• Rick •

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Rick estaba durmiendo, con su linda colita enrrollada, y respiraba con tranquilidad abrazando a su pez de peluche. Se veía tan inocente y hermoso.

Quién hubiera pensando que ese lindo gatito le mostraba las garras a quien apenas toque su pequeña y peluda cola.

Lo recordaba. Recordaba muy bien cuando había adoptado a su bonito gatito. Fue hace dos años, en un refugio de híbridos, a quince horas de donde vivía en automóvil. Un gran refugio que rescataba a todos los híbridos que fueron creados para cualquier entretenimiento. 

Un día su mejor amigo, un Rick policía que había conocido en unos de sus tantos viajes interdimencionales, le pidió que lo acompañara, ya que quería rescatar un conejito muy lindo. Así que decidió aceptar, aunque esos lugares no le gustaban mucho.

— En serio, Rick, ¿Quién es? Hay muchos. — dijo, mirando a su alrededor a muchas personas con orejas, colas o cualquier característica animal, con nerviosismo.

Eso no era un lugar para nada agradable. Algunos tenían heridas, unas no graves y otras sí, como raspaduras en sus rodillas o manos. Golpes en sus mejillas, labios rotos, moretones grandes en el cuello o cualquier parte del cuerpo. Tuvo el deseo de rescatar uno, llevarlo a su casa y cuidarlo, ya que no parecían tener más de diez años.

— ¡Aquí está! ¡Bolita de pelos! — gritó el policía, atrayendo la atención del castaño. Vio cómo se acercaba a un Morty con un parche en el ojo. Lucía tan pequeño, indefenso y totalmente lindo. Aunque no sabía que tanto de "indefenso" tenía, ya que allí lo llaman Evil Morty.

Tenía orejas largas y peludas de color negro, ambas caídas sobre su sedoso cabello como demostrando su estado de ánimo. Pareciera triste, pero notó con asombro que ambas orejas peludas se alzaron al ver a su amigo el policía, y así pudo notar mejor su rostro y vestimenta. Tenía las mejillas gorditas, un cuerpo muy delgado y piernas de infarto. Una total lindura.

— ¡Rick! ¡Viniste! — chilló el conejo, mientras era recibido en los brazos de su amigo y le regalaba un beso en la mejilla.

— Estoy aquí, bolita de pelos. Te prometí que te sacaría de este feo lugar y te llevaría conmigo. — el pequeño conejito, que no parecía tener más de cinco años, se rió para luego besarle la mejilla, mirando al Morty adulto unos segundos después.

Le sonrió, pero el niño ocultó su rostro contra el cuello del policía. 

— Tranquilo, bebé. — el policía le acarició la nuca, pidiéndole disculpas con la mirada a Morty. — No le gusta mucho la gente grande. — Rick le dio un pequeño besito en la frente. — Es mi amigo, cariño, es un Morty, igual que tú. ¿Quiéres saludarlo?

Pero el castaño negó con la cabeza, tratando de ocultarse en los brazos de Rick.

El adulto le dirigió una mirada tranquila al policía, diciéndole que no se preocupara, que entendía la actitud del pequeño conejito.

Después de todo, ese refugio se encargaba de rescatar híbridos de zoológicos, circos y prostíbulos. Todos esos pequeños niños habían visto y vivido cosas horribles, era normal que desconfiaran de algún recién llegado.

— Llevaré a mi bebé al auto, Morty. — le dijo Rick. — ¿Quiéres quedarte un tiempo más?

Asintió, un poco distraído, viendo a algunos niños corretear en el patio de juegos.

Suspiró mientras negaba con la cabeza,  comenzando a caminar por el pequeño sendero y pensando en la posibilidad de llevarse a alguno de ellos y todo lo que significaría para él. Después de todo, tenía solo dieciocho años, hacerse cargo de un híbrido le quitaría un montón de tiempo y necesitaba concentrarse en sus experimentos y su amada ciencia.

Mi gato gruñón. |Rickorty - Adaptación|Where stories live. Discover now