2.Santa Cecilia

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Tras varias horas de vuelo, Hiro y la señora Cass arribaron el aeropuerto de la ciudad más cercana al pueblo en donde se quedarían. La mujer estaba muy emocionada, no sabía mucho de ése lugar pero por lo que había investigado, la cultura de su país era lo que más abundaba y hacía tan interesante aquél sitio.
Cass recogía las maletas con una mano mientras que con la otra sujetaba de la muñeca al chico y lo llevaba consigo a todas partes, pues sabía que él no se movería sólo. Algunas de las personas que se encontraban por ahí cerca los miraban y murmuraban cosas con aire de desprecio y no por que no fueran de ese país, sino por que Hiro parecía más un esclavo que un niño al que llevan de la mano para que no se pierda, pero Cass simplemente optaba por ignorarlos.

Después de recibir y firmar algunos documentos, consiguieron subir a un taxi el cual sería su último paso para poder empezar a "disfrutar" esas repentinas vacaciones. No tardarían tanto de un lugar a otro, pues no quedaba muy lejos y, a medida que avanzaban, los autos y el tráfico iban disminuyendo poco a poco. De hecho, esto hacía que los extranjeros de ciudades aglomeradas –que no viajaban mucho más lejos de su zona de confort– se vieran extrañados entre sí y se les hiciera algo raro. Era gracioso el ver que unas personas completamente distintas se asustasen por algo que para los paisanos pasaba desapercibido, o bueno, eso era lo que estos decían.

El auto paró justo en frente del recinto solicitado. La castaña salió del vehículo y comenzó a sacar las valijas junto con unos trabajadores del hotel, dejando a Hiro en el taxi, simplemente para prevenir que el sol lo lastimara.

(...)

-¡Woah! pero que lindo es este pueblo, ¿no lo crees?- Preguntaba la tía mirando su habitación, la cual no era muy grande, pero era cómoda y justa para un par de personas. Estaba constituida por dos camas matrimoniales, un pequeño buró con una lámpara, espejo con forma de semicírculo alargado y cajoneras; un baño sólo con las cosas básicas, una televisión simple y un clóset o ropero simple. El adolescente se encontraba sentado en la cama, inmóvil. La mayor lo veía esperando que contestara, pues entre tantas cosas se le había olvidado el estado de su pequeño. Toda la hilaridad se vio derrumbada en un dos por tres, porque muy en el fondo aún tenía ese ligero pensamiento que cada vez se hacía más y más presente: "Esto no servirá, es una pérdida de tiempo". Se encaminó hacia una ventana que daba al exterior de la morada para respirar, últimamente hacía eso cada que veía a Hiro, pero ¿quién la culparía? Estaba comenzando a anochecer, las calles que antes estaban tan vivas, llenas de gente, comenzaron a dejar paso a la luna y las estrellas para que iluminasen con su esplendor. Sin que nada interrumpiera el chirriante canto de los grillos que sonaban a lo lejos. Eso le daba un ambiente de tranquilidad, y comenzaba a hacer efecto en la de tez blanca, que por cierto logró observar un cartel que rezaba algo como "El día de muertos se acerca, ¿estás listo para celebrar? ¡Ven y disfruta de los mejores músicos en la plaza del mariachi!" Le pareció una buena opción para comenzar su estadía por las mañanas. Sonrió melancólica. Si Hiro estuviera bien, ¿cuántas cosas no habría hecho ya? Tal vez diría que no le gustaba el ambiente, o que simplemente preferiría volver a casa, pero en realidad estaría muy emocionado internamente por conocer cosas distintas a lo habitual. Fuese la que fuese, sería mejor que sólo tenerlo ahí sin más como muñeco.

Finalmente se alejó del marco, guardó varias cosas que faltaban como una que otra prenda de vestir y se giró hacia el contrario para acomodarlo y que durmiera plácidamente. Lo arropó y posteriormente acarició suavemente sus cabellos.- Buenas noches, Hiro...- Dijo retirándose de él y yendo a la cama que estaba desocupada. "Mañana será diferente, estoy segura"....

Tu "Tierra De Los Muertos"|| HiguelWhere stories live. Discover now