fuera de tu mente

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Mike arrancó una flor de una ventana en su camino al psiquiátrico.

Era una Campanilla de Invierno, que coincidía con la estación.

El frío se había apoderado de las calles, al igual que del corazón del azabache, que arrastraba los pies al caminar.

Esa flor significaba esperanza, un sentimiento que ya creía haber perdido hace mucho.

Miró sin brillo en los ojos el viejo edificio mal pintado que tenía en frente, recordándole su tristeza.

Y suspiró una vez más.

Al entrar, la puerta dio un chirrido que sirvió como timbre para la mujer de la recepción, que lo recibió con una sonrisa de plástico, tan falsa como la estabilidad de ese lugar.

-Joven Wheeler -dijo. Su voz sonaba tan seca que combinaba con el entorno-. Tan puntual como siempre.

El mencionado trató de sonreír, pero lo que esbozó fue más una mueca. Era casi imposible sonreír con sinceridad en ese lugar.

-¿Él sigue en la misma habitación? -preguntó, acercándose a su escritorio.

-No -respondió.

A Mike le repugnaba cómo se lamía los dedos para pasar las páginas de su cuaderno de apuntes, buscando el apellido Byers en él entre todos los que había.

-¿Por qué lo movieron? -preguntó frunciendo el ceño, ocultó el temblor de sus dedos apoyándolos en la mesa.

-¿Esta vez? -dijo ella en un tono burlesco, mirándolo bajo sus lentes del siglo pasado- ¿Por qué no se lo preguntas a él?

Wheeler ahogó un sollozo. No quería saber qué ocurrencias había tenido él esta vez, pues a su parecer, cada vez eran peores.

Y cada vez parecía más difícil de recuperar.

-Habitación número 11, segunda planta -dijo señalando un renglón del cuaderno-. Creo que sabes cómo encontrarlo.

-Lo sé -respondió, y dejó el lugar sin siquiera agradecer.

Cada paso que daba, cada escalón que subía; no hacían más que acercarlo más a la tristeza que debía disfrazar.

Will lo era todo para él desde que se habían conocido, y de ninguna manera iba a dejarlo solo en ese lugar, para que esos monstruos terminaran por acabarlo.

Pero cada vez era más, y más difícil pasar por esa puerta.

Cada vez se hacía más imposible para él no romper en llanto frente al pequeño castaño.

Siguió arrastrando sus pies por el piso de mármol, rodeado de nada más que blanco y alguna que otra ventana enrejada de vez en cuando.

Entonces su paso se detuvo.

[ N° 11 ]
[ William Byers ]

Suspiró al posar sus dedos sobre el pestillo, y entonces lo giró.

Ahí estaba él, tan hermoso como siempre, dibujando en su bloc de hojas casi terminado.

Siempre había sido un artista ante los ojos de Wheeler.

Cerró la puerta tras de sí, haciendo el mínimo ruido posible, y caminó hasta él con una tonta sonrisa en la cara.

Por más deprimido que estuviera, al verlo no podía hacer más que sonreír.

Out of your mind ❇ bylerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora