Villancico

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Desde que tengo memoria, la época navideña siempre ha sido mi favorita.

Cuando niño, por los regalos. Encontrar bajo el árbol montones de cajas y bolsas brillantes en la mañana del 25 era magnífico y, a pesar de que la mitad eran de mi hermano, me emocionaba con todos y cada uno de ellos.

La cena de noche buena era el momento ideal de ponerme al corriente con mis primos que vivían lejos y juguetear con ellos por toda la casa; y si para poder disfrutarlos tenía que aguantar los apretones en la cara por parte de mis tías, estaría quieto hasta tener las mejillas bien rojas.

Pero sin duda, lo que más amaba era pasar tiempo con mis abuelos. Ellos vivían cerca del mar porque el clima era muy bueno para ellos, así que no los veía muy seguido. Por eso cada navidad me quedaba hasta bien tarde escuchando las historias de mi abuelo y sintiendo las caricias de mi abuela en el cabello mientras descansaba la cabeza en su regazo.


En mi época de adolescente la magia no disminuyó como lo hizo en la mayoría de mis amigos. Todas las luces y adornos de temporada eran mi trabajo en casa. ¡Entre más mejor!
Comencé a tomar partido en los preparativos de la cena, aunque sólo me dejaran picar fruta para la ensalada. Me dejaban sentarme en la mesa grande con todos los adultos y al fin podía opinar sobre asuntos del país sintiéndome importante y maduro, aunque al día siguiente corriera al árbol con Moon Soo para abrir nuestros regalos como niños de cinco años.

A veces sentía mucha tristeza porque mi abuelo ya no estaba con nosotros y mi abuela había perdido su chispa. Se había mudado a nuestra casa, por eso notaba más que todos su melancolía, así que no me despegaba de su lado en toda la cena.



Cuando estudié la universidad me mudé a la capital con unos cuantos amigos, pero siempre regresé a casa para navidad... Excepto una vez.

Tenía una invitación a una fiesta de la fraternidad y, aunque al principio intenté negarme, toda la presión logró que aceptara. No pude estar más agradecido de eso.

Fue esa navidad cuando conocí a Jjongie.

Era un par de años más joven que yo y acababa de ingresar a la universidad, era primo de uno de mis amigos y por eso me lo presentaron.  Al principio se mostró tímido y hasta reacio, pero poco a poco quitó su barrera y pude charlar con él.

Era ingenioso y audaz, tenía una respuesta inesperada para absolutamente cualquier comentario. Era divertido y tierno, era extremadamente guapo y coqueto.

Era... increíble.

Pasé más de hora y media pensando en cómo invitarlo a salir de una manera cordial y hasta sutil. No quería que se asustara o me rechazara frente a toda la fraternidad. Él era especial, necesitaba una invitación especial.

Al notar el silencio a mi alrededor enderecé la cabeza y lo noté, estaba mirándome fijamente. Al parecer había estado distraído un buen rato. Me aclaré la garganta y erguí la espalda.

-Lo siento... Me distraje un poco- la comisura derecha de sus labios se levantó un poco, pero fue lo único. No se movió. No dijo nada. Sólo me veía. La incomodidad apareció en mí- ¿Quieres más refresco?

Tomé su vaso y cuando estaba por darme la vuelta lo soltó, sin filtro ni preparación.

-Veámonos de nuevo

No era una pregunta ni una sugerencia. Era casi una orden. Honestamente me descolocó bastante, no supe que decir y creo que confundió mi silencio porque su sonrisilla y el brillo travieso en sus ojos desaparecieron.

VILLANCICO (MyungJong) - One-Shot NavideñoWhere stories live. Discover now