Parte unica

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Aún no está lo suficientemente lejos para respirar. Necesita alejarse más de los gritos, del fuego y la miseria, sino cada respiro le sabra a ceniza y sangre. El viento empieza a veinir de frente, lanzando nieve directamente hacia ella, pero en el fondo es un alivio, le permite respirar aunque se le congelen los pulmones y los ojos se le nublen llorosos.

Un grito a la lejanía, una mujer.

Golpeó al caballo para que vaya más rapido, el animal responde enseguida, tienen que alejarse con rapidez, los rebeldes no tardaran en notar su ausencia y aunque la nieve empezaba a tapar su rastro prefiere no arriesgarse. El bosque se vuelve cada más frondoso y las ramas empiezan a arañarla en la cara y manos, intenta apegarse lo mas posible al animal, ya no lo guía, las explosiones y disparos son suficientes para que el caballo huya por si solo.

Los rebeldes tomaron el reino, esto no sorprendió a la reina, el pueblo ya había mostrado indicios de odio hacia la corona hacia años, generaciones inclusive. La probeza se había multiplicado en un abrir y cerrar los ojos, y con ella, las enfermedades y la hambruna.

Le había dicho miles de veces a su esposo, el rey, que esperara, que no subiera los impuestos, que eran malos tiempos para el pueblo, las guerras debían esperar. Le había dicho enumeradas veces que dejara de malgastar en soldados y diera más a los agricultores, casi de rodillas le había suplicado que notara la desdicha de su propio pueblo.

Pero nunca la escucho, y ahora su cabeza y cuerpo estaban separados.

El caballo tambalea girando hacia la derecha. El viento aumenta de velocidad y la nieve no permite ver el camino. La reina tiene que enderezarlo, tiene que seguir recto si quiere llegar a Destino. Toma las riendas y obliga al animal a corregir el paso.

El camino se vuelve irregular y cada vez más seguido el caballo hace un giro brusco porque un árbol se le cruza enfrente.

La mujer se gira para ver al reino. El castillo cubierto de llamas genera la ilusión de que es una especie de fogata gigante, he inclusive tan lejos un pequeño rasgo de calor toca la magilla de la reina, casi quiere ir hacia el calor, tan apetecible al compararlo con el frio al que se enfrenta. Las lágrimas salen volando directamente de sus ojos y se congelan en pleno vuelo.

El caballo no disminuye la velocidad hasta que el reino desaparece a la lejanía, aunque el rojo vivo de las llamas sigue notándose en el cielo.

La nieve no permite ver mucho más allá de los 3 metros, así que cuando un tronco aparece de pronto el caballo apenas tiene tiempo para saltar. La caída es mala, muy mala, la mujer cae del caballo esforzándose por caer de espaldas, al tocar el suelo ella simplemente se queda sin aire. Puede que la nieve disminuya la fuerza del impacto, pero el frio surca su espalda con tal velocidad, que la mujer está segura de que ahora es bloque de hielo puro. El caballo continua él camino, corriendo despavorido.

Acostada sobre el frio, el galope del caballo ahora es solo un murmullo, para ella aquel murmullo le suena a esperanza, la cual se pierde lentamente y cada vez se escucha menos. Duda que pueda llegar a destino sin su caballo, menos aún que pueda sobrevivir al bosque. Su enorme panza, junto con el dolor que asuma en sus hombros, le impiden levantarse, en ella vive su hijo, quien hubiera sido el heredero de un reino que ya no existe. Quiere llorar pero no puede, es como si no le quedaran fuerzas ni siquiera para hacer algo tan simple como derramar agua por sus ojos. Tiene que levantarse, sabe que tiene que levantarse, es ahora o nunca, sino el cansancio la vencerá y lo único que podrá hacer es dormir. Los rebeldes la alcanzar, si el frio no la mata antes, piensa.

Se apoya con dificultad sobre su hombro izquierdo, el esfuerzo que le conlleva hacer tal movimiento le hace desear poder seguir acostada, al menos un minuto más. Pero no hay un minuto más.

ReinaWhere stories live. Discover now