El primero.

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Las gotas de lluvia caían contra su cabello. El agua fría se colaba por entre sus hebras y se deslizaban hacia bajo colándose en su chaqueta. El viento rugía y era espantoso, golpeaba contra su cara.

La sangre regada alrededor de el paseaba y se disolvía entre agua. El olor a hierro impregnaba el aire.

Retrocedió apenas unos pasos y abrió su mano izquierda, dejando caer la navaja que habia usado. La sangre que se encontraba en ella se disolvió rápidamente con el agua, y pocos segundos después estuvo limpia, como si nada hubiera pasado. El brillo metálico solo causo nauseas en Jimin, que contuvo las ganas de vomitar.

Habia matado a alguien.

No habia sido su intensión, claro que no. Pero lo habían atacado, lo habían arrastrado al fondo de ese sucio callejón y amenazado con violarle. Y todo lo demás fue autodefensa. Ni siquiera sabía de donde habia sacado la fuerza para quitarle la navaja al atacante. Era casi irreal. Un Omega no tenía la fuerza, no podía combatir contra un Alfa y ganarle, no podía matarlo.

Simplemente no podía. Otros Omegas lo habían intentado antes, habían peleado con todas sus fuerzas y acabados muertos.

La suma de todas las fuerzas es igual a cero.

Él no debía ser la excepción, él no quería ser la excepción.

Pero lo era, frente a sus pies envueltos en Converse negras, estaba tendido el cadáver de su atacante. De un Alfa. De una persona que, hasta hace unos minutos, no sabía que existía.

La sangre seguía saliendo, a borbotones, el líquido rojo y pegajoso se amontonaba en el suelo, se esparcía y se disolvía. La mancha sangrienta cada vez más grande.

Habia sido en la yugular. Un corte limpio y rápido. Jimin conocía perfectamente el cuerpo humano, 7 años estudiándolo no habían sido en vano. Así que cuando fue lo suficientemente capaz de tener la navaja entre sus dedos, no habia dudado ni un segundo, conocía el punto débil a la perfección. La navaja no se podía comparar con el bisturí que utilizaba cada día al operar, pero con un poco más de fuerza, no habia casi nada de diferencia.

¿Qué debía hacer?

Siempre habia instrucciones. Jimin estaba acostumbrado a seguirlas, el cómo hacerle una trenza a su hermana menor, el cómo suturar la herida de un paciente, el cómo hornear un pastel.

Todas tenían pasos específicos, una serie de acciones que llegaban al resultado esperado. A su hermana luciendo un hermoso peinado. A su paciente logrando conservar la vida. A el disfrutando del pastel de chocolate la tarde de un viernes.

¿Pero, y si habías cometido un asesinato?

¿Qué debías hacer?

¿Debía llamar a la policía? ¿Debía solamente irse de allí? ¿Debía ocultar el cadáver? ¿Enterrarlo? ¿Eliminar las evidencias? ¿Hacer como que nada habia pasado?

El sonido de una canción lo alerto.

Estoy en el asiento del pasajero.

Tu estas al control.

Está en ti ahora.

Incluso mejor cada día, lo juro.

De verdad es un poco injusto.

Cariño, estoy deslumbrado por ti.

Estaba seguro que era el celular del atacante, pero no debía tocar nada. Si habia algo de cierto en las series policiacas que habia visto, es que sus huellas podían quedar en alguna parte de la víctima. Bien, podía empezar por eso. ¿Qué habia tocado?. La navaja y la chaqueta.

Recogió la navaja del suelo de concreto, estaba helada y fría entre sus manos, pero teniéndola con él se sentía más seguro. Lo siguiente fue más difícil. Mover el cadáver del Alfa para quitarle la chaqueta habia sido horrible. Estaba empapada de sangre y lluvia. Y podía oler el ligero aroma a alcohol emerger de ella.

A pesar de todo, Jimin no se sentía seguro. El corte extremadamente acertado en la yugular haría sospechar a los policías. Nadie mataba así. Nadie que no fuera médico o con un gran conocimiento del cuerpo humano.

Tomando con más fuerza la navaja entre sus dedos, se acercó al cadáver. Y entonces, sin pensarlo mucho, volvió a enterrar la afilada punta contra el abdomen del Alfa.

Y luego otra vez.

Y otra.

Y otra.

Y Jimin no se espantó del todo, cuando después empezó a hacerlo por gusto.

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