× I N Q U I L I N O

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No entendía el por qué seguía cuidando de ese gato negro.

Cada día y a la misma hora, el pequeño minino maullaba a la puerta. Eran las 8:30pm y pequeños golpecitos en la entrada me hacían saber que había llegado. Y cuando abría la puerta, ¡sorpresa! Él estaba ahí.

En las mañanas, cuando abría nuevamente la puerta para salir e ir a la Universidad, el pequeño minino salía conmigo, cerraba la puerta bajo llave y bajaba las escaleras con la compañía del felino de apariencia adorable.

Lo mas gracioso es que nuestros rumbos se dividían. Mientras yo salía al exterior, el minino se quedaba en el área de recepción, viéndome con sus enormes ojos verdes como me perdía entre las personas y sus diferentes caminos.

Desgraciadamente, la recepcionista dijo que no sabía a quien pertenecía el minino. Ella llevaba un año trabajando aquí. El mismo tiempo que yo llevaba viviendo en este edificio. Cuando le dieron su trabajo, dijo que la mujer encargada antes le había pedido de favor que cuidara al pequeño gato, y ella al ver tremenda cara de ternura, accedió al cuidado del animal, pero eso no explica el por qué el gato iba hasta la puerta de mi departamento, maullaba y se sentía como en casa cuando le daba el permiso para pasar.

En fin, ya llevaba una semana con el pequeño minino visitándome a la misma hora. Lo adopté como mío, quitando ese pequeño collar verde limón con ese cascabel que llevaba en su cuello, esto porque, en mi humilde opinión los gatos son seres silenciosos. El tintineo de ese cascabel debía tenerlo harto. Lastimaría sus sensibles oídos, y no era justo.

No supe que nombre darle. Tampoco me hacía caso cuando le tronaba los dedos para que se acercara y darle de comer. Parecía que él mismo sabía lo que debía hacer. Como si siguiera un patrón desde mucho tiempo atrás.

Hoy era viernes, llovía con fuerza y agradecía llevar mi paraguas rojo que protegía mi cuerpo y mochila de las frías gotas de lluvia.

Entré al edificio, cerrando el paraguas y atravesando con rapidez la zona de recepción.

Era extraño, cada vez que llegaba, el lugar se encontraba solo. Pero ese día habían cuatro enormes maletas negras en los sillones anchos. Un hombre se encontraba de espaldas, iba trajeado y llamaba por celular.

No me molesté en saludar, pues se encontraba ocupado, y mi simple presencia fastidiaba.

Subí las escaleras con pereza hasta llegar al cuarto piso. Mi departamento quedaba casi al fondo del pasillo, por lo que en ese pequeño trayecto buscaba las llaves para abrir cuanto antes la puerta de madera de color negro.

---Ya estoy en casa...--- mis palabras se ven arrastradas por la pereza que llevo cargando toda la semana. Cierro la puerta y me lanzo contra el sillón mas ancho y cómodo.

Mis ojos se estaban cerrando poco a poco, pero no debía dormir. Tenía que comer algo, debía hacer la pequeña tarea que no había terminado en la biblioteca de la Universidad, y después podría dormir todo lo que quisiera.

Con gran fuerza me levanto del sofá, estiro mis brazos hacia el frente y me dispongo a entrar a la cocina para hacer algo de comer.

Durante ese trayecto, las manecillas del reloj comienzan a moverse a una velocidad sorprendente, como si cada segundo valiera en verdad diez segundos.

Cuando me siento satisfecho y he terminado mis deberes, dan las 8:30pm, y a la puerta de entrada se escuchan los maullidos del ya minino impaciente.

Me levanto del sofá y corro hacia la puerta, abriendo ésta y dejando que el gato negro entre y corra por toda la sala principal.

¿Era normal que los gatos hicieran eso?

Vuelvo a cerrar la puerta, esta vez bajo llave. Estoy a punto de quedarme dormido en el sofá como cualquier persona normal, pero el teléfono suena repentinamente, auyentando el sueño que sentía cada vez más cerca.

Presiono el botón de "Responder" y hablo.

---¿Hola?

---¿Mafumafu?--- la voz de mi madre suena en la otra línea.--- ¿Estabas dormido? Te escuchas somnoliento.

---No. Estaba a punto de dormir, pero llamaste--- sonrío, perdiendo mi vista en el pequeño animal negro.

---¡Oh! Lo lamento mucho. Sólo quería saber como estabas.

Mi madre siempre llamaba los viernes. No había hora fija, pero podía decir que siempre eran en la hora nocturna.

---Estoy bien, mamá--- río y me acomodo en el sofá ancho.--- ¿Y como te encuentras tú?

La charla con ella dura diez minutos, y al colgar, decido ir temprano a la cama.

Las ganas de jugar no se hacían presente. El sueño era más grande de lo normal. Y cuando estoy a punto de apagar los focos de la sala principal, logro escuchar por fuera de mi departamento la voz de un hombre que parecía discutir por teléfono.

---Deben ser los vecinos....--- susurro para mí mismo y apago los focos.

Doy mi primer paso y no pasa ni cinco segundos desde que apagué los focos y los vuelvo a prender por el sonido de una llave siendo insertada en la cerradura de mi puerta.

El minino negro también nota el sonido de aquella llave moverse, prestando atención a lo podría suceder después.

---¿P-Pero qué...?--- no logro acompletar la oración, pues la puerta fue abierta en un instante.

---No tengo ganas de salir. Acabo de llegar de ese viaje y lo que quiero ahora es....

Un hombre de algunos veintitantos años abre la puerta.

Va de traje color negro y corbata azul. Sus cabellos negros con un color curioso como el de su corbata se logra apreciar gracias a la luz emitida de los focos blancos de la sala principal. Tiene unos pequeños pero bellos ojos zafiro, y se ve sorprendido al momento de abrir la puerta y toparse con mi rostro casi fantasmagórico y a punto de gritar.

¡¿Un intruso en casa?!

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---月のウサギ🌙

El Gato Negro  [SORAMAFU]Where stories live. Discover now