Capítulo 4.

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La melodía irritante del móvil despertó a Louis, que tardó un rato en conseguir sacar el aparato de su bolsillo, diciéndose a si mismo que debería cambiar el puto tono de llamada por algo menos estridente. Descolgó sin mirar quién era, y gruñó algo parecido a un “¿sí?” mientras intentaba ubicarse.

— Veo que he hecho bien en llamarte. -rió una voz al otro lado de la línea, y Louis reconoció a Liam al instante, a pesar de seguir con la vista borrosa por el sueño. Reconocería su voz en cualquier parte- Llamo para recordarte que ésta noche vamos a una fiesta. Y que te paso a recoger en media hora. Peínate o algo, ¿quieres? Hasta ahora.

Louis se quedó unos segundos escuchando los pitidos que indicaban el final de la llamada, y miró a su alrededor, dándose cuenta de que estaba sentado en el suelo del baño de su casa. Recordaba vagamente haberse encerrado allí después de haber comido lo que él consideraba demasiado, y haber enterrado la cabeza en el váter, intentando deshacerse de la comida que parecía agujerearle el estómago. Recordaba haberse refugiado en un rincón del baño, apoyando la cabeza en sus rodillas e intentando controlar sus temblores y sus ganas de recaer en el hábito de abrirse la piel.

Pero en éso consistía un poco todo. En derrumbarse cuando nadie podía verle, en dejar que sus demonios le arañaran las entrañas cuando volvía a casa después del trabajo, en ir a fiestas y follarse a tíos con las luces apagadas para que no vieran sus cicatrices.

Se levantó del suelo, tambaleándose, y apoyó una mano en la pared para no perder el equilibrio. Abrió el pestillo del baño, y se sintió un poco gilipollas por haber cerrado la puerta cuando vivía completamente solo. Fue hasta su habitación y se cambió de ropa, poniéndose lo primero que encontró en el armario. Cogió su móvil y rebuscó en su lista de canciones, hasta que encontró su canción favorita y se la puso como tono de llamada. Al menos así ya no tendría que escuchar la odiosa melodía que amenazaba con fundirle las neuronas cada vez que sonaba. También le recordaba a aquel chico del pelo rizado, pero no quería pensar en éso.

Oyó el timbre, y se disponía a salir por la puerta cuando recordó lo de “peínate o algo, ¿quieres?”, así que esbozó una sonrisa tonta y volvió a su cuarto, cubriendo su pelo con un gorro rojo que disimulaba un poco lo desordenado que estaba.

Se encontró a Liam en el portal, y caminaron en silencio durante unos minutos.

Los silencios con Liam nunca habían sido incómodos. Se conocían desde su primer año en el instituto, y habían seguido en contacto a pesar de haberse ido a vivir por separado.

Louis admiraba a Liam. Había pasado de ser el chico al que siempre elegían el último para hacer equipos cuando jugaban a fútbol a ser el tío al que todo el mundo se ofrecía a pagarle las bebidas cuando salían por ahí. Louis se sentía a gusto con él. Realmente nunca le había explicado nada de su trastorno alimenticio, pero sabía que Liam se lo imaginaba. Era imposible no fijarse en que tu mejor amigo se encerraba en el baño después de cada comida. Louis intentó quitarse éso de la cabeza, y suspiró.

— Oye, recuérdame por qué te estoy acompañando a ésta fiesta. -dijo, y notó la sonrisa que se formó en el rostro de Liam aún sin estar mirándole.

— Te lo explicaré en dos palabras: alcohol gratis. Te encanta el alcohol y te encantan las cosas gratis. Creo que es una buena combinación.

Louis le dio la razón, y siguieron hablando de cosas sin sentido, y sin saber cómo estaban ya en la entrada de la casa donde se celebraba la fiesta. Liam picó, y la puerta se abrió casi al instante, con un chico sonriente al otro lado que repetía “pasad, pasad, sentíos como en vuestra casa”. Liam se encogió de hombros y Louis le imitó, murmurando un “todo sea por el alcohol gratis”, y sorteando los cuerpos que se movían al ritmo de la música en el comedor.

— Eh, Li, vamos arriba, ¿si? Por dios, no sé cómo a alguien puede gustarle ésta música. Necesito emborracharme ya.

Liam hizo un gesto con la cabeza y le siguió escaleras arriba, hasta que llegaron a la azotea. No había tanta gente como en el piso de abajo, y el suave rumor de las conversaciones y las risas era mucho más agradable que la masa de cuerpos que bailaban siguiendo una música carente de sentido. Louis se dirigió a la mesa de las bebidas, y le tendió un vaso a Liam mientras se servía el suyo. Le añadió un poco de cocacola al ron, y se encendió un cigarrillo.

De repente, vio algo que le llamó la atención. Más bien alguien. Había un chico sentado en un rincón, con la vista clavada en el suelo, y la forma en la que se rodeaba las piernas con los brazos le aportaba un aspecto frágil, quebradizo.

— ¿Li? ¿Quién es ése chico? -le preguntó a Liam, haciendo un disimulado movimiento de cabeza hacia donde estaba sentado.

— Ni idea, la verdad. Me suena del instituto, pero creo que nunca llegué a hablar con él. ¿Por qué...?

Louis le interrumpió, dejando su vaso medio vacío en la mesa y yendo hacia el chico. Liam se lo quedó mirando, dándole otro trago a su bebida, y notando como el alcohol burbujeaba en su estómago. Simplemente se quedó allí de pie, admirando la forma en la que Louis se preocupaba por todo el mundo, aún siendo él el que estaba más jodido.

How to save a life. (Larry fanfiction)Where stories live. Discover now