20. Dominique

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Se apareció afueras de Grimmauld Place con el pecho apretado y conteniendo la respiración del nerviosismo. Miró en ambas direcciones antes de pronunciar las palabras para ingresar, y cuando lo hizo, corrió en búsqueda de ayuda, sosteniendo el menudo cuerpo de la mortífaga entre sus brazos. Ella estaba muy pálida, sus labios se encontraban resecos y morados. Su cabello estaba pegajoso por la sangre, al igual que su túnica oscura. Tenía que actuar rápido, o sino, no sobreviviría a sus graves heridas.

Subió las escaleras con rapidez, y si bien, en un inicio pensó en recurrir a Susan, luego descartó la idea al recordar las palabras de Pansy, que le habían formado una inmensa duda en su interior. Sabía, siempre supo que ella estaba perdidamente enamorada de él, y en cierta medida, durante la época escolar él también se sintió atraido por ella. No obstante, todo eso ya era parte del pasado, un pasado que no volvería, al menos de su parte.

Abrió la puerta de Luna de una patada, pero no la encontró en el lugar. Fue entonces que recordó que ella le había informado que desde entonces dormiria en su habitación, y se devolvió sobre sus pasos, percibiendo como las distancias se volvian eternas para llegar hasta ahí. "Resiste", pensó el auror mientras sentía que el cuerpo de Pansy se le derretia entre sus brazos. "Resiste, por favor".

–¡Alex! ¿Qué sucede? –preguntó una voz sus espaldas–. Seguí el rastro de sangre que dejaste en la escalera, ¿que pasó? ¿te ayudo en...?

Alexander se volteó para enfrentarse con la mismísima Susan, que lo miraba con el ceño arrugado de preocupación. Sin embargo, cuando la mirada de ella bajó hasta el cuerpo que el auror sostenía, su expresión cambió brutalmente, transformándose en una mezcla de sorpresa y cólera.

–¿... algo? –completó por inercia–. ¡¿Parkinson?! ¿Que hace esa mortífaga aquí? No me dirás que... ¡Es ella! ¡La impostora! ¡¿Por qué la trajiste de vuelta?! ¡Es el enemigo!

Chilló, apuntándola acusatoriamente con el indice. Sus mejillas se colorearon tanto como su cabello, y se podía ver como su barbilla tiritaba de impotencia, mientras seguía blasfemando en voz alta sobre la locura que él estaba cometiendo al traerla de vuelta al cuartel.

–¡Cállate! –gritó enojado–. Si quieres ayudarme de verdad, no le dirás a nadie que la traje y me ayudarás a limpiar ese rastro de sangre del que hablabas, ¿entendido?, cuando pase el peligro, tú y yo tendremos una seria conversación. ¿Te quedó claro? Hay un par de cosas que debemos aclarar.

Alex se giró para seguir en su búsqueda, pero la voz dolida de la medimaga llegó nuevamente a sus oídos.

–¿Por qué? ¿Por qué la ayudas? ¿La quieres? –gimió desde su posición, con los ojos repletos de lágrimas.

–Eso no es de tu incumbencia, Bones –contestó fríamente–. Nunca lo ha sido.

Sin darle tiempo para replicar, el auror siguió caminando hasta llegar a su habitación, y empujó la puerta con el hombro, logrando abrirla con la violencia del acto. De inmediato vislumbró la figura de Luna, que se encontraba de espaldas mirando las estrellas por la ventana, y que al escuchar el golpe, se volteó asustada. Al verlo cargando un cuerpo inerte y ensangrentado entre los brazos, Luna dejó caer la taza de chocolate que tenía en las manos, la cual se estrelló contra el piso rompiéndose en mil pedazos, liberando el líquido caliente que contenía en su interior.

–¡Por Merlín, que pasó! –exclamó tapándose la boca con ambas manos.

Él avanzó hasta la cama, y dejó con delicadeza el cuerpo de Pansy sobre el cobertor. Su expresión lucía terriblemente asustada, mientras comenzaba a rasgar la tela que envolvía el cuerpo de la mujer y que estaba muy pegada a su piel.

Tu VerdugoWhere stories live. Discover now