Rieles de un sicario

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»7mo desafío: escribir un cuento en un transporte público e incluir a los pasajeros.

* * *

Un chirrido, un movimiento repentino, y el cuerpo del Inglés se enterró en el asiento por el impacto. El mundo fuera de la ventana cubierta por gotitas de agua comenzó a moverse, y vio numerosas vidas aparecer y desaparecer en un instante a medida que el tren agarraba velocidad. Dos jóvenes con guitarras en sus fundas, sentados, esperando. En un segundo los jóvenes desaparecieron y en su lugar el Inglés vio una madre, coche firmemente agarrado en una mano y celular en la otra. Dos segundos, y nunca mas la vería. Tres segundos, y las vidas volaban tan deprisa frente a sus ojos que ni podía verle los ojos a las personas. Cuatro segundos y el Inglés solo veía los colores de sus ropas. Cinco segundos y el tren dejó la estación, el paisaje verde volviéndose lo único visible fuera de las ventanas.

"Hermosos colores, ¿eh, mate?" el Escocés a su izquierda comentó con una sonrisa levemente torcida. Sabía que era escocés por su manera de pronunciar las erres, por lo profundo de sus os, y por supuesto, porque ya sabía todo acerca de ese hombre —era su blanco. Este pelirrojo había encontrado una forma de molestar a gente peligrosa, y por la falta de lógica y precaución que tenía la misión, el Inglés había asumido que le habían asignado un asunto personal entre su Cliente y el Escocés.

"¿A dónde vas?", le preguntó el Blanco. Estaba usando una bufanda roja, tal como le habían asegurado sus contactos.

"Pitlochry, ¿tú?" respondió el Inglés a pesar de saber perfectamente la respuesta.

"Inverness. Todo con tal de escapar de Edimburgo durante el festival".

El famoso Fringe llenaba las calles de Edimburgo con tres veces mas gente, eso era verdad, pero aunque el Blanco se había subido al tren en Waverley, Edimburgo, el Inglés sabía que no era realmente de ahí, si no que de Glasgow. Llevaba horas sentado en el mismo asiento, había abordado en King's Cross, Londres, lo que le había dado tiempo para pensar. Si el Blanco había tomado tales medidas tediosas para viajar desapercibido, era porque él mismo sabía que no estaba solamente viajando, si no que escapando.

"¿No te gusta el teatro?" el Inglés le preguntó haciendo conversación.

"Me gusta el teatro, lo que no me gusta es la cantidad de turistas. Prefiero algo más tranquilo".

"Como Inverness", sugirió el Inglés a lo que el Blanco rio. Tenía una risa algo contagiosa pero no por ser ridícula si no que relajada.

"¿Y tú? ¿Por qué Pitlochry?"

"Trabajo" respondió el Inglés. El tren pasó por un cementerio, tan cerca que se podían leer los nombres en las lapidas, pero al igual que las personas de la estación, desaparecían instantáneamente para nunca volver a ser vistas, se borraban de su memoria como si nunca las hubiera leído. Había algo en la poca importancia de esos nombres que le molestaba al Inglés, cada nombre había sido una persona con amores, peleas, sueños y miedos, y ahora estaban reducidos a un recuerdo borroso en la mente de un sicario.

"¿En que trabajas?" preguntó el Blanco y se detuvo, sonrojándose. "Perdona, no quiero molestar".

"Para nada", respondió el Inglés volviendo al presente. "Soy asesor comercial en una empresa de enlatados", dijo. Un trabajo aburrido no provocaba curiosidad, y así el hombre podía hacer las preguntas en vez de responderlas.

Podían escuchar el carrito con comida acercándose, la voz de una señora ofreciendo bebestibles y fruta.

"¿Y te gusta?"

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