Capítulo 3

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El mal tiempo siguió hasta el miércoles, cuando finalmente las nubes se dispersaron. Reneé saltó de su automóvil y caminó a su oficina, llena de energía y rebosante de alegría por el sol que asomaba. Le sonrió a Kelly al entrar.

—Llegas temprano—dijo Kelly.

— ¿Qué? Son las nueve, menos cuatro.

—No tienes que llegas hasta las nueve.

Reneé se encogió de hombros en muestra de aceptación de la broma de Kelly. Era una persona nocturna, no diurna; era bueno llegar temprano para varias. Siguió la broma.

—Me despertó el sol—dijo con voz deliberadamente avivada—y estaba tan estupendamente contente que no llovería más... ¿qué está haciendo David?

Su tono de voz cambió abruptamente al mirar por la ventana detrás del escritorio de Kelly. Se le veía caminar por el estacionamiento con lo que parecía ser un pequeño control remoto. Miraba el suelo y movía algo en el tablero.

—Está probando una especie de robot prototipo que inventó—dijo Kelly—. Ha estado entrando y saliendo desde las siete.

— ¡Siete! —Reneé se estremeció.

Ni siquiera estaba despierta a las siete. Las siete de la mañana estaban al borde de la incivilización. Se acercó a la ventana, preguntándose qué sería lo que tenía David jugando desde temprano. Apenas podía ver el pequeño objeto con forma de insecto delante de él. No podía ser más grande que la palma de su mano. Tenía patas; parecía una araña. Observó a David maniobrarlo entre un latón de basura y un arbusto, y luego movió la cabeza.

—Voy a la tienda de Joseph a comprar jugo de naranja—le dijo a Kelly—. ¿Quieres algo?

Esperó mientras Kelly buscaba dinero en su cartera, luego fue hasta el local de su otro vecino, "Bolsa de donas de Joseph". Joseph no las hacía como "Krispy Kreme", pero estaba más cerca de Reneé, y de su figura. Estaba contenta de su fuerza de voluntad, si paraba de comer después de la tercera rosquilla de "Krispy Kreme". En cambio, las de Joseph no le costaban tanto dejarla de comer. Reneé hizo su pedido, luego se retiró con dos bolsas, una con su jugo de naranja y el café de Kelly, y la otra con dos donas. Al salir de ahí se topó con algo; algo que se movía.

Lanzó un aullido y saltó frenéticamente hacia atrás, tratando, instintivamente, de quitar el pie del objeto. Perdió el equilibrio al chocar con algo detrás de ella. Sacudió los brazos tirando las dos bolsas que llevaba y creando una explosión de café y jugo de naranja. Su mente gritaba al imaginarse lo que podía haber pisado. ¿Gato? ¿Sato? ¿Insecto gigante?

Dos fuertes manos la tomaron por los hombros, sosteniéndola y manteniéndola en pies. En ese mismo momento le llamó la atención un ruido en el suelo. El pequeño control remoto que David había estado utilizando para manejar su robot había caído al piso junto al café, el juego y las roscas.

Reneé fijó su mirada en las manos que sostenían sus bíceps, luego giró la cabeza para ver la cara de David. Se quedó helada por un instante, segura de que nunca lo había visto tan de cerca, no era para nada como suponía. Sus manos, con sus estilizados dedos, eran cálidas y seguras. Detrás de sus anteojos, sus ojos azules mostraban preocupación. Tenía una adorable y firme barbilla.

De pronto se dio cuenta que el casi caerse la hizo perder la perspectiva. Trató de mantenerse en pie en vez de recostarse contra David, como lo hacían algunas damas victorianas. Él la soltó cuando ella pudo sostenerse y luego se agachó para recoger el control remoto. Lo colocó al lado del edificio y estiró el brazo para recoger las bolsas de donas.

La belleza del corazón©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora