| 2.5 | Al paraíso.

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Son tres los momentos que seguramente recordare en esta vida y en la siguiente, sin perder ningún detalle de cómo se sentía ser y estar ahí, con los colores vibrantes de lo que sucedía a mi alrededor, sin desvanecerse

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Son tres los momentos que seguramente recordare en esta vida y en la siguiente, sin perder ningún detalle de cómo se sentía ser y estar ahí, con los colores vibrantes de lo que sucedía a mi alrededor, sin desvanecerse.

El primero, fue aquel en el que tomé la mano de mi hermana por primera vez. Recuerdo que acababan de llegar del hospital con la niña, y la dejaron en su cuna un instante, en el que me quede sentado observándola. Estaba ahí, tan pequeña y tranquila, con una respiración acompasada y lenta. Me estiré para tocarle la nariz con un dedo, y se despertó sin gritos como los bebés de las películas. Sus ojos se abrieron y dio un manotazo con dirección a donde mi mano estaba. Nunca me golpeó, pero yo si fui capaz de sujetar su mano, y ella hizo un amago de una sonrisa brillante, y supe desde ese momento que viviría por ella.

El segundo fue el día que recibí la noticia. Supongo que siempre supe que había una razón por la que, por generaciones, la familia saltaba de país en país. De Italia a Francia, de Francia a Portugal, de Portugal a Reino Unido, de Reino Unido a Canadá, y donde se nos ocurriera llevarla después. Intente repudiarme, pero fui incapaz. Creo que al mismo tiempo en el que recibí la noticia de que huir era lo que hacíamos desde hacía más años de los que mis dedos eran capaces de contar pensé en un buen país para seguir huyendo, entonces Matt dejo ese sobre y me dije a mi mismo que era suficiente huir. Me tenía que quedar a pelear de lo que mi familia estaba hecha.

El tercer momento fue el dejar a Danna del otro lado del enrejado esa tarde. Aún recuerdo el día que la conocí, con esas trenzas que la hacían ver de algún modo infantil, pero los grandes ojos azules que se aferraban a la llameante vida que transmitían que me hizo saber que iban a aceptar cualquier reto que le pusieran enfrente y salir de él triunfante, y viva. Creo que siempre me atrajo la vida que parecía tener en cada poro de la piel cálida que me envolvía a cada necesidad que tenía.

Dejarla del otro lado de la red metálica me asustaba, pero ella me miraba con esos ojos que prometían que no importaba qué, la iba a volver a ver para explicarlo todo. Por eso la elegí para darle el anillo a cuidar. Le di mi vida, le di mi pasado, le di mi familia, le di todo lo que tenia, todo quien soy y quien llegare a ser, todo estaba en sus manos cuando la deje.

Cerré los ojos. El paisaje de la ventana del tren comenzaba a provocarme nauseas, o tal vez era que el silencio dejaba que mi mente viajara a lugares de los cuales no me podía refugiar. Me reí por la idea de su alocada mente conociendo a mis amigos.

Entonces las náuseas regresaron al pensar que el italiano puede estar con ella en este instante, amenazando.

-¿Quieres callarte? Intento dormir al menos cinco minutos.

Nat tenía su mirada fija en mí. La empuje ligeramente con mi pie y me mostró su dedo medio. Se sentó y comenzó a peinar su cabello en un nudo alto. Era en extremo delgada, y su belleza radicaba en su cerebro. Lástima que su misma inteligencia resultara intimidante para todo aquel que se le acercara lo suficiente.

Don't Leave Me Alone | Shawn M. |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora