Clicheland High School

5. Anacleto homicida

Brooke la miró extrañada.

—¿Rayita como…la anterior Rayita? —preguntó con curiosidad— ¿A la que tiraban por las escaleras?

La pelirroja miró a su alrededor con melancolía, como si el recuerdo de ser lanzada por las escaleras le produjera nostalgia, y luego asintió.

—El mejor día de mi vida —musitó.

—¡T.n___!

Las dos chicas alzaron la cabeza para encontrarse con Anacleto subiendo las escaleras. Pisó algunos de los libros de Rayita en el trayecto y tomó la mano de Brooke para incorporarla, parado entre ambas.

—¡Anacleto! —la pelirroja volvió a soltar sus libros y abrazó al muchacho por detrás, quien no se inmutó—. Soy Rayita, mirame.

Brooke miró a ambos.

—¿Ahre?

El muchacho suspiró, aún con la pelirroja colgada de él.

—Sólo vengo a advertirte que ni siquiera intentes hacer que vaya al baile de bienvenida con vos —soltó la mano de Brooke, dio un paso hacia atrás con dramatismo e hizo que Rayita se soltara y cayera—. Soy muy malo para esas estupideces.

La muchacha vio a la pelirroja rodar escaleras abajo. Nadie fue a ayudarla.

—La mataste.

Anacleto parecía no saber de qué estaba hablando. Por alguna razón, se estaba portando como si Rayita no existiera.

—¡Maté tu amor, bebé! —le sonrió y le guiñó un ojo, galante— Te rompí el corazón, perdón. Stacy fue un error, pero te advertí que yo no era bueno para vos.

Brooke volvió a mirar el cuerpo inerte de la muchacha, un piso más abajo. Los estudiantes la rodeaban o pasaban por arriba de ella, cuidando de no tocarla, para subir las escaleras.

Cuando regresó su atención al muchacho, él ya no estaba. Se había desvanecido de forma misteriosa y lo único que ahora quedaba de él era su extraña fragancia: una mezcla de jabón de menta, cigarros, metal, cuero, sudor y cualquier mierda asquerosa relacionada con el estereotipo de macho sexy.

Tuvo una arcada.

Bajó las escaleras para ayudar a Rayita. Cuando se hincó a su lado, notó que estaba emitiendo quejidos y la ayudó a incorporarse.

—¿Debería llamar a una ambulancia?

Rayita la miró confundida.

—¿Quién sos?, ¿donde estoy? —arrugó la frente— Tengo amnesia y no me acuerdo de los últimos dos meses, que coinciden con la primera vez que vi a Anacleto.

—¡T.n____! —Dylan llegó a ellas y tomó su brazo con energía para alejarla unos centímetros de Rayita, antes de mirarla con repulsión—. Uhg, no te juntes con ella. Tiene piojos.

Rayita puso los ojos en blanco, lo fulminó con la mirada, unas lágrimas solitarias cayeron de sus ojos y se marchó corriendo mientras se las secaba.

Brooke la señaló y el timbre del fin del receso sonó.

—¿Por qué la tratan tan mal?

—Porque pasó de moda —respondió Dylan antes de comenzar a jalarla hacia las escaleras—. ¿Ya viste su pelo? Las castañas venden ahora.

Brooke se dejó llevar en aquella ocasión, con la intención de sacarle más información a Dylan.

—¿Vender qué?

—Best Sellers.

<<¿Qué?>>

—¿Esto es un Best Seller? —Dylan asintió mientras continuaban subiendo las escaleras. Cuando pasaron junto al sitio en el que antes estaba Anacleto, notó que su aroma permanecía. El muchacho suspiró y ella volvió a tener una arcada—. ¿Y a nadie le parece raro esto?

—¿Raro como el hecho de que sólo soy gay para que los lectores no me shippeen vos?

Brooke permaneció en silencio. Definitivamente debía salir de ese lugar. Simplemente debía aguantar hasta el final del día, volver a su casa sin cruzar palabra con nadie de esa escuela y hablar con sus padres para que la cambiaran cuando antes.

También planeaba denunciar a Anacleto por intento de homicidio.

Subió el último escalón que daba al segundo piso y, apenas doblaron para buscar el aula, se encontraron con el mismísimo Anacleto besándose con Stacy contra los casilleros.

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Yes, VOLVI, PERRAS. Y AHORA SI VOY A ACTUALIZAR RAPIDO (minimo una vez a la semana).

Y si tienen ganas de seguir riendose y mucho drama, se pasan por mi nueva historia "Romeo, Marco y Julieta".

Se los ordeno.

Se pasan ya.