Capitulo 1- Nada.

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Empece a caminar sin rumbo fijo, el sol me cegaba parcialmente la vista y el olor de la sangre me producía pequeñas arcas que intentaba contener esquivando con la vista los charco que encontraba en mi camino, es esto, esto es todo lo que queda de mi hermosa patria, cenizas, sangre y muerte, el mismo lugar donde yo fui feliz ahora se ha convertido en una pesadilla.

Las lagrimas comienzan a brotar justo cuando visualizo a mis pies el cuerpo de mi padre, le han destrozado la cara con esos instrumentos de fuego* que han traído los hombres de piel blanca a mis tierras, pero aun así en cualquier lugar reconocería su colgante, se lo talle yo misma era un pájaro que le traería siempre buen agüero  o eso creía, se lo arranque y volví a cruzar las dunas para llegar a mi hogar, entre sin decir ni una palabra nadie sabia de mi pequeña escapada mas halla de las dunas, había unas 17 personas todas ellas buscando cobijo esquivando a los de tez blanca y su tiranía sádica, algunos de ellos con la esperanza de que sus familiares vuelvan.

- Tranquilos por favor mantengan la calma, mi marido volverá y el sabrá que debemos hacer, confíen en mi.- Dijo mi madre, ella es la mujer mas valiente que jamas he conocido, entonces observe mis manos y aquel pájaro ensangrentado. Una punzada se clavo en mi corazón.

-Y como sabes que volverá han pasado 2 días desde aquella batalla y no hemos vuelto a ver a ninguno de nuestros maridos e hijos.- dijo Hafsah una mujer mayor y corpulenta, con el reflejo del duro sol y los años en el rostro. -Asimilemos que han caído todos incluso mi querido hijo.- 

- No, en cualquier momento cruzaran esa puerta, los dioses están de nuestro lado.- Contesto mi madre, intentando convencerse a si misma mas que a los demás.

-¡No lo comprendes Akila! Debemos de marcharnos tu hogar es el mas alejado de la aldea, ¿pero cuanto tiempo crees que tardaran en encontrarnos?- Hafsah dijo firme y decidida. 

-Tal vez si hablamos con ellos y les convencemos de nuestra buena voluntad, los de piel blanca no son tan diferentes a nosotros y seguramente nos entiendan, nos escuchen...- dijo Sabah con su recién nacido en brazos, es otra de las muchas jóvenes que han perdido a su marido en la  guerra... obviamente ella no lo sabe.

- Muchacha incrédula.- Dijo Hafsah soltando una pequeña carcajada irónica y sin gracia, interrumpiendo los desvarios de Sabah.

Con cautela me acerque a mi madre, la mire a los ojos y la dije murmurando mientras los demás discutían nuestro futuro.- Madre, solo los dioses saben cuanto aprecio tu palabra, pero hoy la he desobedecido...- contuve un sollozo- he ido al campo de batalla madre.- Me miro incrédula. Quería seguir hablando y contarle lo que vi con mis propios ojos, pero no pude, así que abrí la palma de mi mano y vi el dolor en su mirada. Coloco su mano encima de la mía y cerro mi puño.

-¡Silencio!- Dijo mi madre, los murmullos cesaron y mi madre suspiro.- Esta noche iremos al puerto de Anuket, y cogeremos el primer barco pesquero que nos encontremos para ir a la ciudad mas cercana.- Hafsah sonrió complacida al oír sus palabras.

-¡NO! Pensarlo bien y si nuestros maridos e hijos regresan, no nos podrán encontrar, ademas es nuestra tierra aquí nací y aquí deseo morir.- Dijo Sabah.

-Sabah la tierra, nuestros hogar no son nada sin nuestra familia, nada- Añadió mi madre.-Entiendo que tu no te quieras ir y respeto tu decisión, así que respeta tu la nuestra de marcharnos.- 

Sabah camino firme hasta la puerta con su niño aun dormido en sus brazos y sin mirar atrás se fue.

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Todo iba bien tal y como mi madre propuso por la noche nos escabullimos sin ser vistas fue fácil los niños de la aldea dormían y sus madres les llevaban a los hombros en una especia de saco hecho con telas, en el horizonte se divisaba un pequeño pero perfecto barco de pesca para nosotros, ya podía saborear la libertad, o eso creía.

Hasta que lo menos inesperado sucedió, cuando Hafsah se dirigió al grupo sonriendo tras nuestro pequeño triunfo una flecha atravesó su cuellos, un grito salio de mi garganta y el pánico se apodero de mi y de todos los que me rodeaban.

Entonces aquellos hombres metálicos* y blancos como la  leche nos rodearon, el que parecía ser el líder se subió en una roca para dirigirse a nosotros.

-Acaso pensabais que podíais huir de nosotros, ¿como íbamos a dejar escapar aquello que nos pertenece?-Dijo mofándose de nosotros su mirada me daba escalofríos.

Mi vista se poso en una mujer, era la única mujer que les acompañaba, ella era Sabah, o eso creía.

-Sabah- dije captando la atención de los míos.-¿Eres tu?

Cuando se dio la vuelta confirme mis sospechas era ella. -¿Que estas haciendo a su lado?¿Te están haciendo daño?- Me temía lo peor.

-Niña estúpida- dijo el que antes nos estaba hablando- Esta ricura nos vino a buscar con su pequeño en brazos, nos pidió ver a su marido y como podíamos decir que no a este angelito..- Dijo acercándose a ella. - ...Pero claro a cambio de algo, como por ejemplo saber donde encontrar a las aldeanas de esta nueva colonia que se unirá a la corona de mi rey- Sonrió plácidamente.

-¿Que has hecho?- Dije con ganas de llorar.

-Lo que tenia que hacer por mi, por mi hijo y por mi marido- Dijo sin un ápice de arrepentimiento.

-¡Has matado a Hafsah, a cambio de nada!- grite derramando lagrimas. - Tu marido ha muerto Sabah todos los que lucharon, sus cuerpos se están pudriendo en el campo de batalla desde hace 2 días lo he visto con mis propios ojos- Finalmente llore, todo lo que no había llorado antes. Y mi madre me consoló en sus brazos.

-No, mientes, mientes, el vive, sigue vivo ¿verdad?- Pregunto al hombre, pero este se limito a reírse en su cara, y Sabah comprendió su error y las lagrimas cristalizaban su mirada.

-Sabes que querida ...- dijo el hombre blanco a Sabah- ...en nuestro reino, no nos gustan los traidores, así que creo que vamos a prescindir de tus servicios.- Entonces esa bestia que se hace llamar hombre cogió su cuchillo y la degolló, me repugnaba notar como el lo disfrutaba. 

Entonces el pequeño llego a las manos ensangrentadas de la bestia. Y con media sonrisa, acabo con su vida.

-Mujeres y niños si me acompañáis al navío zarparemos ahora mismo, queda mucho camino hasta nuestro destino.- 

Nos colocaron unos grilletes en el cuello, en las manos y en los pies, yo no me había dado cuenta pero esa noche fue la ultima noche en la que fui libre.





 esos instrumentos de fuego*: Con esta frase se refiera a las pistolas y armas del siglo XXV para ella son desconocidas.

hombres metálicos*: por sus armaduras otro objeto que ella desconoce por el lugar donde vive y se crió (norte de África una aldea pequeña entre las dunas y el mar)

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⏰ Last updated: Aug 01, 2018 ⏰

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Esclava.Where stories live. Discover now