El suceso descriptivo de mi vida

Si no hubiera cerrado la puerta con furia, no me hubiese quedado encerrada allí, en ese cuarto solitaria, esperando alguna esperanza para salir. Por suerte hay ventanas, pero no puertas; por primera vez siento un terrible deseo de salir, pero no puedo. Ahora pienso en lo torpe que fui, pero en ese momento solo importó ese pensamiento de ira, nada más, ni quedarme encerrada y luego no poder salir; solo pensé en ese momento. Ahora estoy esperando, buscando, intentando, pero la puerta cada vez se vuelve más grande, las ventanas se achican, ya está; me resigno, me acuesto en el suelo frío y empiezo a querer pensar, dormir. Por primera vez quiero que vuelvan.

Lentamente vi como el auto, en donde se encontraba mi familia, se alejaba. Me sentía mal, enojada. Me senté junto a la ventana que daba a la calle, en el sillón anaranjado del living comedor y comencé a pensar por qué me habían dejado a mí, sola en mi casa para cuidar a Lalo, mi gatito.

El día anterior mi hermano menor me había estropeado mi suvenir de los 15 de mi mejor amiga, y mis padres lo defendieron y me castigaron, con esos castigos en los que tienes que esperar, me hicieron quedarme parada en el comedor mirando a la pared. Me enoje mucho y empecé a pensar todo negativo como si todo me quisiera molestar.

Luego mi madre se acercó y me dijo que al día siguiente nos iríamos a Cualqué, un pueblo entre las montañas cercano a mi ciudad. Eso me alegró porque en Cualqué podía ir a donde yo quisiera sola ya que el pueblo es pequeño y con muchos turistas y migrantes de la ciudad, a una chica de 14 años no le ocurriría nada grave.

Cuando mi madre terminó de contarme la noticia con voz y gestos alegres, después me dijo unas palabras que me tocaron:

- Tu hermano todavía es muy pequeño para quedarse solo con Lalo y además queremos que disfrute los días en Cualqué, él ha ido muy pocas veces. Te tenés que quedar para cuidar a Lalo, te vamos a dejar todo lo necesario; ya sé que es mucho tiempo, pero ya sabes como están las cosas. En la ruta no nos permiten llevar animales, nuestro auto se encuentra en reparaciones y el de tu tía es muy pequeño y estaríamos todos muy incómodos con el equipaje, aparte me habías dicho que tenías que estudiar. Mañana salimos, quédate en casa, evita salir de nochecita.

Eso fue lo que me dijo y luego se retiró de mi cuarto. Al principio no me afectó, pensé que tener la casa sola para mí iba a estar bueno, pero una semana me parecía un poco mucho, una semana sola en mi casa con un gato que a la noche maúlla y no deja dormir a los vecinos, que cuando esta solo araña todas las cosas de mi casa, ya no me pareció tan divertido y me aparentó un poco injusto, por qué yo y no ella, papá o, aún más fácil, directamente no nos íbamos. Me acosté en mi cama y serré los ojos, eran las diez de la noche y sin darme cuenta me quedé dormida. A la mañana siguiente, a eso de las ocho de la mañana, mi padre me despertó para despedirlos, yo me encogí y seguí durmiendo porque ellos siempre tardan en salir. Escuché el ruido del auto de mi tía y me levante como un rayo, se estaban yendo y yo ni les dije ni un simple chau. Desde la ventana del living comedor que daba a la calle, sentada en un sillón anaranjado, vi como el auto se alejaba lentamente y como se iban todos sin mí.

Recostada en el sillón comencé a pensar, ¿por qué a él sí y a mí no? ¿Por qué desde que apareció él me tratan así?, hubiéramos estado todos mejor sin él. Ahora todo andaba mal, me habían abandonado sola en mi casa con Lalo; mi mejor amiga se había ido a vivir a Chile; había desaprobado el examen para ingresar a una academia de ubicación geográfica; parecía como si el mundo me odiase.

Enojada y rencorosa comencé a correr por toda mi casa. Así estuve una hora entera. Me detuve para tomar agua, abrí la heladera bruscamente y la volví a serrar con furia, luego el teléfono detuvo el primer sorbo de agua, corrí a contestar que, para colmo, estaba en la otra punta de la casa, en mi cuarto