Capítulo X, parte II

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Rose masculló algo ininteligible cuando escuchó a Marcus levantarse de la cama. Abrió un ojo, extrañada y observó las manecillas del reloj: apenas rozaban las seis. Farfulló algo más, incómoda y terminó por incorporarse.

—¿Puedo saber dónde vas a estas horas? —preguntó y se apartó un mechón de pelo cobrizo de la cara.

—Tengo cosas que hacer —contestó él, más fríamente de que de costumbre aunque no olvidó besarla con suavidad—. Regresaré esta noche, si no hay inconveniente.

—¿Esta noche? —Rose parpadeó, sorprendida y miró a su marido, con los ojos muy abiertos.

Era la primera vez que el trabajo le abstraía durante tanto tiempo. Normalmente iba y venía de un lado para otro, pero no solía llevarle más que unas horas. Además y dada su incesante curiosidad, Marcus siempre la tenía al día de lo que pasaba en sus negocios... hasta aquel momento.

—Me ha surgido un compromiso, Rose. —dijo y se levantó, ya completamente vestido: chaleco gris perla, camisa blanca y el pelo recogido—.No te preocupes, pequeña. Estaré aquí antes de lo que te piensas.

Rose frunció el ceño, extrañada, pero terminó por asentir. La sensación de que algo no iba bien apareció bruscamente y se enrolló en torno a su corazón, ensombreciendo su gesto casi al momento. No obstante, lo achacó al miedo que tenía a perder a otra persona querida y lo dejó pasar. A fin de cuentas, la marcha de Dotty estaba aún muy reciente y eso, sumado a su cada vez más evidente embarazo, hacía que desconfiara de todo lo que sucedía a su alrededor.

—Ten cuidado. —Pidió y dejó que él la besara de nuevo, esta vez, mucho más profundamente—. Y vuelve pronto.

Marcus asintió y acarició su mejilla con ternura. Vio en sus ojos el temor y la desconfianza y, aunque parte de su conciencia se removió, inquieta, supo que tenía razón en sentirse así.

La oleada de inquietud que llevaba recorriéndole toda la noche se acentuó y una vez más, se preguntó por qué estaba haciendo aquello. Porque es lo mejor para ambos, pensó, mientras se despedía de Rose con un gesto. Ella era la dueña de su corazón y odiaba mentirle, pero en aquellos momentos, no tenía otra opción.

Suspiró profundamente y cuando se acomodó en el carruaje, sacó la carta que había recibido unas horas antes. Sin sello, simple y corriente, pero con una rúbrica que conocía demasiado bien. Las palabras "tenemos que vernos" y " te necesito" eran perturbadoras, pero removían algo en él muy diferente al amor. ¿Qué era? Aún no lo sabía y, precisamente, por eso, iba a su encuentro. Solo esperaba que Rose nunca se enterara de que, tras tanto tiempo desaparecida, Amanda, su ex mujer, había regresado.

***

Por primera vez en muchos años, el camino a casa de los Meister se le hizo largo. Iba todos los malditos días pero, esta vez, el tiempo parecía correr mucho más lento. La necesidad casi brutal de compartir los sentimientos que le embargaban era tan notoria que todo él hervía de frustración. Aún no era capaz de asimilar lo que había vivido, la oportunidad que había tenido entre las manos. No estaba seguro de si había conseguido que ella le creyera, pero al menos, lo había intentado.

Geoffrey bufó de impaciencia y se acomodó en el asiento del carruaje. Tras su encuentro con Emily, le había faltado tiempo para regresar a casa, bañarse y adecentarse. Incluso se había cortado un poco el pelo. No era a lo que estaba acostumbrado, desde luego, pero tenía la sensación de que así mejoraría un poco la desastrosa impresión que le había dado a Emily.

Suspiró profundamente para relajarse y se obligó a recordar cada paso de esa mañana, desde la odiosa sensación de impotencia al levantarse esa mañana a su encuentro con la joven. Definitivamente, aquella conversación había vuelto a dar alas a su macilento corazón. Emily no le había dicho un no rotundo y eso era mucho más de lo que él esperaba en cualquier situación. Ahora solo le hacía falta tener un poco de sentido común para no meterse en un nuevo lío o algo similar. Precisamente por eso quería recurrir a los Meister. Ellos eran el matrimonio perfecto y, como sus mejores amigos, estaba casi seguro de que le darían algún consejo para llevar a cabo lo que llevaba pensando desde esa mañana: quería volver a verla, costara lo que costara. Era una locura, por supuesto, pero estaba tan acostumbrado a dejarse llevar por ella, que ya no le importaba someterse a sus designios.

Recordando lo imposible (Saga Imposibles II) COMPLETAWhere stories live. Discover now