Sumergido

245 14 3
                                    

Hogar, familia, dignidad, esperanza y humanidad, esas palabras dejaron de tener sentido alguno para mí y para miles de personas un lejano 30 de agosto de 1914. Ese día estuve totalmente aterrado por la idea de dejar la granja de mis padres y todo lo que poseía con ella.

La orden de la movilización general no tardó en llegar a mis oídos y, cuando lo hizo, extrañamente todos pensaron que iba a ser un conflicto que acabaría pronto; no puedo negar que yo también fui uno de ellos y varios de los que conocía también.

Hace varios años que no había un conflicto a gran escala en Europa y esos recuerdos de brillantes uniformes o de grandes cargas de caballería aún permanecían en la mente colectiva. Era joven e inocente en aquel entonces, mi principal preocupación era la de mantener al rebaño a salvo y ganarme la paga en el pequeño trabajo que tenía.

Sin duda, la mejor parte del día era ver a Juliet mientras caminaba con sus amigas por aquel largo tramo de tiendas puestas una al lado de otra. Su presencia me tranquilizaba por dentro y hacia que cada día sea aún más alegre de lo que ya era. Como no extrañar aquellos tiempos de felicidad en las que ahora un hombre sin alma, como yo, podía sentir una sensación llamada "tranquilidad".

No puedo evitar derramar algunas lágrimas de melancolía al recordar tales momentos de mi lejana vida como una persona común y corriente pero, ahora mismo, temo que esos recuerdos no puedan ser revividos porque estoy sumergido en una gran atrocidad.

En la trinchera (versión final)Where stories live. Discover now