Capítulo Uno

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-Te vas a vestir de negro y se acabó.

-Ni hablar, para empezar ese vestido es horrible, y no mola vestirse de negro. ¿Sabes lo que dicen los científicos de ponerles a los jóvenes ropa negra?

-Margaret, te lo vas a poner y punto, y deja de leer, los libros te están comiendo lo que te queda de cabeza. Si es que te queda.- dijo murmurando lo último aunque lo escuché perfectamente.

-¡Mamá! ¡Claro que me queda cabeza! ¡Y llamame Maggie!

-Yo te llamo Maggie, si tú te lo pones.

Un momento, ¡eso se llamaba chantaje! Pero mi madre sabía aplicarlo muy bien. Aunque yo tambien lo iba a usar a mi favor. ¿Había dicho que me lo pusiera? Pues eso haría.

-Está bien me lo pondré.

- Te ayudo que como te lo pongas tú sola puede acabar en la basura.- asentí, porque la verdad es que tenía razón. Soy un poco, bueno bastante patosa.- Tienes que dar el discurso, tú estate tranquila y respira y sobre todo no metas la pata.

Comenzó a ponerme el vestido cuidadosamente, yo me iba fijando en cada uno de sus movimientos para luego saber quitármelo, y no destrozarlo en el intento. Hizo un lazo alrededor de mi cintura y sonrió satisfecha.
-Bien, te quiero en la sala principal dentro de diez minutos. Practica el discurso que te hizo Frederick el otro día, el chico se ha esforzado mucho, a si que no lo estropes.
-Si mamá.-dije rodando los ojos. Soy torpe, pero hasta cierto punto.
En cuanto salió por la puerta, abrí mi gran armario sacando una camisa sin mangas de colores, unos vaqueros cortos amarillos, y unas deportivas altas azules.
Mi madre no se podía quejar, iba demasiado elegante.
Me quedaban siete minutos para el gran discurso de esa ceremonia que ni sabía de que trataba.

Al llegar al gran portón de madera granate me costaba respirar ya que correr no es lo mío. Empecé a revisar todos mis bolsillos en busca del discurso de Fredi.
-¡No, no, no, no, no! ¿¡Donde te has metido discurso!?
-¿Pasa algo señorita?-preguntó una de las sirvientas.-¡Es genial que su madre la haya dejado usar ropa asi de colorida! Aunque es un poco raro, viniendo de ella, que en esta situación os deje usar ese atuendo.

-Sí, es genial, pero, ¿no habréis visto un papel violeta demasiado doblado por el camino?

-Lamento deciros que no es así señorita.

Resoplé en voz baja, por dos motivos, había perdido el dichoso discurso y la mujer no dejaba de llamarme "señorita" , había leido libros sobre princesas perfectas que pedían al personal que les llamaran por sus nombres, pero yo lo he intentado muchas veces, demasiadas diría yo, pero creo que les pagan por no decir mi nombre.

Las puertas de la sala se abrieron dejando ver a mi madre de espaldas a mí y mucha gente cabizbaja.

-... y ahora la princesa Margaret dirá unas palabras.- terminó de decir mi madre.

Me adentré a la sala mirando a todos los presentes, quienes iban vestidos de negro al igual que mi madre y mi hermana. Al frente del gentío estaba la familia de el director de la fábrica de mermeladas, la cual me encantaba frecuentar, todos los intengrantes de la familia escondían sus caras en pañuelos de seda.

Al estar en frente de la multitud miré con el mayor disimulo posible, que para mí es mínimo, a Sarah que negaba con la cabeza, después miré a mi madre que me miraba con incredulidad. Había metido la pata hasta el fondo, ¡estábamos en un entierro!¡Un entierro!

-Yo, pues... esto...he perdido...

-Disculpen a mi hermana, se ha dado un golpe esta mañana y los analgésicos no han hecho efecto hasta hace unas pocas horas, y estaba convencida de que venir de negro era una grotesca forma de abrumar a los familiares del difunto y ha pensado en traer una indumentaria más alegre, ya que el señor  Blázquez era muy admirado por Margaret, nuestro más sentido pésame a toda la familia Blázquez.

Mi hermana me empujó hasta nuestros asientos mientras mi madre daba la reunión por terminada, una vez sentada me quedé petrificada mirando al frente hasta que más de la mitad del gentío había salido de la sala.

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⏰ Ultimo aggiornamento: Oct 14, 2018 ⏰

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