Capítulo 4

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Capítulo 4

Las carcajadas resonaban, cada vez más altas, en la casa. Los niños le daban color a aquel hogar. A cualquier hogar. Aunque el día anterior se habían pasado todo el día de juego y relajo, la energía y vitalidad seguían intactas, iban en las mismas. ¿De dónde sacaban tantas energías?

Las carcajadas de Vicky y Anuar eran directamente proporcionales con los gemidos de protesta de José Eduardo. Aumentaban. Le estaban dejando moretones por todos lados. Vicky estaba montándolo como un si fuera un caballo, tirando de sus cabellos, mientras Anuar estaba halándole las piernas, tirando de él hacia atrás, para evitar que alcanzara una pelota de colores con la que estaban jugando.

Los niños se despertaron muy temprano, y esta vez, en vez de despertar a Victoria despertaron a José Eduardo. Trató de hacerse el loco y no hacerles caso para que desistieran del intento, pero fue imposible. Los saltos que estaban dando en su cama, como si él fuera un obstáculo de pista y campo, eran más fuertes que su sueño y habilidades actorales. Se rindió y despertó, a pesar de que se había acostado muy tarde la noche anterior. Los tomó a ambos y comenzó a hacerles cosquillas, muy conciente de que si comenzaba el juego, por mucho tiempo no iba a poder cortarlo. Especialmente por Vicky, cuando comenzaba a jugar no había quien la hiciera parar.

Lo que lo había motivado era ver a Anuar tan motivado y animado. Hacía tiempo que no jugaba así. Lo más probable era que Vicky le había insistido tanto que no pudo dar una negativa. Pero lo importante era que estaba disfrutando y José Eduardo disfrutaba de ver a su hermano tan animado.

Ya había alcanzado la pelota y estaba corriendo por todos los pasillos de la casa siendo perseguido por dos chiquitines revoltosos y muertos de la risa. Cruzó la cocina, la sala, el recibidor, el cuarto de juegos, el suyo propio y volvieron al principio. Habían estado toda la mañana en eso, él era joven pero, ciertamente, no tenía tanta energía como los niños. Abrió la puerta que daba al patio y salió corriendo hacia fuera. Cayó rendido al césped con la pelota de colores sobre su pecho. En fracción de segundo, vio como dos criaturas volaban por el aire y, en un aterrizaje bastante brusco y doloroso, le caían encima. Soltó un grito gutural, cerró los ojos e hizo el perfecto truco del perro muerto.

Vicky- Te agarramos -dijo tres veces cantando- Ahora no te vas a escapar. -le quitó la pelota- Ahora es nuestra, atrápala si puedes.

Vicky se echó hacia atrás con la pelota en las manos. Daba graciosos pasitos de baile, mientras se preparaba para salir corriendo en cualquier momento. Anuar, igualmente rendido, estaba acostado boca arriba sobre el césped. Su vientre subía y bajaba como acordeón.

JE- No, -dijo jadeando y negando con la cabeza- ya, yo ya no juego.

Vicky- ¿Te rendiste?

JE- Sí. Me rindo. -se llevó las manos a la cabeza-

Vicky- Que flojo eres. Los dos son unos flojos. -dijo, mirando a sus dos hermanos- Miren nada mas, como se dejan ganar por una mujer.

José Eduardo levantó sus cejas ante el comentario de su pequeña hermana. Acto seguido, soltó tremendas carcajadas. ¿Dónde aprendería a ser tan avispada?

JE- ¿Sabes qué, pequeña tormenta? -le dijo, mientras se sentaba- Ya esta bueno de juegos. Deberían tomarse un descanso o se van a desaparecer. Tomen agua y serenense que pronto vamos a almorzar. Yo voy a hacer lo mismo y a bañarme por que mírenme como estoy, sudado.

Con un gesto de dolor se puso de pie como pudo. Se sacudió la paja y el sucio que tenía sobre la ropa.

Vicky- Pues yo quiero seguir jugando. -dijo autoritaria, frunciendo el ceño y cruzando los brazos sobre su pecho-

Indeleble. #VyCWhere stories live. Discover now