Capitulo 31

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Mia se cruzó de brazos, mirando a Hyden mientras negociaba —por no emplear otra palabra a lo que estaba haciendo el cantante en ese momento—, el alquiler de un coche, uno bastante normalito, incluso mediocre a lo que Hyden estaría acostumbrado a usar, pero posiblemente uno de los pocos que estarían disponibles para esos menesteres en el pueblucho donde se encontraban. Era obvio que no iban a encontrar muchas empresas de alquiler de coches por allí, así que aunque Hyden no estuviera muy entusiasmado con el... bueno, con ese coche, o comenzaba a aceptar que no todo se podía conseguir con el dinero del que disponía —y del que no dudaba que fuera mucho—, en un espacio de tiempo tan corto y más sin poder contar con las pertinentes llamadas que posiblemente le hubieran preparado un vehículo de lujo que hubiera destacado descaradamente en esa localidad, o quedarse sin coche.

Tal y como iban las negociaciones —Hyden estaba aceptando las llaves de coche. Las sostuvo un minuto en la palma de la mano, mirándolas de una manera que Mia creyó que tendría que intervenir y luego las sostuvo en el aire otro instante, agarrándolas por el llavero oxidado mientras lanzaba una de sus lánguidas miradas al dueño y volvía a guardarlas en el puño sin llegar a decir nada—, Mía imaginaba que Hyden no sopesaba la posibilidad de moverse toda una semana sin coche.

—¿Ya está?

Hyden se acercó a ella y sólo se apartó un poco la capucha, lo justo para que Mía pudiera distinguir algunos aspectos de su rostro.

—Toma.

Hyden levantó la mano y dejó en alto las llaves. Mia pasó la mirada de ellas a la mirada medio oculta de Hyden, sin levantar el brazo para cogerlas.

—¿Quieres que te las guarde? —probó suerte, hablando muy lentamente, sin perderse la manera que los ojos del cantante se entrecerraban.

—¿No tenemos que ir a comprar?

Aún, pese a su expresión, la voz de Hyden fue muy suave, casi amable.

—Hm... —Mia miró el coche y al hombre que los observaba con demasiada atención. Posiblemente ya se había mostrado lo suficientemente reacio a alquilarles el coche a dos extraños tan jóvenes, a lo que Mía imaginaba que mucho tendría que hablar la cifra que el cantante le habría ofrecido, como para encima estar dando ese tipo de numerito delante de él—. Sería mejor que entrásemos en el coche y nos alejemos.

—¿No me digas? —soltó Hyden con aspereza, respirando con fuerza antes de intentar sonreír—, ¿para qué crees que te estoy dando las llaves? Te aseguro que no es lo que tengo entendido como un bonito regalo.

Mía abrió mucho los ojos, dejando un poco relegado el último detalle de la frase de Hyden, y miró espantada las llaves.

—¿Quieres que yo conduzca? ¿Yo?

Hyden ladeó la cabeza.

—Sí, esa es a idea.

—Eso es imposible.

Hyden levantó una ceja.

—¿Por qué?

—Aún no tengo el carné de conducir. Mis padres creen que aún no lo necesitaba y...

La voz de Mía fue apagándose a la misma vez que la mano del cantante iba bajando hasta quedar inmóvil en su costado.

—Vale —dijo Hyden sin ningún tono de voz, tras una pausa, eliminando cualquier emoción en su rostro—. Yo conduciré.

 Mia enarcó una ceja y miró la espalda del cantante en silencio, mientras se ajustaba bien la capucha y hacia una seña de saludo al hombre que seguía observándolos y que hizo el mismo gesto, sin dejar en ningún momento de mirarlo mientras abría la puerta del coche y se giraba hacia ella.

Noche OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora