Capítulo nueve:

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Capítulo nueve:

Sven y Thomas conversaban sobre donde nos quedaríamos, me senté en el sofá esperando que no entren más Sousses agresivos.

Me duele que no haya podido encontrar a Daniel, me duele meter a Sven en mis problemas y me duele meter a Thomas, un anciano, en todo esto.

Me siento egoísta y quiero llorar de impotencia, impotencia por no poder hacer nada. Imagino que encuentro a Daniel y nos largamos de toda esta basura. Imagino que me quedo para siempre aquí y jamás salgo o muero, imagino a todos los Sousses lastimando a mi pequeño hermano, dañando al pueblo y asesinándolos con sus garras y dientes filudos.

Suspiro y me inclino para acomodar bien mis botas. Podríamos construir una casa pero… nos llevaría días, tal vez podríamos… No tengo nada en que pensar.

Vivir en mi casa—le susurra Thomas a Sven.

Mis ojos se dirigen hacia él. ¿Tiene una casa? Claro que sí.

Sonrío y asiento efusivamente con la cabeza pero luego me doy cuenta de que se lo estaba diciendo a Sven y nadie posa sus ojos en mí. Me sonrojo levemente y me hundo más en el sofá. Mis manos se dirigen a mi frente sudorosa y luego mis dedos se enredan entre sí.

—Amelia—llama Sven.

Quito mi mirada de mis manos y la dirijo hacia él.

—¿Sí? —pregunto casi en un susurro.

—Vamos a ir a la casa de Thomas—anuncia.

Asiento con la cabeza y me siento nuevamente mal. Me estaba enganchando mucho en ellos, estaba adentrándolos a perder su vida, a los oscuro, a lo que jamás pensaron que sucedería, los estaba llevando a la guerra con los de su propia raza.

Otro suspiro ligero se escapa de mis labios, me levanto y le sonrío a Thomas, este asiente con la cabeza. Agarro mis cuchillos y mis bolsas. Entro al baño y empieza a meter el cepillo de dientes y la pasta en mi bolsa.

Dejar la casa de Sven.

Es por nuestro bien, me digo.

Arreglo mi coleta y salgo del baño. Sven y Thomas ya tienen todo arreglado.

—Vuelvo en unos instantes. Quédense aquí para luego irnos—dice Thomas con su voz aguda.

Asiento con la cabeza sin ánimo. Me siento en el sofá y miro a Sven. Parece distante y su mirada perdida en cualquier punto muerto me asusta.

—¿Estás bien? —le pregunto.

Él asiente sin mirarme.

Tal vez este enfadado conmigo por poner en riesgo su vida, tal vez siente miedo por la otra vez cuando cortaron su pierna. Tal vez ya no me quiere ayudar pero no sabe cómo decírmelo.

Tal vez quiere alejarse justo cuando me empieza a gustar.

Suspiro y vuelvo acostarme en el sofá. No hay tiempo para el estúpido amor.

Necesito encontrar a Daniel con ellos o sin nadie.

—Lo siento—murmuro.

Me doy cuenta de que Sven no ha escuchado y otro suspiro innecesario escapa por mi boca.

Lágrimas empiezan a salir y me odio por ser tan sentimental, me levanto y quiero entrar al baño pero la mano de Sven envuelve mi brazo.

—¿Qué… Qué pasa? —susurra.

Niego con la cabeza mientras hago el esfuerzo de limpiar las lágrimas en mis mejillas. Niego con la cabeza y finjo una sonrisa.

—Nada, solo…—pero el abrazo de Sven me interrumpe.

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