Capítulo 15: Desolación

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Yo estaba en el laboratorio, un día de trabajo normal. Todo parecía tan raro, sentía angustia en mi pecho. Rosy estaba ahí y me sonreía. Marcos me tocó el hombro apareciendo por un costado.

¿Todo bien? —preguntó. 


Desperté, me encontraba en la celda de los evolucionados, el vacío y la angustia seguían en mi pecho abriéndose y expandiéndose, armándose un lugar para quedarse ahí permanentemente. Me había dormido entre lágrimas ante el dolor de asimilar la realidad.

Antonio me había engañado todo este tiempo, todo había sido mentira, el objetivo real era traerme aquí de algún modo y seguir alguna especie de estrategia más para generar una guerra. Todavía no entendía cómo todo había salido perfecto para él como para conseguir sacarme de la ciudad en el momento perfecto, superaba la ficción, pero era aún más real y doloroso de lo que podía imaginar, me sentía destrozada.

Irrumpieron de golpe en la celda los dos evolucionados, no pude evitar buscar a Sirio, la viva imagen de Antonio, pero no estaba. Me arrepentí, no sabía qué ganaba si le veía, solo romperme más quizá.

—¿Y bien? Ahora díganos de dónde sacaron esa toxina, según me contó su buen amigo Sirio, es de origen natural —dijo Orión en tono autoritario.

—No se los voy a decir... —respondí con la poca fuerza que tenía.

—Altair, por favor —ordenó.

El joven de ojos celestes fosforescentes se acercó a mí y me tomó bruscamente de los brazos, asustándome.

—No, no. ¡Antonio! —le pedí ayuda inconscientemente, llena de pánico.

Altair me arrojó al suelo riendo levemente.

—¿Antonio? ¿No podían escoger un mejor nombre? Nombres humanos ridículos.

Apreté los dientes. Me detestaba a mí misma por haber quedado como tonta pero me sentía más ofendida.

—Ni qué decir de los nombres de ustedes —les reproché.

Orión sonrió.

—Somos superiores a ustedes, es obvio que nuestros nombres deban ser alusivos a cosas superiores: estrellas, galaxias, fenómenos naturales —dijo lleno de orgullo.

—Pero nosotros los humanos les dimos esos nombres. El planeta es nuestro.

Se formó un corto silencio.

—Altair.

El joven volvió a tomarme de los brazos y me tumbó con fuerza en el colchón de la litera, volteé y me agarró del cuello de forma violenta, presionándome contra éste. Empecé a patalear pero era inútil, no estaba usando toda su fuerza pero igual podría matarme.

Orión chasqueó los dedos, Altair me soltó y se alejó. Me agarré el cuello tosiendo, luchando por respirar bien. Estaba indefensa y quería llorar, era horrible.

—Por favor, doctora, no nos obligue a esto, colabore —insistió Orión.

—¡Piérdanse! —grité con voz quebrada.

Me arrepentí. Altair se abalanzó hacia mí soltando salvaje gruñido, y me encogí esperando alguna dolorosa mordida, pero Orión le gruñó haciendo que se detuviera de inmediato y se alejó mirándome con odio.

Respiraba agitada.

—De nada les va a servir matarme —murmuré con enojo volviendo a mirarles—. Yo quería evitar que usaran la toxina.

Los dos se retiraron de la celda y empecé a llorar amargamente, ahogando mis sollozos contra la almohada.


Ojos de gato Tentador [La versión de ella]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora