CAPÍTULO III

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Ni los mismos dioses luchan contra la necesidad, para nosotros no hay ninguna necesidad. Luchamos por el poder, por la vanidad, por rencor, pero ninguna se compara a las luchas que creamos por amor

Narra Hades

Detestaba toda la atención que ese pueblo malagradecido le prestaba a Zeus y a su séquito de Dioses, no comprendía el por que los veneraban tanto cuando ellos no tenían nada, no les permitían entrar a su reino sagrado exclusivo para Dioses, en cambio yo les permitía vivir eternamente en mi reino.

Odiaba dejar mi reino y subir a la tierra de los mortales para ver a esos atenienses alabar a su Dios Zeus y de todas las bondades que el Olimpo les otorgaba, mientras que el nombre de Hades estaba prohibido entre los mortales. Malagradecidos, eso era el pueblo ateniense para un Dios como yo.

Después de vagar por el mundo de los mortales y ver que cada vez más, los atenienses corrompían la vida que Zeus les había dado, el mundo mortal se llenaba de robos, ira y envidia, decidí regresar al Inframundo mi hogar y el único lugar donde mis poderes eran venerados.

Eso es lo que Zeus no podía entender, no todo podía ser sagrado y misericordioso por culpa de los buenos deseos por parte de los dioses del Olimpo, no existía un equilibrio entre los mortales y aquellos humanos que dudan del poder de un dios o rompían con los lineamientos del Oráculo simplemente eran castigados con un poco menos de riquezas. Si está basura continuaba, aquellos simples humanos perderían total fe en nosotros lo cual significaba nuestra extinción.

Tenía que evitarlo y aun no sabía la forma con la cual pudiera derrotar a mi hermano y cada uno de los patéticos dioses que se encontraban a su lado estaban dispuestos a dar su propia existencia a cambio de que Zeus no saliera del trono y yo estaba dispuesto a matarlos a cada uno de ellos hasta llegar a Zeus. Poseidón siempre estaba al lado de Zeus y lo protegía bastante, siempre fue el hermano protector con él, y era obvio que si lograba enfrentarlos esa unión se rompería.

-¿Porque tan pensativo Hades? - Una voz melodiosa sonó haciendo eco en gran parte de mi reino.

-Primero debería preguntar ¿qué haces tú en mi reino? - Caminé a paso firme hasta llegar al lugar donde aquella voz sonaba, una pequeña y delicada silueta salió de las penumbras. - Sabes que siempre es un placer tenerte aquí Medusa.

-Lo sé, este lugar es muy sombrío, pero tiene algo que me agrada. - Caminé hasta llegar a mi trono y poder ver fijamente a Medusa. - Hay algo que debes saber acerca de Zeus y el Olimpo.

-No hay nada que quiera saber de esos Dioses, nada que pase en el Olimpo me interesa y menos si alguno de mis hermanos está involucrado.

-Tal vez lo que tengo que decirte si sea de tu interés. - Medusa caminó lentamente rodeando mi trono, sus manos se posaron en mis hombros y se acercó hasta quedar a la altura de mi rostro. - Hay alguien que regresó al Olimpo y tiene a tu hermano Zeus totalmente cautivado.

-¿Acaso dejaron entrar a una mortal a su lugar sagrado? - Un tono sarcástico acompañaba mi voz, pues que un mortal pisara el Olimpo era algo simplemente imposible.

-Atenea regresó al Olimpo y no lo hizo sola, trajo con ella la cabeza de Hefesto.

-¡Vaya que por fin alguien se deshizo de esa bestia horrible! ¿Alguna vez lo viste? Por los Dioses sagrados del Olimpo. - Me recargué en mi trono y comencé a reír. - Su fealdad no era digna del Olimpo, espero no termine en mi reino.

-Hades lo que intento decirte es muy importante ¿acaso no lo ves? Si Atenea logra que Zeus muestre interés en ella, el poder que tengo en él se acabará.

-¿A qué vienes realmente Medusa?

-Necesito tu ayuda, si Zeus deja de tener interés en mí, es posible que me destierren del Olimpo, no soy una Diosa como tal, no aún.

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