Parte 2

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La llevé al hotel donde me hospedaba por esa noche y en el ascensor no pude contener más las ganas de acorralarla contra la pared, besarla apasionadamente en los labios e ir bajando por su cuello.

Ella no reprimió un gemido, haciéndome entender que estaba encantada con mis caricias por su cuello y mis manos recorriendo la parte interna de sus muslos.

Llegamos a la planta y se abrió la puerta del ascensor. Me alegré de que fuera de madrugada y no hubiera nadie deambulando por los pasillos.

Salimos del ascensor sin dejar de besarnos y abrí la puerta de la habitación como pude porque ella no dejaba de provocarme con sus ardientes besos por mi cuello y quitándome los botones de la camisa.

Entramos y la apoyé contra la puerta, cogiéndola en brazos, cuando ya me había quitado la camisa por completo. Ella rodeaba mi cuello con sus brazos y jugueteaba con mi oreja izquierda mientras yo seguía recorriendo el valle de sus senos con besos. Mi erección se hacía más que notable y le rozaba en el estómago, haciendo que me deseara aún más.

Me desabroché el pantalón, me bajé los boxers con rapidez y levanté la falda de su vestido, corriendo su tanga. Nos miramos directamente a los ojos, ambos lo deseábamos... aunque mañana nos arrepintiéramos de habernos dejado llevar tanto...

Entré en ella y sentí que nunca debería haberla dejado escapar. La miré. Ella había soltado un gemido al notarme entrar y ahora me miraba descarada, mordiéndose el labio inferior. Nos volvimos a besar mientras nos fundíamos el uno en el otro, una y otra vez.

Sus uñas terminaron clavándose en mi espalda desnuda. Sonreí conociendo demasiado bien esa sensación. Estaba a punto de llegar al clímax.

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Contemplé a mi ex marido dormir plácidamente. La palabra "ex marido" sonaba irónica en mi mente.

Después de llegar al climax varias veces en esa noche, nos quedamos dormidos completamente exhaustos. Él me rodeó la cintura con su fuerte brazo, como si quisiera asegurarse de que iba a quedarme a dormir con él. Y yo dejé mi cabeza reposar encima de su firme pecho, enrollando mis piernas en las suyas.

Una parte de mí, sabía que debía escapar a tiempo y otra parte de mí, se negaba a separarme ni un centímetro de él.

Miré el reloj que había encima de la mesita de noche. Si había dormido algo había sido poco más de media hora. Suspiré.

Antes de que amaneciera me iría de la habitación, tal y como lo hice hace siete años en México. Era la única manera de escapar de él, partir sin despedidas, sin que pudiera convencerme de lo contrario.

Ya hace siete años fue casi igual. Nos casamos rápido, sin darnos tiempo a conocernos a fondo. Nos amábamos con locura, éramos jóvenes. Pero pronto descubrí que la vida de casada no era lo mío. Él nunca estaba, siempre tenía un negocio que era más importante que yo. Decía que lo hacía por los dos pero yo deseaba que se quedara conmigo, aunque viviéramos debajo de un puente.

Cuando llegaba a casa, todo era perfecto, como de un cuento de hadas... o más bien, de una historia romántica para adultos... porque otra cosa no, pero el sexo era increíble entre nosotros. Discutir hacía nuestra pareja más apasionada.

Pero un día me di cuenta de que no podíamos seguir así. Nos estábamos haciendo daño, y el sexo no era la solución de nada. Ese mismo día hice las maletas pero cometí el error de esperarle a que volviera del trabajo. Cometí el error de que me convenciera a través de besos y caricias de arrastrarme de nuevo al dormitorio.

A la mañana siguiente, no esperé a que se despertara y me fui, dejándole una nota de despedida donde le declaraba todo mi amor. Fue la despedida más triste del mundo, y me costó tanto recuperarme de eso...

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⏰ Last updated: Apr 08, 2018 ⏰

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