Capitulo 4

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Al entrar dejé todas mis carpetas sobre la mesa que se encontraba al lado de la puerta.

-Encárgate de dejarlas en mi oficina- ordené.
Mi asistente asintió y sin pronunciar palabra acató la orden que le había dado.
Llegué a la cocina y me puse frente al ojos claros. Me quedé mirándolo fijamente, esperando a que se diera cuenta de mi presencia y levantara la vista. Al ver que no lo hacía decidí hablar.

-No quiero que vuelva a ocurrir lo de hoy. Debe comportarse como lo que es, un empleado.

Lentamente fue dirigiendo su mirada hacia la mía, hasta que sentí sus penetrantes ojos en mi. Estos reflejaban de todo menos alegría. Se fue acercando lentamente hasta que se detuvo al estar frene a frente.

-Déjame ver si entendí. A ese tipo no le dijo nada cuando la estaba por golpear, pero a este empleado le reprocha haberla defendido y acompañado cuando era evidente que lo necesitaba.

-Veo que comprendiste a la perfección, y no vuelva a meterte en mis asuntos.

-¿Me limito a comportarme como un empleado entonces?- susurró mientras se iba acercando cada vez más hacia mi.

-Comportarse como empleado implica que respete mi espacio personal. Se lo pongo con otras palabras, cavernicola, no se me acerque.- Mantuve mi mirada fija en la de él. si pensó que su cercanía me intimidaría estaba muy equivocado.

-¿Cavrnicola? Veo que lo de inventar nombres tiernos a usted se le da muy bien, lástima que no puedo decir lo mismo de los hombres...

-¿Qué está insinuando?

-La próxima vez que salga con un joven, no elija a uno que la golpeé, a no ser que eso le guste.

Cada palabra fue como si me estuvieran clavando un cuchillo repetidas veces. ¿Este tipo qué se piensa? Sin darme cuenta mi cordura y buena postura desaparecieron, provocando que me tirara sobre él como un animal salvaje lleno de ira. Antes de que mi mano se estampara contra su mejilla la detuvo fuertemente y con la otra me tomó bruscamente de la cintura.

-Nunca vuelvas a hablar de mi ni de mi vida. Tú no sabes nada, no tienes idea de nada, así que de ahora en más ahórrate los comentarios si no quieres terminar en la calle.- Escupí furiosa.

-Veo que ya no me tratas de usted, es un avance, ¿no es así?- sonrió en forma de burla.

Su forma de actuar y de responder a mis ataques me sacaban de quicio, este hombre iba a terminar volviéndome loca.

Tomé su mano, la cual yacía sobre la mía, y me solté con fuerza sin esperar que él lo hiciera por su propia cuenta.

-Nunca- mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas- vuelvas a ponerme una mano encima, nunca.

Al escuchar mis palabras su semblante cambió, sus manos fueron alejándose de mi al igual que su cuerpo, hasta que volvió a la bendita distancia que tanto le exigía que debía mantener. Sin esperas respuesta alguna, me di la vuelta y caminé a paso firme hasta llegar a mi habitación, donde cerré la puerta con las pocas fuerzas que tenía y me fui deslizando en esta, hasta que caí al piso, donde comencé a llorar.

...

Al salir del baño tomé un saco de cama que yacía sobre esta y bajé mientras cepillaba delicadamente mi cabello, cuando mi mirada chocó con la de él.

Steven

Levanté la mirada y allí estaba, no podía entender como una mujer tan fría y orgullosa podía parecerse tanto a un ángel. Sus ojos llenos de tristeza y temor aparecían permanentemente en mi mente. Me comporté como tremendo estúpido, olvidé que ese ser tan despreciable seguía siendo por dentro una mujer frágil y actué como un idiota. Sus ojos hicieron contacto con los míos y en seguida esa carita de ángel se tornó en la de una bruja antipática que no sabía cómo sonreír.

-Buenos días Natalie.

-Señorita Miller para usted- corrigió mientras pasaba por al lado mío.

Esta mujer si que logra sacar lo peor de mí en solo un segundo. Quisiera callarle esa boca cada vez que se refiere a mi de esa manera, solo que el método que se me ocurre no creo que sea completamente de su agrado ni apropiado.

Dejé pasar ese comentario y sin decir nada más salí de la sala.

...

Al volver a la casa todo estaba en perfecto orden y en un silencio casi tenebroso. Subí las escaleras intentando hacer el menos ruido posible, puesto que eran las once de la noche y ya todos deberían estar durmiendo. Caminé por los largos pasillos de la mansión hasta que llegué a la puerta de Natalie. Juro que no sé por qué, pero una necesidad de entrar y preguntarle si necesitaba algo se apoderaron de mi al instante.

La luz estaba encendida y la puerta entre abierta, por lo que supuse que estaría despierta.

Iba a entrar cuando sin querer mi pie impactó con un tarro de comida que había en el suelo, el cual supongo que pertenecía al gato, ya que era el único que tenía permitido tener su plato de alimento en la planta de arriba. Afortunadamente no hizo mucho ruido, pero aún así preferí darme la vuelta y seguir mi camino.

-Cavernicola.

Su voz erizó completamente toda mi piel, había sonado tan angelical ese susurro que casi paso por alto la forma en la que se refirió a mi.

-Lo siento señorita, no era mi intención despertarla, solo quería saber si estaba todo bien o si necesitaba algo.- dije mientras me di la vuelta para encontrarme con una mujer a cara lavada, con el cabello perfectamente peinado y un camisón estrecho que dejaba a relucir su hermosa figura. No sé cómo hace para verse cada vez más hermosa.

-Si necesito algo lo diré, no es necesario que se presente en mi habitación a hacer ruido.

Otra vez esa bruja. Hay veces que considero que si mantuviera la boca cerrada sería perfecta. La ira se apoderó de mi, y casi sin darme cuenta ya estaba acorralándola contra su puerta.

Sus ojos se mantenían firmes sobre los míos, lo cual me desesperaba más, tenía ganas de quitarle esa faceta de "nadie puede conmigo".

-¿No puede fingir que es una persona normal y amable por un momento y agradecer un buen gesto de mi parte? ¿Siempre tiene que actuar como una cría malcriada?- susurré mientras mi cara se acercaba cada vez más a la de ella.

-Aléjate- dijo tajante.- No tengo por qué darle explicaciones a un cavernicola como tú que solo sabe...

y sin dejarla terminar de hablar estampé sus labios contra los míos.

Dilo Una Vez MásWhere stories live. Discover now