Capítulo 3

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Capítulo 3


Observo las fotografías, colocadas sobre la chimenea. Aome sonriendo mientras abrazaba a Koga en día de su boda, mientras este la sujetaba fuertemente entre sus brazos, lucia esplendía con en su vestido blanco, y el tan apuesto con el esmoquin negro, a su derecha estaba el retrato cuando dio a luz a Rin, ella la sostenía en brazos, y Koga estaba sentada en la silla a su lado, fue tomada en el hospital, al igual que la foto de Shippo;

Era imposible la alegría que desprendía ese hombre cando los vio nacer.

El moreno estuvo presente en los dos partos jamás se separó de ella, Koga estuvo ahí cuando ellos aprendieron a caminar, estuvo ahí cuando se le cayó su primer diente, les enseño a andar en bicicleta, asistió al primer día de clases, durmió con ellos cuando tenían miedo.

Koga siempre estuvo ahí para ellos, para Aome. Jamás llego tarde o borracho, llamaba a cada rato preguntando por ella.

Ese hombre vivía por su mujer, por sus hijos, ese hombre murió por protegerla.

Aome nunca se perdonó, el no poder ayudarlo, cuando aquel mal viviente lo atravesó con un puñal, solo por querer robarle.

La tristeza la fue transformando en una mujer fría, pero ahora parecía que eso estaba cambiando, Aome estaba regresando a ser la misma.

Kaede, rogo a los cielos por que así sea, añoraba que pudiera encontrar un buen hombre que la ame, y cuide a sus hijos, que los trate como de su misma sangre.

Kaede deseaba que Aome tuviera un compañero, el tiempo no se detenía y estaban siendo crueles con ella, su hora llegaría en cualquier momento y no quería irse sin antes verla casada de nuevo. De esa forma podría morir en paz sabiendo que alguien la estaba cuidando.

Y la niña parecía reacia a la idea, cuando la mencionaba-"No necesito de un hombre, Kaede yo puedo cuidar bien de mis hijos..."- aquella fue su respuesta, se mostraba seria como si la simple idea le repugnara, pero ella no era tonta y sus años le otorgaron el título de sabia, podía leer los ojos de Aome, a la perfección aunque hiciera su mejor esfuerzo por ocultar, la soldad.

La Higurashi podía mentirse a sí misma, pero jamás la engañaría a ella.

Prendió un par de sahumerios y rezo a los kamis, para que el viaje les diera frutos de felicidad, alegría y paz. Kaede rezo para que ella esté bien -"Hay tanta gente mala en este mundo kami-sama ¿por qué justo tenías que llevártelo?"- y una lagrima rodo por su mejilla, Kaede nunca antes había cuestionado las decisiones de Dios, era un mujer de fe, y creía que las cosas pasaban por una razón, solo que tal vez, por esas cosas celestiales, el Señor se había equivocado.

Y sabía que era imposible que Koga apareciera, y es ahí cuando más se convencía de que le faltaba una figura paterna y conyugue en su vida. Si Dios no le daba una respuesta y si nada cambiaba entonces ella, esperaría un milagro. Un milagro que tal vez no estaba tan lejos de realizarse, solo que traería muchas desgracias.

...

La mañana llego y trajo consigo un aroma distinto, desconocido para todos, en la casa Higurashi se podía percibir el entusiasmo, el cambio que vendría estaba siendo bien aceptado. Aome fue la primera en estar de pie esa mañana, los nervios y las ansias no la dejaron dormir lo necesario, paso horas ando vueltas en la cama, imaginando todo los tesoros que podría encontrar en esta excavación, creo escenas en donde sus hijos la acompañaban y se divertían a su lado.

Solamente algo no estaba del todo bien, ella no podía sentirse plenamente feliz, algo faltaba...

Su alma y corazón aún estaban incompletos.

Guerra entre tiemposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora