10. Secuencia de errores

2.5K 155 27
                                    

El desayuno fue bastante peculiar, por no decir incómodo. Ron no quitó sus ojos del plato de cereal durante todo el tiempo, mientras Harry, por su parte, me lanzaba miradas significativas tratando de advertirme algo. El problema residía en que no tenía la más mínima idea de lo que me quería decir. ¿Había dicho o hecho algo malo? Por más que lo intenté, mi cerebro no recordaba nada, así que sólo me quedaban dos opciones que barajar; o era problema de ellos, o bien, me había vuelto paranoica y no pasaba nada en realidad.

Sin proponérmelo, algo aburrida con el silencio que se había provocado, comencé a mirar instintivamente la puerta de Malfoy, esperando que en cualquier momento saliera él para desayunar también. Aún podía recordar la tibieza de sus brazos y su expresión angelical mientras dormía, tan diferente a lo que solía demostrar en nuestra época escolar, donde siempre llevaba la nariz arrugada como si estuviera oliendo mierda.

Una risa involuntaria se escapó de mis labios, ¿quién apostaría que el hurón botador pudiera convertirse en una persona capaz de agradarme? o peor aún, ¿confundirme a tal grado de dudar de mis sentimientos? Sacudí la cabeza alterada ante este pensamiento y traté de enfocar mi atención a la comida, aunque no me duró mucho. La insistente mirada de Harry estaba comenzando a alterarme los nervios.

–¿Te pasa algo? –le espeté molesta.

–Sí. ¿Cómo es posible que...?

Su frase fue interrumpida por un súbito codazo de parte de Ron, que lo miró recriminatoriamente, ordenándole callar. Mi mirada transitó de la cara de mi novio a la de mi mejor amigo, tratando de dilucidar qué se traían entre manos. Parecía que ambos estuvieran hablando a través de sus mentes, excluyéndome de una información que me involucraba directamente.

–¿Por qué tanto misterio? –inquirí, colocando ambos codos en la mesa–. Díganme, ¿qué sucede?

–No pasa nada, amor –respondió Ron, sin convencerme en lo absoluto–. Es sólo que está un poco molesto porque se peleó con mi hermana y no entiende cómo es posible que aún no lo haya contactado, cuando él no tuvo la culpa.

Harry frunció el ceño y yo no podía descifrar si era porque Ron se había ido de bocazas o porque, en realidad, estaba mintiendo con una facilidad sorprendente. Traté de descartar la segunda idea; él no era una persona mentirosa, por el contrario, tenía un corazón de oro, incapaz de hacer mal a propósito, sobretodo en el último tiempo, en que se había convertido en un verdadero príncipe azul. El pecho se me apretujó al darme cuenta de ello. Estaba con alguien muy valioso, y mi mente volaba en otras direcciones, hacia el caballero oscuro. ¿Qué diria él si supiera que la tarde anterior me abracé cómodamente a Malfoy? ¿Qué diría él si supiera que la noche anterior soñé que bailaba una suave melodía con su peor enemigo? ¿se sentiría traicionado? ¿era objetivamente traicionarlo? ¿cómo me sentiría yo si fueran las cosas al revés? ¿triste, decepcionada, dolida?

–Chicos, me voy. No sé si vuelva antes del anochecer –anunció de pronto Ron, levantándose de su asiento.

–Está bien –le dije mientras tomaba El Profeta y comenzaba a ojearlo, para escapar de la culpabilidad que me había embargado–. Cuídate mucho.

Ron se quedó unos segundos más ahí, parado al frente mío, mirándome con una extraña expresión en el rostro. Luego, me sonrió de una manera que me pareció notoriamente forzada, se acercó para darme un beso en la frente y se retiró, dejándome con una súbita sensación de desazón en el pecho. ¿Qué le ocurría? ¿tendría algún problema y no quería contármelo? Estaba siendo muy egoísta. Tan metida estaba en mis propias contradicciones que no me estaba preocupando de su bienestar, me comportaba como una pésima novia. Hablaría con él cuando llegara en la noche.

Mi Enemigo FavoritoWhere stories live. Discover now