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KATE

   Despierto perezosamente luego de haber dormido muy mal anoche, tuve la misma pesadilla de siempre, mi padre golpeando a mi madre y luego a mí. Esas horribles imágenes vienen a mi mente, suspiro lastimosamente y miro el reloj situado en mi mesita de noche, abro los ojos como plato al ver que son las once de la mañana.
Me levanto a toda prisa de la cama casi cayendo al suelo al estar toda enredada entre las sábanas, corro al baño y tomo una corta ducha intentando olvidar todo. Envuelvo mi cuerpo en una toalla, tomo otra para mi cabello que está chorreando y observo mi reflejo en el espejo unos minutos.
Soy una mujer de ojos marrón claro, cabello color castaño un poco rojizo y otro poco rubio, no sé muy bien. También soy flaca pero con buenas curvas. Me detengo en mi cuello, en la cicatriz que tengo desde el día en que me marché de casa. Mi madre había muerto debido a los golpes de mi padre y antes de que la policía se lo llevase, me hizo un corte en el cuello con su cuchillo. Lágrimas caen sin barrera de mis ojos, respiro profundo recordando las palabras que mi madre solía repetirme cuando me veía llorar por su causa: "Nadie merece tus lágrimas cariño, y mucho menos él". Tomo una bocanada de aire y quito cualquier rastro de lágrimas.

Luego de haberme secado el cabello y cepillado los dientes, me coloqué unos jeans ajustados, una camisa blanca suelta y unos tacones negros que amaba. Me maquillé suavemente y peiné dejando mi cabello suelto hasta la cintura.
Tomo mi bolso, el celular, y bajo de mi departamento. Pido un taxi y tras darle el número del lugar donde debía estar en diez minutos, llego. Le pago al taxista y veo el lugar, es una casa muy grande, con ventanales... bastante elegante.

—Bueno, aquí es... —dije en un susurro y toqué el timbre esperando ver a mi nuevo profesor de violín. Me imagino a un anciano medio calvo, espero que las clases no se tornen tan aburridas.

Al abrirse la puerta aparece tras ella un hombre para nada viejo, parece unos años mayor que yo. Cabello corto negro, barba de unos días, ojos azules, unos labios carnosos y un cuerpo que derrite a cualquiera. Lleva puesto un traje, lo que es extraño, ya que al parecer es su casa.

 Lleva puesto un traje, lo que es extraño, ya que al parecer es su casa

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—Buenos días, señorita... —dice mi profesor sacándome de mis pensamientos. ¡Oh por Dios, qué vergüenza!

—Buenos días, mi nombre es Kate Raison, lo llamé hace un par de días para su clase de violín —contesté totalmente ruborizada, no era capaz ni de mirarlo a los ojos.

—De acuerdo, señorita Raison, yo soy James Houghton. Como debe saber deberá llamarme profesor o señor Houghton, ¿le ha quedado claro? Y por cierto, llega usted cinco minutos tarde —dijo él de manera fría y cortante, su mirada era como hielo, tanto que hasta me sentía intimidada.

Luego de invitarme a pasar y pedirme, u obligarme a sentarme en una de las sillas que había alrededor de una mesa donde aparentemente era su estudio, se sentó frente a mí y se quedó observándome.

—Bien, señorita Raison, dígame... ¿Usted tiene conocimiento acerca de éste instrumento, o al menos sobre música? —preguntó luego de un largo silencio ensordecedor muy incómodo, parecía molesto, como si el hecho de no saber absolutamente nada fuese un pecado; de todos modos se supone que alguien que va a clases particulares quiere aprender a hacer algo, de otro modo no iría.

—Sí, señor Houghton, sé de música y ya había tomado clases de violín anteriormente, pero me gustaría perfeccionarme un poco más, ya que sólo asistí un par de meses —finalicé intentando ocultar mi nerviosismo.

—Estupendo, me alegro de que así sea, será mucho más fácil para ambos. —¿Le alegra ha dicho? Que se lo comunique a su rostro que al parecer no se ha enterado— Veo que no ha traído su violín ni el cuaderno de música...

No puede ser, que tonta soy. ¿Cómo pude olvidarme lo más importante? Si vengo justamente para eso. Comienzo a ponerme pálida y a ruborizarme, lo sé porque siento el calor en mis mejillas. Estoy muy nerviosa y avergonzada, él hace un gesto con la mano como restándole importancia pero aún así, me responde bastante frío.

—De acuerdo, por ser el primer día se lo dejaré pasar, pero que no se repita, ¿entendido? No tolero la irresponsabilidad —me reprocha y asiento cabizbaja— Tome mi violín, es el que está sobre esa mesa de allí. —Apunta una mesa de madera tallada muy bonita, no me había percatado de su existencia hasta ahora.

Me dirijo hacia allí con paso lento, mientras observo con más detalle la habitación. Hay un gran ventanal que deja a la vista un hermoso jardín; las paredes son color crema y el piso es de madera. Tiene colgados varios cuadros de paisajes; un sillón color negro; un atril; y por supuesto, la mesa y sillas donde estaba hace un momento. Titubeo un poco al tomar el violín y lo llevo hasta donde él sigue sentado, observando cada movimiento que hago, lo que me intimida aún más si es posible.

—Aquí está su violín, señor Houghton —dije con un tono apenas audible.

—Entonces abra su estuche y colóquese frente a ese atril, iré a traerle unas partituras y a ver cuánto sabe usted sobre ésto.

Se marchó dejándome aterrada, estaba completamente nerviosa, parecía una gelatina que temblaba sin fuerzas. Coloqué el violín como se debe, me paré frente al atril esperando a que regresara con las hojas y no tardó en volver.

—Muy bien señorita Raison, aquí están las partituras, quiero que toque la primera hoja, es algo demasiado sencillo para mi gusto. Si lo hace sin ningún error, le daré un juego de fotocopias de uno de los libros que yo mismo escribí, y deberá estudiar las primeras dos canciones para pasado mañana; de lo contrario me veré obligado a plantearme si realmente debería continuar dándole clases —finalizó de manera arrogante.

Una ola de rabia me inundó por completo. ¿Quién demonios se piensa que es para hablarme de esa manera? Pero me controlé, respire hondo, asentí y miré la hoja; por suerte era algo sencillo y hasta creo haberlo tocado anteriormente. Él me hizo un gesto con la mano indicando que comenzara y así lo hice.
Estaba muy nerviosa y me temblaban las manos, por suerte no ha intervenido en mi manera de tocar.
Al terminar esa hermosa melodía, él me observó, sus ojos mostraban un brillo extraño y se podía notar un atisbo de sonrisa. Pero al percatarse de que lo estaba mirando, su rostro volvió a ser completamente serio, sus ojos volvieron a ser fríos y vacíos como un abismo... o tal vez todo fue producto de mi imaginación por miedo de haber fallado.

—¿Y bien, señor Houghton? ¿Qué le ha parecido? Prometo hacerlo mucho mejor la próxima vez, ni lo dude...

Él no contestaba, miraba hacia abajo y luego a mí, repitió esa acción reiteradas veces, pensativo, parecía estar buscando las palabras adecuadas; espero no sean malas. Cada segundo que pasa parece eterno, él abre la boca para hablar pero enseguida niega con la cabeza y la cierra, ya estoy empezando a querer abandonar este lugar y no volver.

Mi Profesor de ViolínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora