Diez

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Me sentí como si el destino me lo hubiera dado todo, y luego, en cuestión de segundos, me lo hubiera arrebatado.

Aún sigo creyendo que esa fue la peor noche de nuestra vida, nos marcó de una manera tan aterradoramente trascendental, que recordar todos los sucesos después de aquella devastadora noche hacía que siguiera doliendo día tras día, aquel sentimiento parecía nunca desaparecer.

Los muros que Anna construyó a su alrededor fueron creados a base de un gran odio, dolor y rencor que en parte yo mismo podía entender, pero eso no quitaba el hecho de que me doliera como el demonio, saber el sufrimiento por el que pasó y pasaba, y aún así yo no podía estar ahí junto ella, al menos recogiendo sus lágrimas, por lo menos abrazándola, como mínimo diciéndole todo el amor que por ella sentía.

Después de un par de semanas me enteré por parte de Gabriela, lo que había terminado de suceder alrededor de Anna. Tayler, su padre, había quedado postrado en una cama después de perder una de sus piernas por causa de una bala. George Oldman, el autor intelectual de todo el daño alrededor de Anna y su hermana estaba en un proceso de judalización por un sinfín de delitos encontrados en su contra. Finalmente, esa tarde llegó a nosotros la noticia de que Maggie, su madre, había escapado del centro médico en donde le estaban otorgando ayuda a su salud física y mental.

Así que le pedí a Gaby llevarme con Anna al apartamento donde vive con su hermana Amy y el novio de ésta.

Durante el camino en el auto de Gaby, mis manos no podían mantenerse quietas, sentía una ansiedad tan impresionante que comencé a sudar frío. Me mataba no saber qué hacer, si llegar e inmediatamente correr hacia ella a abrazarla o simplemente darle su espacio, pero bueno, unas cuantas semanas debieron ser suficiente espacio, mejor no, por fin tenía mi oportunidad de estar junto a ella, una oportunidad después de todo lo sucedido.

Al llegar al apartamento lo primero que me recibió fue silencio por demás abrumador que sólo se vio interrumpido por la despedida de la mejor amiga de Gaby. Luego, todas las miradas de la instancia se posaron en mí, incluso aquellos ojos tan apagados y tristes me miraron de una forma tan fugaz que lejos de sentirse eterno, se sintió como una ligera brisa de la cual yo quería empaparme. Así que tomando todo el poco valor caminé hacia ella de una manera tan decidida que incluso me pareció extraño.

-Anna –susurré su nombre con un tono de voz tan bajo que temí que no me hubiera escuchado. Un nudo atenazaba mi garganta y mis manos estaban hechas un puño conteniendo la fuerza de la adrenalina que sentía en el momento. Mi corazón desbocado.

Capturé un sutil movimiento proveniente de su cuerpo y pude apostar que sólo yo lo había percibido.

Pasaron unos efímeros segundos en los cuales me removí sumamente incómodo. Estaba plantado delante de ella pero no me observaba, su mirada se notaba tan perdida y yo quería encontrarla, así que me aproximé más y pose mi fría mano en su mejilla provocándole un respingo.

Me miró con el ceño fruncido y apunto de hacer un puchero pero se contuvo y solamente se quedó mirándome de mala manera.

-¿Qué quieres? –me dijo en su habitual voz chillona que tanto me molestaba pero que apreciaba por lo menos poder escuchar unas contadas palabras de su boca.

-Saber cómo estás –le dije luego de sentarme a su lado.

Simplemente subió y bajó sus hombros. Quise rodar mis ojos.

>>Anna, no soy ellos, soy diferente, somos diferentes, recuérdalo –le dije al bordo del llanto, me sentía supremamente mal al saber que no importaba qué hiciera, ella no volvería a ser la misma, pues después de esa noche lo corroboraba en cada ocasión que miraba sus ojos.

-Vete –espetó de forma brusca sorprendiéndome. Comencé a negar con mi cabeza –Evan vete –dijo derramando sus primeras lagrimas –No soy buena, ¿es que no lo entiendes? Estoy en partes, estoy rota y tú necesitas a una amiga completa.

-No, te necesito a ti...

-No necesitas a alguien como yo –dijo parándose y abrazándose a sí misma- Lo siento, no puedo cumplir el trato que sellamos, discúlpame Evan.

-¿Por qué parece que te despides? –le dije mientras hipeaba.

-Porque eso estoy haciendo –respondió con la cabeza gacha- Me despido.

-No tienes porqué despedirte, todo estará bien Anna, lo prometo. Yo me encargaré de eso, prometo hacer sonreír, yo puedo darte todo el amor que ellos no te dieron porque... Anna, yo te quiero –le confesé sintiendo mis ojos desbordarse de lágrimas y entonces las suyas salieron.

Comenzó a negar una y otra vez con su cabeza.

-Evan yo...me iré, yo me marcharé de Brooklyn.

-¿Qué?

Comenzó a asentir una y otra vez con su cabeza.

-Perdóname, ¿sí? –Dijo haciendo finalmente un puchero que revolucionó mi estómago y se disipó en todo mi sistema –Yo también te quiero -terminó por decir.

-No es cierto –le grité furioso- No mientas, eres una falsa Anna –le dije provocando que ella me mirara con los ojos abiertos.

Inmediatamente comencé a escuchar murmullos de las personas que había olvidado, estaban alrededor de nosotros.

-No digas eso Evan –susurró -¿Por qué no me crees?

-Si me quisieras no te irías –me sentía decepcionado y roto. Ella no podía irse, no podía marcharse, era todo y lo único que tenía, sin ella todo lo bueno desaparecía y todo lo malo recobraba vida.

-No puedo quedarme, entiéndeme, necesito estar bien, me duele –dijo señalándose- me duele todo lo que pasó y ese dolor nadie lo puede curar sólo yo –dijo rompiendo en llanto- Sólo yo.

Rápidamente corrí hacia ella en el momento en que cayó de rodillas al suelo.

Mi corazón se fue rompiendo minuto a minuto en que la escuchaba llorar, su cuerpo se sucumbía de una manera tan horrorosa, porque sabía que estaba terriblemente dañada. Temblaba como una hoja y se pegaba a mí con tanta fuerza que tuve que aferrarme a esa misma.

-Lo siento –comencé a decirle una y otra vez mientras me arrepentía de todas las cosas dichas.

Esa chica estaba rota, pero era mi chica.

-Está bien –dijo sollozando- Sólo prométeme que nunca me dejarás de querer Evan, porque yo nunca lo haré. Volveré.

-¿Volverás?

-Volveré –aseguro mirándome con sus ojitos mieles y su cabello Nutella alborotado.

Me aproximé a ella y posé mis labios en su mejilla húmeda a causa de sus lágrimas.

-Te quiero Anna, prometo no dejarte de querer.

-Te quiero Evan, prometo volver y quererte más.

Nuestra promesa esta vez fue sellada con un fuerte y largo abrazo.

Esa noche lloré a causa de un corazón roto, un vacío en mi ser y una esperanza en mi alma. Fe de Anna, de volverla a ver y de volverla a tener siendo mía.



Así que siete años después mi pecho se infla en el momento en que suspiro. Mis recuerdos nublaron mi mente pero llenaron mi corazón, ahora, todo ha cambiado. Mis padres hace un par de años se separaron y gracias a ello pude perseguir mis sueños, me gané una beca para estudiar fotografía en uno de los mejores institutos de Brooklyn, voy en segundo año y gracias a mis calificaciones y mi talento, doy un par de talleres en el instituto como servicio social. Vivo entre paisajes y mi cámara, entre fotografía y exámenes que calificar, vivo tan sumido en mi arte que me he olvidado por completo de mi fatídica vida amorosa.

Con el pasar de los años la pubertad me ayudó. Mis ojos color azul se intensificaron, mi piel aunque la expongo al sol sigue igual de clara y mi cabello, bueno, ese lo tinturé de negro acabando con mis mechones rubios.

Una llamada proveniente en mi teléfono me saca de mis pensamientos. Contesto la llamada y mi corazón se para en el momento en que mi hermana Gabriela me lo confirma, Anna ha vuelto.

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⏰ Last updated: Jan 16, 2018 ⏰

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