredó los
dedos en su pelo, se sorprendió al notar que era sedoso y suave.
—andrea  —susurró samuel , mordisqueando su oreja—. Te deseo tanto…
Esas palabras, pronunciadas con voz ronca, enviaron un escalofrío de excitación
por todo su cuerpo. Pero junto con el escalofrío llegó el primer susurro de sentido
común.
Podía permitirse a sí misma caer en la red embrujadora que él estaba tejiendo a
su alrededor, enterrar la cabeza y dejar que le hiciera el amor. Pero, ¿qué pasaría
después?
Como máximo, sería un buen recuerdo de vacaciones para llevarse a casa, un
apasionado souvenir de una noche con el hombre equivocado.samuel no era hombre
para ella y andrea no pensaba cometer el mismo error que había cometido con Bill.
Además, estaban muy emotivos justo antes de besarse. No confiaba en los
sentimientos de samuel hacia ella, no creía en la sinceridad de su pasión. Era solo  del momento. Samuel … —empezó a decir, empujándolo suavemente.
Él la soltó, como asustado de su propia pasión.
—Perdona —se disculpó, con los ojos brillantes—. Hace mucho tiempo que no
tenía una mujer en los brazos y me he dejado llevar. No volverá a ocurrir.
Samuel se sentó a la mesa y empezó a servirse arroz. Andrea se sentó también,
temblando aún por las sensaciones que él había despertado.
—También hace mucho tiempo que no me abrazaba un hombre. Y también me
he dejado llevar.
Samuel  le dio un plato con pollo agridulce.
—¿No has estado con nadie desde… el padre de Nathaniel?
Ella se puso colorada.
—No —contestó—. ¿Y tú?
—Ha habido un par de barcos que pasan en la noche, pero no muchos y
ninguno duró demasiado. Encontrar mujeres que entiendan lo que hay es muy
difícil.
—¿Y qué es «lo que hay», samuel ?
Él tomó un trozo de pollo y masticó cuidadosamente. El brillo de sus ojos había
desaparecido.
—La mayoría de las mujeres quieren cenas a la luz de las velas, miradas llenas
de pasión, palabras dulces que no significan nada y, lo peor de todo, compromiso. A
mí lo único que me interesa es una sana relación física, sin ataduras emocionales.
Si andrea había sentido algún remordimiento por detener aquel beso, el
remordimiento desapareció instantáneamente. Aquella explicación demostraba la
enorme diferencia que había entre ellos.
Le gustaba samuel y se sentía muy atraída por él, pero ella nunca sería uno de esos
«barcos que pasan en la noche». Sabía que su cuerpo y su corazón estaban unidos y
hacer el amor para ella era mucho más que una simple y sana relación física.
Durante unos minutos comieron en silencio. Mientras andrea disfrutaba la
comida, le daba vueltas a la historia de samuel
Tenía un hijo… un hijo al que obviamente quería y que había perdido. Le
apenaba mucho su pérdida. Andrea no podía imaginar la vida sin Nathaniel.
Querer a un hijo, como samuel había querido al suyo durante tres años, verlo
crecer, enseñarle a andar, verlo experimentar con todo, abrazarlo y… perderlo
después, debía ser una experiencia trágica.
Un grito de Nathaniel interrumpió los pensamientos de andrea y su cena.
Cuando entró en el salón, el niño estaba sentado en el sofá, restregándose los ojitos.—Hola, renacuajo.El niño levantó los bracitos, sonriendo, y ella lo abrazó con fuerza, apenada por
la terrible historia de samuel
Pero Nathaniel, ajeno al drama, mostró su desagrado ante el apasionado abrazo
y andrea tuvo que dejarlo en el suelo.
—Seguro que tienes hambre.
—¿Le gusta la comida china? —preguntó samuel cuando entraron en la cocina, de
nuevo huraño como de costumbre.
—En realidad, Nathaniel come de todo —contestó andrea , echando en un plato
un poco de pollo agridulce. El niño probó un poco y sonrió a samuel, como para
probarle su amplia variedad de experiencias culinarias.
—Será mejor que no le des un palillo. No me quiero ni imaginar lo que podría
hacer con él.
Andrea iba a replicar con otra broma, pero una mirada al rostro de samuel la
detuvo. Estuvieron en silencio durante un rato. Él mantenía la expresión seria como
un escudo, como retándola a romper el muro de silencio que había erigido.
Y, de nuevo, cuando el silencio se alargó, andrea se encontró a sí misma
pensando en Bobby. Según lo que samuel le había contado, el niño debía tener en aquel
momento unos ocho años.
No podía imaginar por qué Sherry había querido alejarlo de su padre y
tampoco podía imaginar por qué no lo había registrado con sus apellidos en la
partida de nacimiento. Imaginaba que samuelno querría seguir hablando del asunto,
pero no podía evitar sentir curiosidad.
—¿samuel ?
—¿Qué?
—¿Por qué Sherry no te inscribió como padre en la partida de nacimiento? ¿Es
posible que Bobby no sea tu hijo?
Casi lamentó haber preguntado al ver cómo el dolor oscurecía los ojos del
hombre. Por un momento, pensó que iba a enfadarse, que iba a decirle que se metiera
en sus asuntos. En lugar de eso, samuel dejó el tenedor a un lado, tomó un sorbo de
agua y frunció el ceño, pensativo.
—Bobby es mi hijo. Estoy completamente seguro de eso. Todo el mundo decía
cómo se parecía a mí. Aunque tenía los ojos marrones como su madre, era mi vivo
retrato.
—Entonces, ¿por qué Sherry no te registró como padre del niño?
Samuel  se apoyó en el respaldo de la silla. —No estoy seguro. No puedo saber qué
se le pasó por la cabeza en ese momento, pero he especulado mucho.
—Oto —dijo Nathaniel, alargando una manita pringosa.
Andrea  le dio otro trozo de pollo y después se concentró en samuel .—¿Y?—Creo que Sherry sabía que no iba a quedarse conmigo durante mucho tiempo.
Creo que no puso mi nombre en la partida de nacimiento porque no quería que
hubiera problemas sobre la custodia del niño, nada que la atase a mí.
—¿Y tampoco quería que el niño tuviera una relación con su padre?
Samuel  sonrió, pero era un gesto carente de humor.
—No me gusta hablar mal de los muertos, pero el hecho es que Sherry podía ser
extremadamente egoísta. No pensaría en el interés de Bobby, solo en el suyo propio.
No quería problemas de ningún tipo y compartir la custodia del niño habría sido un
problema.
—Qué triste —murmuró andrea , mirando a Nathaniel—. Parece injusto que tú
quieras ser padre y no encuentres a tu hijo y que yo tenga un hijo cuyo padre no
quiere saber nada de él.
Una sonrisa cínica curvó los labios de samuel
—¿Es que aún no te has dado cuenta de que la vida es injusta, que el amor no lo
conquista todo y que los sueños son meras fantasías que te da la vida para desear lo
que no puedes tener?
—Pero tú debes creer que, algún día, habrá un final feliz para ti y para Bobby,
que lo encontrarás.
—Dejé de buscarlo hace dos años.
—¿Por qué? —preguntó andrea, incrédula.
Samuel  se levantó y llevó su plato al fregadero.
—Porque no valía de nada —contestó cuando estaba de espaldas—. Nadie
podía decirme nada, era imposible localizarlo. Este es un país muy grande.
—Pero…
Samuel  se volvió entonces y la miró con expresión de furiosa amargura.
—Yo soy el mejor investigador del estado y mi especialidad es buscar gente que
ha desaparecido, pero no he podido encontrar a mi hijo.
—samuel … —empezó a decir andrea, levantándose—. Yo creo que deberías
volver a Miami y seguir buscando a Bobby.
— Mira, tú puedes creer en cuentos de hadas, pero no intentes que los crea yo.
Si un tono de voz pudiera matar, andrea sería cadáver. En la voz del hombre
había una profunda desesperanza y le hubiera gustado abrazarlo, consolarlo hasta
que se convenciera de que podría haber un final feliz para él.
Pero, por supuesto, eso sería una tontería. Samuel Coffey no significaba nada para
ella y no debería importarle si durante el resto de su vida era el hombre más
amargado del mundo.
No debería importarle si tenía esperanzas o creía en el amor. Ni si tenía sueños
secretos. No debería importarle y, sin embargo, el vacío de sus ojos, el frío desdén
que había en su voz rompían su corazón. No debería importarle, pero le importaba.—Mira, andrea—empezó a decir samuel entonces, pasándose una mano por el
pelo—. Has sido una enorme ayuda para mí durante los últimos días. Has pasado
mis informes al ordenador, me has hecho el desayuno y me has ayudado a vigilar a
un canalla. ¿Por qué no hacemos las paces? Ya no me debes nada, así que puedes
volver a tus vacaciones y yo puedo volver a mi vida.
—Eso no suena nada mal.
Obviamente, samuel quería que desapareciera de su vida. Y ella no pensaba
quedarse donde no era bienvenida.
Andrea  tomó a Nathaniel en brazos y aunque el niño protestó, ella decidió
ignorarlo. Seguramente no habría terminado de cenar, pero compraría una
hamburguesa o cualquier otra cosa en el camino.
—No olvides la bolsa de los pañales —dijo samuel , con expresión indescifrable.
—No te preocupes —replicó ella—. No pienso volver por aquí.
Después de eso, salió de la cocina y fue al salón para tomar la bolsa y la mantita
de Nathaniel.
—¿andrea ?
Ella se volvió desde la puerta.
—Espero que disfrutes de tus vacaciones.
—Tengo intención de hacerlo.
Unos minutos más tarde, con Nathaniel sentado en su silla de seguridad y solo
cuando la casa de samuel había desaparecido de su vista, andrea reconoció el vacío que sentía en el corazón.

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