Capitulo 5: Es lo único que me duele.

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No siempre los sueños son malos, a veces son la razón por lo que uno se levanta con una sonrisa y ganas de avanzar, pero ocurre que los buenos sueños se pueden convertir en pesadillas.

Luego de poder quedarse dormido por completo un sueño agradable deshacía el peso doloroso en su pecho.

Estaba en el orfanato junto a sus hermanos comiendo algo sobre una gran mesa de madera grande. Los niños estaban contentos y llenos.

Al ver esta escena no podía evitar que su corazón se sintiera ligero y a la vez completo, nadie podría borrar ese sentimiento ni la sonrisa de su rostro. Esto era todo lo que necesitaba.

Tres golpes fuertes en la puerta lo alertó, Alexander se acercó a la puerta y habló mirando a Tay—Te dije que tus hermanos sufrirían las consecuencias.

Detrás de esa puerta estaba María con una sonrisa victoriosa y los ojos brillando sedientos de venganza.

Sus hermanos empezaron a gritar y se ocultaron detrás de él pidiendo su protección.

—No, yo no me fui—Gritó Tay mientras cubría a los niños, María se estaba acercando muy rápido.

—¿Entonces qué haces aquí?—En un abrir y cerrar de ojos Alexander estaba muy cerca de su rostro mirándolo sin pestañear.

Tay miró hacia atrás, pero sus hermanos no estaban.

Escuchó unos gritos y fue corriendo a la habitación contigua.

No pudo dar un paso dentro, su cuerpo no se movía y sus gritos tampoco eran escuchados por María.

Los niños lo miraban a Tay pidiendo ayuda, sus rostros se veían pálidos, sus cuerpos temblaban mientras extendían sus manos hacia él.

—¡No!—Se despertó exaltado sentándose con el brazo estirado, estaba cubierto de sudor.

El dolor en su cuerpo lo obligó a recostarse sobre el respaldo—Un sueño…—Jadeaba mientras tocaba su frente.

Quería llorar, mordió su labio inferior que temblaba al igual que todo su cuerpo. Dio un largo suspiro mirando al techo mientras acariciaba su estómago adolorido.

Sus ojos azules estaban rojos, vidriosos e hinchados.

El sonido de la alarma lo alertó. Ya era hora de levantarse.

Se destapó y sacó los pies de la cama, el piso estaba helado.

La música del celular llamó su atención, estaba dentro de la mochila sobre su escritorio.

Se levantó con dificultad tocando con su mano izquierda el estómago y con la otra sirviendo de apoyo.

Camino despacio hasta la mesa y saco el celular, era Alexander. Lo atendió de inmediato.

—¡Ya era hora Tay! Te dejé un montón de mensajes y nunca los contestaste—Su voz sonaba molesta.

Aclarándose la garganta respondió—Perdon, no los vi…fue un día ocupado.

—¡¿Ya estás cansado?! Solo fue el primer día.

—La próxima vez prestaré más atención.

—Mas te vale. Tus hermanos te mandan saludos y quieren saber si estás bien, me estuvieron molestando todo el día, no paraban de llamarme para saber de ti, me dan dolor de cabeza.

El cuerpo de Tay se tensó ¿Qué pasa si los echan por eso mientras no está?—Alexander, lo siento, diles que estoy bien y que mandaré mensajes todos los días. No los lastimes.

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