Capítulo 3

7 1 0
                                    

Podrida estaba de anillar cuadernillos y de acomodar hojas. Apenas habían comenzado las clases, los chicos del centro de estudiantes nos explicaron que si trabajábamos cierta cantidad de horas en la fotocopiadora nos correspondía otra cierta cantidad de fotocopias "gratis". Si bien no me sobraba el tiempo para estudiar, necesitaba esas fotocopias. No quería seguir pidiéndoles tanto dinero a mis padres, por lo que ese trato me había parecido bastante justo. Durante un par de horas tomaba pedidos de los alumnos, acomodaba las resmas y anillaba material de estudio. Por suerte tenía una compañera, llamada Ámbar, una chica menudita, de cabellos castaños cortos como varón, una voz dulce y mucha energía. Seguirle el ritmo a ella era lo que me ayudaba a ser realmente eficiente. En nuestro turno siempre encontrábamos algo de lo que charlar. Ámbar siempre ha vivido en la ciudad, por lo cual encontró bastante interesante mi vida en un pueblo, y es música, por lo que está constantemente invitándome a muestras con su banda en bares y cervecerías.

Hablando de sus muestras, le prometí que asistiría en la noche. Convencí a mis amigos y a Greta de que me acompañaran. Aunque, por lo que había escuchado, eran muchas las personas las que iban a asistir esta vez. Aparentemente, su banda es conocida en la ciudad entre universitarios, y es algo así como tradición o costumbre ir a sus presentaciones. El único problema era que no había podido prever lo cansada que me iba a encontrar ese viernes a la noche, sumado al hecho de que había olvidado completamente que el sábado a la mañana tenía que tomarme un colectivo para visitar a mi familia por el fin de semana. De solo pensarlo, me daban ganas de estar en la comodidad de mi cama, tapada hasta los pelos, disfrutando de un buen libro o dibujando algo.

-Siempre podemos cancelar, ¿sabías?-dijo Greta por quinta vez, al percatarse de que no tenía intenciones de moverme del sillón en un futuro próximo.

-Ya te dije que en seguida me voy a bañar. Empieza a las nueve, hay tiempo-le contesté mientras seguía haciendo zapping. No tenía verdaderas ganas de mirar televisión, pero era plenamente consciente de que si cerraba los ojos cinco minutos caería dormida.

-Son las ocho y cuarto, Matilde. Anda a bañarte.

-¡¿Qué!? ¿Cuándo se hizo tan tarde? Si yo me había puesto una alarma...

-La apagaste hace quince minutos. Por Dios...

-¿No sos budista?

-Sí, ¿eso que tiene que ver?

-Nada, que acabas de decir "Por Dios". ¿No deberías decir "Por Buddha" o algo así?

-Matilde, anda a bañarte, después nos ponemos a hablar de teología si querés.

Para ser una budista medio hippie que meditaba, ponía a cargar sus cristales y practicaba yoga, Greta parecía mi mamá a veces. Así que para no contradecirla y afectar sus chacras o lo que fuera que la mantuviera de buen humor todo el día, me fui a duchar. Aunque tuve que hacerlo a toda carrera, pues ni siquiera había pensado en qué me iba a poner. Aunque al final usé lo mismo de siempre: mom jean, remera con la estampa de alguna banda de rock y mi campera de cuero negra. Me dejé el pelo suelto, y me enfundé en mis botas negras. Agarré un bolso, un poco de plata, las llaves, el celular y salimos. De más está decir que mientras yo corría por toda la casa buscando mis cosas, Greta me esperaba ya cambiada y sentada en la mesa de la cocina.

Mi amiga y compañera de departamento iba a la facultad en bicicleta normalmente, pues no le queda lejos. Pero tiene un auto...si es que se le puede llamar así. Es un modelo viejo que ella y sus hermanos mayores refaccionaron para que funcione con algún tipo de combustible orgánico. Lo bueno es que contamina mucho menos el ambiente, lo malo...no se puede conducir muy rápido. Por lo que llegamos diez minutos tarde de todas formas.

Las Alas de la Mariposa [2]Where stories live. Discover now