8. Cinco colas

294 25 11
                                    

Atem ya llevaba un día entero durmiendo, bajo su forma animal. El día anterior, nada más subir a la habitación, lo acomodó en un cojín y ya no se había vuelto a mover. A veces Yugi se tenía que acercar a ver si respiraba, porque le asustaba ese cansancio repentino. En realidad, él también estaba agotado. Atem le había transmitido energía, pero la había usado casi toda. Al final, no se supo de la pareja en el resto del día.

Dos días después del incidente con los yōkai, cuando Yugi ya estaba recuperado, Atem despertó. Revoloteó hacia el menor, que estaba en la cama, y se transformó casi a medio aire.

—¡Hola! —le saludó con tono cariñoso. Le había sorprendido, pero también estaba encantado—. ¿Ya estás recuperado?

—Pues sí, me ha venido bien el descanso. ¿Qué ha pasado mientras dormía?

—No sé mucho... yo también he descansado. El instituto sigue cerrado. Dicen que hasta la semana que viene, nada. Le he contado con detalle qué pasó a mi abuelo, también. Y creo que hoy vendrán mis amigos. Están preocupados y hay que contarles cosas.

—Supongo... pero antes... —Atem se acercó con una sonrisa malévola y probó de arrinconar a Yugi. Él no lo pilló, simplemente iba a levantarse, pero Atem le pilló un brazo con su mano y con la otra le empujó por el pecho—. ¿A dónde vas tan rápido? ¿Te acuerdas de cuando les dijiste a tus amigos que éramos novios? Me prometí que te iba a compensar.

—¿A-ahora? Pe-pero... Mis amigos...

Atem le atrapó por las piernas y consiguió maniatarlo con una mano. Yugi estaba totalmente indefenso.

—¿Vas a obligarme a que te ate?

—¡¿Pero qué tonterías dices?! —le gritó Yugi con voz trémula. Las palabras decían una cosa, su cuerpo decía otra.

—Vaya, no sabía que fueras tan pervertido... me gusta —le dijo Atem con voz traviesa, al notar las reacciones de su cuerpo.

Yugi estaba indefenso. Apenas podía moverse. Atem se dedicaba a juguetear por su cuerpo con los labios y él no podía hacer absolutamente nada... lo cual le resultaba excitante. Nada a lo que resistirse, simplemente cerrar los ojos y disfrutarlo.

—¿Yugi? —dijo la voz de su abuelo desde lejos—. ¡Tus amigos han venido a verte!

La pareja se quedó mirándose a los ojos. Ambos ponían la misma cara de perrito abandonado, ansiosos por seguir aquel jueguecito más que divertido... pero ninguno de los dos era tan descarado para echarles de casa.

—La próxima vez no nos van a interrumpir. Que lo sepas —le advirtió Atem, hablándole suave y amenazadoramente a la oreja de Yugi.

Y como si no hubiera pasado nada, Atem se levantó y fue abajo a dar una sorpresa a Sugoroku. Yugi esperó a recuperar un poco el aliento, mientras oía murmullos en el piso de abajo. Al cabo de un par de minutos, cuando ya había recuperado la serenidad, bajó también.

—¡Hola Yugi! ¿Cómo estás? —Tea siempre era la primera en preguntar.

—Bien, bien, bastante recuperado del susto... —Aunque no se refería al de los yōkai.

Se sentaron todos en el sofá y Yugi explicó la verdadera historia de su aventura en Egipto. Los relieves, los poderes de Atem, la batalla final contra Set... Sus amigos estaban con la boca abierta.

—¿Espera, espera, así que tenéis poderes de dioses? ¡Oye, podéis haceros ricos usándolos!

—¡Joey, no seas ceporro! —le regañó Tristán, a base de colleja—. Mola más ser un superhéroe famoso.

Wings of Destiny [Puzzleshipping]Where stories live. Discover now