When the Day Met the Night

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— La he cagado. —Hablaba con su mejor amigo por teléfono.

— No me digas ¿Qué has hecho ahora?

— El chico del parque

— El del número

— Sí, pues le invite a ir a nuestra tienda de discos, ya sabes

— ¿Me has puesto los cuernos?

— Spencer, esto es serio.

— Sí, vale, perdona.

— Le prometí llevarle si me daba su número y lo hizo, así que cumplí mi parte. Pero estábamos ahí y vino el capullo de Jon y entonces el capullo aparecí yo.

— Dejame adivinar; te escondiste de Jon para que no viera que estabas con él.

— ¿Cómo lo sabes?

— Porque tu estilo de vida es una mezcla mala de Skins y Friends.

— No tiene gracia.

— Ya lo sé, por eso lo de "mala"

— ... —Suspira..

— La cagaste y ahora te sientes mal.

— Me siento muy mal.

— Enhorabuena, tienes empatía.

— No me contesta los mensajes.

— Le has usado como un puto objeto, Brendon, ¿qué coño esperabas? ¿un ramo de flores? A veces puedes ser un capullo, la cagas y haces daño a la gente sin darte cuenta.

— ... Gracias por animarme.

— De nada, ahora arregla tu mierda y te sentiras mejor.

— ¿Cómo?

— ¿No vivía al lado de Jon? Pues ya tienes su dirección. ¿Qué es lo peor que te puede pasar? ¿Qué no te abra la puerta? Ya te la está cerrando en las narices, tecnológicamente hablando.

— Vale, voy ahora. —Corta la llamada.

— No, no, no he dicho que vayas... y ya me ha colgado...

Efectivamente, nada más colgó, cogió una mochila con una cosa importantísima y se largo de su casa. Eran prácticamente las doce de la noche, pero salió de su casa sin que nadie lo supiera y fue directa hacia la de Dallon... bueno, la que creía que era la suya. Tenía un 50% de acierto. Tiró piedrecitas pequeñas a la ventana más alta, otro 50% de acertar con cuál era el dormitorio del joven, pero apostó todo al que tenía la luz encendida.

— ¡Dallon! ¡Dallon! —Fue a tirar la última piedrecita justo cuando la ventana se abrió.

Se escucho un "au" antes de que se asomase. Pero nada más ver a Brendon justo debajo de su ventana, la volvió a cerrar.

— Mierda...

Miro a su alrededor, buscaba algo para poder llegar a su ventana. Empezaba a hacer frío así que, como no le dejará entrar, moriría de hipotermia (Tal vez exageré un poco) Tuvo la suerte de que había un árbol prácticamente pegado a la ventana y una de sus ramas rozaba peligrosamente contra el alféizar de está. Como apenas tiene cerebro con 17 años, subirse a él pareció la mejor de las ideas. Llego al nivel de la cristalera y esperó, con una sonrisa, a que el contrario le viera.

Por pena o por lo que fuera, acabó volviendo a abrirla.

— ¿Por qué no te rindes?

— Me has abierto, eso ya es algo. —Hizo un amago de tratar de entrar dentro del cuarto, pero el otro se lo impidió.

The Last Night - Brallon AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora